La hipócrita inocencia de los políticos…

Los partidos políticos, todos, ya no saben qué hacer con la desconfianza y la sospecha perfectamente fundada de la sociedad

Bernardino Vazquez azatzi

Delegar en la Procuraduría General de la República la obligación y responsabilidad que tienen los partidos políticos por imponer o proponer candidatos honrados, probos o al menos, alejados de la delincuencia organizada, es poco menos que una broma pesada, una sugerencia de mal gusto y hasta un chiste cruel.

De acuerdo a la nota a ocho columnas de Milenio Diario de fecha tres de febrero de este año, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática pretenden que sea la PGR la que investigue a los candidatos. Es decir, buscan que alguien tenga la culpa de que en sus filas y entre sus aspirantes y gobiernos haya delincuentes. Simplemente se quieren lavar las manos, intentan que la culpa recaiga en otros, que cese el descontento social por los políticos corruptos y mafiosos surgidos de las siglas y los colores partidistas.

Por principio de cuentas, no creo que la PGR acepte ese encargo que le hace la clase política y luego, ya imagino el rechazo social a la idea de que los partidos incluso se sientan ofendidos por la sospecha hacia sus candidatos cuando se les señale de tener nexos con la delincuencia organizada.

Los partidos políticos, todos, ya no saben qué hacer con la desconfianza y la sospecha perfectamente fundada de la sociedad que no encuentra día sin enterarse del abuso de poder de quienes se vendieron como blancas palomas para llegar al puesto y luego se mostraron como son en verdad: seres que perdieron el sentido de la realidad, la vergüenza personal y la dignidad natural de cualquier persona honrada.

La realidad siempre supera la ficción en materia política. Por ello la sociedad mexicana siempre se sorprende al encontrar en gobernadores, presidentes municipales, jueces, ministerios públicos, magistrados y toda clase de servidor público el signo de la avaricia, la tentación por el enriquecimiento vergonzante y su militancia en las filas de quien o quienes les paguen más, que generalmente, es la delincuencia organizada desde el gobierno mismo y los partidos o desde la iniciativa privada, es decir, los cárteles de la droga.

Los partidos políticos no pueden evadir su responsabilidad y obligación de aceptar en sus filas, ni como simpatizantes, ni como militantes ni como candidatos a gente con un pasado o con un presente sospechoso o abiertamente en actividades ilícitas y tampoco pueden alegar que no tienen la capacidad para suponer que en el futuro los gobernantes emanados de sus colores y siglas vayan a ponerse al servicio de la delincuencia o de que vayan a cambiar sus buenas conductas por actitudes de vulgares ladrones del erario.

Señores dirigentes de todos los partidos políticos en México, no piensen que los ciudadanos somos tan inocentes como para creer que desconocen quién son en realidad sus militantes y sus candidatos. Porque si lo ignoran, es igualmente angustiante para los contribuyentes que los mantenemos. Y aunque no lo crean, señores “líderes”, la sociedad sabe más de lo que se imaginan y mucho más que a las autoridades les gustaría que supiéramos.

Pero además, ya estamos hasta la madre de escuchar cómo se deslindan, se echan la bolita, se exhiben con rostro hipócrita de inocencia y hasta se dicen traicionados por quienes recibieron su apoyo. No, señores políticos, no les creemos que ignoraban la realidad del alcalde de Cocula, o el de Iguala, o de la diputada local del PAN de Sinaloa, o del ex diputado local del PRD de Tlaxcala, o del gobernador de Tabasco, o el de Coahuila, o los muchos otras tantos que son una vergüenza para la política y para la democracia mexicana y a los cuales ustedes pretenden olvidar y hacernos creer que no pasa nada.

Tratar de ocultar la triste realidad de los políticos, de los partidos, de los candidatos y de la percepción social a nadie le hace bien.

Y por si no lo han notado, señores dueños de ideologías confusas y maleables, por si nadie se los ha dicho, el proceso electoral del presente año se percibe confuso, sospechoso, ausente de propuestas, más de lo mismo y con tendencia a empeorar la percepción de desconfianza de las mayorías. Los partidos políticos han dejado de representar al pueblo y el pueblo está siendo traicionado por sus políticos y por el poder en general.

 

 

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