Zapata, tolerancia, arte

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Basado en el principio temporal y de uso personal de que en esta vida todo se puede hacer pero no todo se debe, creo que la obra pictórica de Fabián Cháirez en que expone al general Emiliano Zapata en actitud femenina representa cuando menos, un acto imprudente. Más allá de la libertad creadora, más allá de las cuestiones estéticas, artísticas, provocadoras o provocativas, el pintor llegó hasta el agravio y la ofensa pudiendo manifestar de otra forma su talento sin tener que llegar al escándalo o las buenas o malas interpretaciones del arte. En un tiempo en que la intolerancia es común y recurso, hay acciones que son innecesarias y hasta peligrosas.

Algo que se está volviendo demasiado común en nuestros tiempos, que se está haciendo peligrosamente normal y que se expande y se fomenta, es la intolerancia. Si bien la pintura del general revolucionario no es más que una manifestación artística, también lo es que haya quien se sienta ofendido debido a la cauda nacionalista, guerrillera, libertaria, reivindicadora e histórica del personaje que cierto es, en la obra pierde identidad y se convierte en burla, en morbo y motivo para confrontaciones innecesarias. Hay intolerancia de ida y vuelta.

Y digo que la obra del pintor es imprudente, porque por muy artística que sea su creación, por mucho que venga cargada de conceptos innovadores, propuestas plásticas, conceptos provocadores y plantee nuevas técnicas o sugerencias temáticas, plasmar la imagen de una santa en actitudes o posturas irreverentes o dibujar la madre de este pintor o de cualquier figura pública en situaciones meramente vulgares, irremediablemente traerá reacciones y acciones y habrá con toda seguridad quien o quienes se sientan ofendidos y expresen intolerancia.

No hay que olvidar que la historia nos plantea situaciones en las que los artistas han tenido que convertirse prófugos por todo el mundo por haber ofendido a religiones y religiosos, a regímenes de gobierno y a dictadores. Tal es el caso de Salman Rushdie, el escritor británico que escribió los “versos satánicos” basado en las escrituras del Corán. Irán lo condenó a muerte y por décadas el novelista anduvo huyendo cargando sobre su espalda el precio a su cabeza. Y en México, un poeta del estado de guerrero parodió el Himno Nacional con frases vulgares y ofensivas que tocaron el nacionalismo de algunos. Hay cosas que se pueden hacer… pero no se deben… no en una sociedad que condena la intolerancia pero que la practica y la promueve.

Las luchas ideológicas, las propuestas artísticas, los cambios políticos o económicos o cualquier reforma que sugiera un cambio social o de mentalidad, deben encontrar sus tiempos y formas. No pueden convertirse en blanco del ataque irracional, en el pretexto para la agresión, en espacio para la intolerancia; hay quienes se aprovechan del fanatismo o de la necesidad y disfrazan y confunden a las masas para lograr sus propósitos particulares o de grupo y entonces mandan al frente de batalla a los simpatizantes que finalmente quedan como carne de cañón, como daños colaterales o héroes de guerras que jamás fueron suyas ni les iban a hacer ninguna forma de justicia.

La intolerancia se nutre de la ignorancia, de los intereses obscuros, de los arrebatos, de las debilidades y las pasiones sin control… La intolerancia invoca injusticias para provocar resentimientos y reales o supuestos deseos de justicia; invoca desigualdades para incitar a la rebeldía, anuncia catástrofes para alimentar la desconfianza y crea la idea de que una forma de revelarse es ser irreverente, irrespetuoso, imprudente y contestatario o contrario a todo. Luego viene la desobediencia civil, la agresión a todo lo establecido, al rompimiento del orden y la ley, a la barbarie.

Fabián Cháirez puede ser todo lo rebelde que quiera, ser provocador con su arte lo mucho que pueda, puede proponer conceptos y técnicas plásticas, ser revolucionario e inconforme con la religión o con el sistema político de México o del planeta pero por encima de todo hay formas expresar el arte y el talento y espacios para manifestarlos. Ser causa, resultado o destino de una forma de rebeldía no quiere decir que se tenga que poner de a pechito para quienes se sienten ofendidos o para quienes estén buscando un pretexto para agredir o ser agredidos. Hay un concepto que se llama prudencia y esta, está por encima de heroísmos y actitudes que ofendan.

Si los escritores, los compositores, los declamadores y oradores, los ejecutantes y estudiosos no tuvieran opciones para expresar su arte y todos o algunos eligieran la opción de agraviar u ofender, de provocar encono o divisiones, entonces, entonces no sería arte, sino invitación a la violencia.

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