Sin partidos políticos fuertes no hay democracia 

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Desde hace cuando menos doce años en América Latina se preveía la caída de los partidos “grandes” de México y se vislumbraba en ellos una grave crisis que incluso ponía en duda su continuidad y existencia. Quienes desde adentro de esos institutos políticos escucharon esa versión se rieron. Lo consideraron un absurdo, una burla, el desconocimiento de la política mexicana.

Los estudiosos de la democracia y de la política en nuestro continente sugerían a los dueños del PRD, PRI y PAN, incluso su refundación, cambiar de siglas y colores, renovar y mejorar sus filosofía y doctrina, cambiar su mensaje y lenguaje, modificar estrategias de campaña, acercarse más a las masas que les daban razón de existir y, sobre todo, eliminar la corrupción y la impunidad que anidaba en su interior y que trasladaban a los gobiernos emanados de sus siglas.

Allá por 2003, en República Dominicana, luego de impartir la conferencia “La crisis de los partidos políticos en América Latina” ante estudiosos de la democracia en el continente, más como presagio que como conocedor del tema, predije la crisis del PRI y también sugería una real reinvención, un reinicio, una refundación y el cambio de siglas y colores del entonces invencible tricolor. Y daba argumentos. Yo, como esos muchos que sí saben de política, observaba la arrogancia e ignorancia de sus dirigentes que les impedía notar su rumbo hacia el abismo y yo también señalaba el grave alejamiento de ese partido con sus bases.

Poco a poco se fue haciendo realidad la predicción que saltaba a la vista y que era negada de forma obstinada por los líderes y poco a poco el PRI se fue desvaneciendo, decolorando, alejando del pueblo, fue despreciando a verdaderos valores por encumbrar a verdaderos delincuentes hacia el poder y gradualmente fue derrotado en las urnas, a veces, por quienes menos esperaban, el PRI estaba en crisis y sólo sus dueños no lo veían.

Con el paso de los años e incluso antes de la irrupción de MORENA en el escenario político nacional, los triunfos electorales se le fueron negando al PAN, PRI, y PRD. Con la llegada del Movimiento de Regeneración Nacional la extinción de esos tres partidos se hizo realidad y tan dejaron de tener aceptación que tuvieron que aliarse esos tres enemigos naturales en una mezcla asquerosa y contra natura. Pero ni así pudieron alejarse de su debacle definitivo

De forma cobarde, convenenciera, arribista, oportunista, muchos priistas renegaron de sus orígenes y formación y emigraron hacia el nuevo partido que los humilló y sacó del poder. Ahí denostaron a sus antiguos colores y siglas. Se purificaron y se dijeron amigos del pueblo y juraron dejar atrás su pasado vergonzoso y sucio. Vestidos con túnicas de pureza se han hecho de importantes cargos en los tres niveles de gobierno o se han enquistado en puestos altos de la administración pública, hasta donde han llevado y puesto en práctica sus defectos, ineptitud, corrupción, ineficiencia, impunidad y enriquecimiento explicable.

En los procesos electorales recientes, digamos que los de los anteriores seis años, PRI, PAN y PRD han ido pasando a la historia con derrotas memorables sin que ello les quitara el sueño a sus propietarios. Elevados hasta las alturas de la arrogancia, los dirigentes partidistas negaron su final y se mofaron de aquellos que les ponían enfrente un espejo. Siguieron creyendo su propio discurso y siguieron medrando del presupuesto que el INE les otorga para existir.

Esos tres partidos dejaron de ser grandes, dejaron de ser oposición, ya no representaron opción de gobierno, se alejaron de la posibilidad de fortalecer la democracia, huyeron de su obligación de convertirse en el eslabón importante de la vida política y democrática de México para convertirse en parias, en un bosquejo, en una burla de la política. Sus derrotas así lo demuestran. Los resultados son innegables, la realidad se les resbala por la cara: son una burla para la política.

A nivel nacional y estatal, sus dirigentes son la imagen del fracaso, de la arrogancia, de la ignorancia y de intereses personales que distan mucho de ser los de la sociedad mexicana. En plena agonía política, los conductores de esos partidos se atreven a calificar como triunfos en las urnas las migajas que unos cuantos ciudadanos les otorgan pero que no les sirven ni de consuelo.

El PRI, PAN y PRD son apenas un recuerdo lejano y son destinatarios de un final poco digno y honorable. Pero eso sólo ellos lo niegan y sólo ellos no lo ven ni lo entienden. La realidad política en México es otra. Es nieva, diferente, y requiere de partidos sólidos, congruentes, fuertes, de verdadera oposición, no esos remedos de institutos políticos.

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