Tecoaque a través de los ojos de un custodio ejemplar

*Ángel Bravo Vidal creció a la sombra de los muros del sitio arqueológico, sacado a la luz por las manos de su padre, quien lo limpió junto con conocidos de la comunidad

*Ha encontrado en Tecoaque, Tlaxcala, no solo su forma de sustento, sino un sentido a su desempeño ya que se rodea de historia

Redacción

El kilómetro 33 de la carretera Federal México-Veracruz no es un paraje más en las inmediaciones de Calpulalpan y Tlaxcala, es el sitio que da relevancia histórica a la zona de Sultepec, por estar ubicado en un área fronteriza entre la región Acolhua y el señorío Tlaxcalteca.

En ese punto se resguarda uno de los asentamientos prehispánicos más importantes dentro de las rutas comerciales dominadas a lo largo del tiempo por Teotihuacán, Texcoco y Tenochtitlán: Tecoaque.

De las fuentes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se documenta que, en este asentamiento que se remonta al Clásico Temprano fue capturada una caravana de españoles, parte de la expedición de Pánfilo de Narváez, con la encomienda de aprehender a Hernán Cortés.

Los datos arqueológicos corroboran esa historia y entre los hallazgos que la apoyan están los restos óseos de hombres, mujeres y niños ibéricos, negros y mulatos, integrantes de la caravana; además de un gran número de objetos de origen europeo que debieron traer consigo.

Más de cinco décadas han pasado desde que el INAH tomó a resguardo el sitio y lo preserva en las condiciones adecuadas para ser visitado por más de mil personas al mes.

Uno de los trabajadores clave para el cuidado de Tecoaque es Ángel Bravo Vidal, custodio y coordinador de la zona arqueológica, quien celosamente y con gran satisfacción se dedica a resguardar este lugar histórico.

Entre luciérnagas y arqueología

Residente de la comunidad de San Marcos, Ángel Bravo Vidal creció a la sombra de los muros del sitio arqueológico, sacado a la luz por las manos de don Ángel Bravo, su padre; así lo narra el descendiente: “Fue él junto con conocidos de la comunidad quienes participaron en la limpieza de la zona, cuando estaba cubierta por hierba. De chicos, mis hermanos y yo veíamos cerros de tierra, cuando traíamos a los borregos que cuidábamos.

“En un principio llegaban tal vez diez visitantes, pero de entonces a la fecha, con las mejoras que hay en la zona, el camino y la temporada de luciérnagas, los turistas han aumentado, pues los agentes de viajes proponen como primera parada Tecoaque, antes de llegar al bosque de Nanacamilpa, lo cual nos beneficia”, dice Bravo Vidal.

Son los meses de julio y agosto cuando la afluencia de visitantes se incrementa y al joven custodio le da gusto recibir a la gente, comenta que muchos quedan sorprendidos de lo que observan y aprenden en Tecoaque.

El nombre del sitio arqueológico proviene del náhuatl y se ha interpretado como “lugar en donde se comieron a los señores o dioses”. Según las fuentes históricas, antes de la conquista española, el sitio era llamado Zultépec y en el año 2001, el arqueólogo Enrique Martínez Vargas propuso volver al nombre inicial.

Ha sido el arqueólogo Martínez Vargas quien ha guiado a buen puerto el sitio, al lado de la arqueóloga Ana María Jarquín. En una excavación, en 2018, descubrieron un aljibe donde encontraron 247 piezas, entre máscaras, collares, colgantes, vasijas y figuras variadas, que se mantienen en el Depósito de Bienes Culturales del INAH.

El respeto que merece

Pese a que se ha conservado el sitio arqueológico y su ambiente natural es necesaria la vigilancia constante, pues desafortunadamente se han presentado incidentes causados por personas que “no saben del respeto que el lugar merece; no toda la gente valora el significado del sitio, hay quienes creen que pueden volar drones o a pasar un día de campo sobre las edificaciones”, dice el custodio Bravo Vidal, de 44 años.

“En algún momento me sentí renuente al iniciar en el área de seguridad e higiene, pero después, conociendo el lugar, le tomé cariño a todo esto que es parte de la identidad; resguardar no es fácil porque hay todo tipo de personas, como las que nos quieren agredir por indicarles cómo seguir el recorrido, pero no hay más que hacerlo con amabilidad”.

Hay personas que no aceptan una indicación, reitera. “Tal vez sea necesario agregar más señalética para que se transite debidamente por los pasillos, pues tenemos áreas restringidas al visitante, para su conservación”, comenta con preocupación el coordinador.

Para circular por los recovecos del lugar es mejor guiarse con los datos históricos que acompañan la guía de Ángel Bravo, y escuchar de su propia voz que “ante la carencia de una cárcel que permitiera guardar a los cautivos (más de 350 personas de ambos sexos, entre hispanos y aliados indígenas) algunas viviendas de personajes importantes fueron modificadas para tal uso: clausura de pasillos y algunos accesos y la trasformación del interior de aposentos mediante muros divisorios de piedra y adobe, entre otras transformaciones que pueden apreciarse con una explicación in situ.

Valoro lo aprendido, dice Ángel Bravo Vidal, pues ha presenciado excavaciones y, por ende, descubrimientos asombrosos al lado de los arqueólogos, como el ocurrido durante las exploraciones en el Grupo Habitacional Sur: en el aposento ubicado en la esquina noreste, en contacto con el piso, se hallaron restos de un esqueleto de sexo femenino con características que permitieron establecer su filiación europea.

El análisis antropofísico y espacial de los restos óseos permitió establecer que estaba colocado en posición anatómica y en proceso de desmembramiento posterior a la muerte, así lo tiene documentado el arqueólogo Enrique Martínez Vargas, director del Proyecto Especial Tecoaque desde 1991.

El esqueleto presentaba extracciones de huesos largos, lo que refiere a los llamados “huesos trofeo” apreciados por los guerreros. La osamenta estaba acompañada de una pequeña jarra de cerámica de la fase Azteca IV, documentó Martínez Vargas.

Sentido a la vida

El custodio Ángel Bravo Vidal ha encontrado en Tecoaque, no solo su forma de sustento, sino un sentido a su desempeño, ya que se rodea de historia y por eso pretende continuar el tiempo que sea posible. Cuidar de ese espacio y estar a la espera de nuevos hallazgos, le significa una gran emoción.

Otro descubrimiento que recuerda con afecto sucedió al interior de un aljibe (el número 11), donde se localizó una imagen trabajada en piedra, posiblemente representación de alguna deidad europea. La imagen está cubierta con cinabrio (sulfuro de mercurio, pesado y de color rojo oscuro) y tiene una corona blanca, estucada; se encontró acompañada de representaciones de carácter religioso prehispánico, lo que puede indicar sincretismo religioso, de acuerdo con el arqueólogo Martínez Vargas.

Ángel Bravo Vidal se ha dado a la tarea de estudiar para informar a la gente con veracidad: “Es necesario para hacer bien nuestro trabajo y difundir el sitio que fue edificado en honor a Quetzalcóatl”, concluye.

Visitar las edificaciones en piedra volcánica, testigos de los acontecimientos en aquel año de 1520, está al alcance de todo público, de martes a domingo de 10:00 a 17:00 horas.

 

 

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