Rompecabezas

De miedo y pasiones contenidas

Por: Hilarión Serrano

I – El miedo

El Covid 19 perdió su imponente aura. Esto explica la baja asistencia a los puntos de vacunación por parte del grupo etario que más rápido absorbe y emite opiniones. Las personas que, como yo, nos encontramos entre los 18 y 39 años somos el grupo que más resistencia pone a recibir la dosis de refuerzo. La armadura está hecha de memes y rápidas lecturas de encabezados mientras hacemos scroll en la pantalla del celular: una nota de Maribel Guardia y una nota sobre el debate por la segunda dosis de refuerzo en el Washington Post. Memes de perritos haciendo cosas en el medio.

Luego del júbilo por la vuelta a las calles y los lugares concurridos, el miedo de morir conectado a un respirador o desfallecer sin aliento a las puertas de algún hospital desapareció con la misma velocidad que nos llegó: lo que dura un puente de semana santa.

II – La fiesta

Hay una verdad irrefutable, un pulso casi primitivo, en el hecho de celebrar la vida sobre la muerte con desmesura. Esto es el carnaval y algo sabemos en Tlaxcala de esta fiesta.

Las camadas dejaron el paxtle en su lugar, las capas con lentejuelas y los sombreros con plumas guardados por dos años. ¿Por qué?

I + II – El miedo se vuelve fiesta

¿Qué es más poderoso que las campañas masivas de información, las advertencias de las autoridades y estas ganas brutales de celebrar que seguimos vivos? El miedo de morirse y llevarse entre el festejo a la familia.

Como una olla de presión acumulando la brutal y festiva pulsión, hay un rebrote violento que cunde por todo el estado. Por ejemplo, las tres muertes dolosas, entre las que no podemos ignorar lo sucedido en Chiautempan el viernes santo; el cierre de la México Veracruz en Calpulalpan la tarde del miércoles, consecuencia de una de las 7 muertes por accidentes automovilísticos. Todos ellos, consecuencias directas del primer “puente santo” después de la pandemia.

Entre el fin de un estoicismo a la fuerza y el carnaval tocando a la puerta, las condiciones que atraviesa la mayor parte de la población impulsan, cuando menos, a la rebeldía. Y no parece que se vayan a detener o ¿qué da miedo después de una pandemia?

Hoy, no me quiero vacunar.

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