¿Qué onda con los fideicomisos?

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Poco se ha informado y poco la gente conoce respecto a los tan traídos y llevados fideicomisos que son la guerra en las cámaras de diputados y senadores y botín político de los partidos. A este tema se han subido innumerables personajes que quieren reflectores y buscan protagonismo, aunque no necesariamente saben siquiera qué es un fideicomiso.

La mayoría de la gente en este país lo ignora. O lo ignoramos. Algunos tienen una vaga idea de lo que es un fondo desde el cual se da financiamiento a determinados proyectos programas, necesidades y personajes, y pocos, muy pocos, generalmente los que operan los fideicomisos y los que de ellos se benefician, conocen perfectamente qué son, cuánto dinero tienen, a quiénes se les otorga y por qué.

En sus orígenes, su objetivo fue noble, propositivo, importante. Servía para financiar aspectos del desarrollo social, económico, cultural, científico, educativo y de salud entre otros. Mientras fueron utilizados para el fin de su creación fueron el impulso de grandes proyectos que tuvieron como resultado, beneficios para toda la sociedad. Pero como a todo en este país, a los fideicomisos les llegó la corrupción y el enriquecimiento de unos cuantos.

Los fideicomisos se convirtieron en un barril sin fondo cuando desde el poder se autorizó el uso del dinero dentro de esos fondos para cosas totalmente ajenas y que beneficiaban a unos cuantos, generalmente a los consentidos, recomendados, amigos, políticos, partidos, grupos de choque u organizaciones sociales dedicadas exclusivamente al chantaje o la violencia.

Desde los recursos de los fideicomisos se llenó el bolsillo de gran cantidad de personas sin oficio ni beneficio, o a personajes que justificaban el presupuesto que les asignaban con resultados mediocres, absurdos o nulos. Cualquiera que fuera recomendado o consentido del sistema podía presentar una propuesta de desarrollo personal o grupal, pero sin pies ni cabeza y entonces recibía una fuerte cantidad de dinero que iba a parar no a la basura, sino a la fortuna de beneficiario que, además, tuvo que aportar una mochada por apoyo recibido.

Estas figuras de financiamiento fueron el pretexto para el desvío sistemático de miles de millones de pesos durante mucho tiempo. Se utilizaron para fines completamente diferentes a sus fines originales y terminaron representando una fuga de recursos a tal grado de volverse un estorbo, una carga y una forma de delincuencia organizada. En sus últimos días fueron una de las más crudas expresiones de la corrupción y del mal manejo de las finanzas del país.

Para la actual administración federal o para cualquier otra que pensara en dar uso provechoso a ese dinero, que buscara beneficiar a muchos mexicanos en lugar de a unos cuantos y que quisiera hacer justicia a los grupos sociales representativos y productivos del país, tendría que ser urgente poner orden en los fideicomisos y dirigir sus fondos a cualquier otra cosa distinta, ajena y lejana de los vividores y corruptos. Eso, creo, nos queda claro y hasta me parece que tiene el apoyo de la inmensa mayoría.

El conflicto radica en que algunos creen que, desapareciendo los fideicomisos, se desparece el apoyo a la investigación, a la educación, a la cultura, a la ciencia y la salud entre otros, cuando en realidad lo que se busca es encontrar y operar una estrategia que impida el uso discrecional y de beneficio personal de los recursos y, al mismo tiempo, se le dé financiamiento a quienes en verdad contribuyan al desarrollo del país desde cualquiera de esas áreas.

Al presidente Andrés Manuel López Obrador o a cualquier otro gobernante de este o del anterior o futuro sexenio, les hubiera ido como en feria al poner fin de forma terminante y de tajo con los fideicomisos pues igualmente hubieran enfrentado la oposición de quienes de una u otra forma se vieran afectados, o simplemente por fregar. La reacción contraria y airada era de esperarse.

En unos días, habremos de ser testigos de los resultados de las auditorías a cada uno de los 109 fideicomisos y tendremos la oportunidad de enfadarnos al saber la forma en que se gastaban enormes fortunas en beneficio de unos pocos. Pero también seremos testigos del anuncio de una nueva y eficiente forma de apoyar la investigación, el arte, la cultura, la salud y otras muchas formas de desarrollo de nuestro país.

En materia de fideicomisos, ni todo es verdad ni todo es mentira, todo depende del lado en que uno se encuentre.

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