El difícil camino del poder

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Prometer no empobrece, cumplir es lo que no se va a poder. Resulta que a pocos días de que entren en funciones las nuevas autoridades municipales, estatales y diputados, los sacrificados ciudadanos que apoyaron la candidatura y lograron el triunfo exigen los espacios prometidos para estar en la administración y en algunos casos, ya se les ha dicho que siempre no se va a poder y eso ya ha ocasionado rupturas, reclamos, reproches y mentadas de madre de ida y vuelta.

Hubo algunos inocentes o ingenuos personajes que creyeron que porque por unos días se sumaron a la campaña tenían garantizada una chamba de seis o tres años. Hubo acuerdos, claro, pero incumplibles. Hubo promesas como esa característica de que “apóyame y ya verás cuando lleguemos”, o esta otra “nomás que lleguemos y tú serás uno de los que estarán conmigo” además de la clásica “vas a ver que ahora sí nos va a hacer justicia la revolución” y pues sí, llegó el candidato o candidata al triunfo, pero a la hora de repartir el pastel se dan cuenta de que son muchos los invitados o los que se invitaron solos y el pastel se encogió.

Me consta que por los días recientes, hombres y mujeres confiados en ser incluidos en el gabinete o en las direcciones municipales y quienes se creyeron con derechos a obtener un puesto por haber caminado al lado del candidato, han hecho antesala en la casa de campaña y en el domicilio del ganador y han hecho camino por las veces que han ido y venido porque les primero les dijeron que en cualquier momento iban a ser llamados para indicarles cuál titularidad asumirían y luego ahora les dicen que aguanten, que las cosas se complicaron, que hay muchos compromisos, que tal vez no obtengan un espacio. Están muy encabronados.

Por eso esos personajes que ya desde antes de que inicie el gobierno se han quedado afuera, ahora tachan de traidores a los próximos mandamás y amenazan con convertirse en la piedra del zapato, con revelar secretos de campaña, con impedir la toma de posesión y hasta con invocar las siete plagas del apocalipsis. Exigen un lugar, no aceptan la exclusión de la administración.

Lo peor es que muchos de esos exigentes e inocentes políticos de compañía no tienen la experiencia ni el perfil para el puesto que exigen y algunos ni siquiera saben qué es lo que buscan pues desean, aunque sea “de lo que haya” o un “a ver de qué” o incluso tratan de acomodar a algún familiar cercano pues dicen: no para mí, sino para mi hija o hijo o ahijado, yo me chingué en la campaña y habíamos quedado con el candidato de que me iba a dar un lugar para acomodar a quien yo quisiera. El caso es que a la mera hora como que se está viendo que no se va a poder.

Lo condenable es que adentro, desde donde se están tomando las decisiones, desde donde se están repartiendo las rebanadas del pastel, no precisamente se está dando prioridad a la experiencia y al perfil, sino que en muchos casos se están distribuyendo o asignando los espacios en el poder cumpliendo compromisos con quienes financiaron la campaña, con quienes tienen peso político o influencias en otros niveles del poder. Se está acomodando primero a la familia y a los recomendados; todo es importante, pero hay prioridades.

Y no importa de qué partido se trate, no interesa la ideología ni los colores ni las siglas. Así está siendo en municipios, principalmente. El discurso es una cosa y la realidad, otra. Las promesas o propuestas caen ante lo evidente: se gobierna por conveniencias, se obedece a las reglas impuestas por las costumbres y necesidades personales o las que hagan que la maquinaria funcione. No se trata de quién o quiénes merezcan un sitio, sino de quienes hagan que la maquinaria funcione. Negarlo es ocioso. Las inercias son mucho más poderosas y efectivas que las mejores propuestas o propósitos de cambio.

El caso es que hay muchos que se están quedando afuera y simplemente no van a poder entrar y otros, muchos otros, viejos lobos de colmillo retorcido, ya tienen asegurados otros tres o seis años en la administración pública. De todos modos, suerte a todos.

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