“Meme” lo cuentas otra vez…

Por Yvonn Márquez

Hay de todo tipo: los que son bonitos y feos; los cortos y los largos; los groseros y los muy educados; los religiosos y también los profanos. Los hay de amor, de desamor, los sexistas, los de religión, también de política, los artísticos, los literarios, incluso los filosóficos. Están los espontáneos, están los editados. Los hay de gatos y de perros; de pinturas y de dibujos animados; de personajes de películas y de series; de personas famosas, pero también de personas comunes corrientes. También hay algunos que sólo se entienden a nivel local y hay otros que son un acontecimiento internacional.

Hablamos del meme.

Aunque es difícil definirlo, en nuestra actualidad todo el mundo sabe qué es un meme, lo ha usado e incluso hay quien disfruta haciéndolos con una app. Basta una imagen elocuente y un breve e ingenioso mensaje escrito. Así, los memes son todo eso que podemos obtener y compartir por la red: textos, imágenes o videos en un contexto pop, de contenido gracioso y con la posibilidad de ser replicados hasta el infinito.

Es una forma rápida y efectiva de transmitir información a través de medios digitales, en gran medida por su contagioso humor visual, tanto que algunos se han convertido en verdaderos fenómenos sociales y culturales de larga duración. ¿O cómo olvidar el meme de un bebé con el puño cerrado y expresión triunfal, o la niñita con cara malévola al lado de un incendio? Otros ejemplos emblemáticos los tenemos con Homero Simpson ocultándose en un arbusto, Spiderman encontrándose a sí mismo o el elocuente “Math Lady” (“Mujer calculando”) con el rostro confuso de la actriz brasileña Renata Sorrah y una ecuación matemática sobrepuesta.

Otros fenómenos internacionales fueron los videos de “Hitler se entera”, de la película Downfall (La caída) donde el Führer hace tremendo berrinche, o “La caída de Edgar”, el niño que cae a un rio luego de que su amigo le moviera unos troncos que estaban a modo de puente.

El humor es un factor indispensable en un meme. De ahí depende su éxito, es decir, su reproductibilidad. Según Richard Dawkins, quien acuñó el término “meme” en su libro The Selfish Gene (El gen egoísta), escrito en 1976, los seres humanos transmitimos información, ideas y rasgos culturales de una manera similar a la transmisión de los genes, siendo el meme una unidad informativa. Y a veces información que no es posible explicar más que con el humor, como el meme de moda en nuestros días del perro grande y musculoso al lado de otro pequeño y regordete para comparar cómo eran las cosas y las personas antes, es decir más audaces y resistentes, y cómo son ahora: más quejumbrosas y pusilánimes.

Un buen meme deberá cumplir una triada para ser efectivo: fidelidad en su mensaje, fecundidad para ser transmitido y la longevidad que le permita ser perdurable, según Dawkins. Esta coordenada de unidades que se replican una y otra vez son procesos de la cultura. En el caso de la cultura digital, estos procesos son mucho más evidentes gracias al Internet, en donde el bombardeo visual es parte de la dinámica de su funcionabilidad.

Por su parte, Knobel y Lankshear consideran que los memes se distinguen, además del humor, por las referencias a la cultura pop y también por el uso de imágenes estrafalarias o provocativas. La suma de estas imágenes darán el resultado inesperado y múltiple, como lo fue el meme que marcó tendencia el año pasado, el de la mujer llorosa gritándole “Dijiste que…” a un gato sentado en una mesa con actitud de listillo, y que sirvió para una extensa gama de mensajes, desde problemas amorosos, burlas a problemas políticos o hasta críticas a feministas.

Todo es susceptible a ser explicado a través de un meme. La interacción de los medios digitales que facilitan la producción y difusión de contenidos ha hecho crecer a este fenómeno. Un meme puede viralizarse que en cuestión de horas de acuerdo a la efectividad de su mensaje, y que en mucho tiene que ver al significado añadido que le da el usuario, quien reinterpreta y redefine esos significados, de ahí que no sea nada extraño que nuevos memes se creen a partir de una misma plantilla y sean vehículos, de humor, de crítica social, de escarnio, humor negro, burla descarada u obscenidades sin remedio, pues sin duda, hasta en los memes hay estilos.

La cultura del meme, esta que ha llegado para quedarse, nos dice mucho de nosotros mismos y del creciente afán de trivializar los temas importantes, o quizá de descargar el tremendo peso de lo que nos rebasa y agobia, como la actual pandemia que ha venido a trastocar nuestras vidas y que como paliativo, se ha llenado de memes de todo tipo.

Sin embargo, el meme ofrece también la oportunidad de hacer sencillos asuntos complejos, como los que hablan de la diferencia entre equidad e igualdad, o de voltear a ver, por medio del humor, algo que de otro modo se desestima de antemano: aquellos temas difíciles, espinudos de los que se prefiere no profundizar. Hay incluso quien observa a los memes como herramientas pedagógicas para chicos de educación básica, como opina el académico Luis Gabriel Arango Pinto, de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), que considera a los memes un buen modo de integrar los nuevos recursos digitales con la palabra y la imagen.

Sea como sea, los memes son parte de nuestro día a día, un modo jocoso de interactuar con los temas del momento. Algo muy poco serio que puede ser tomado muy en serio… o viceversa.

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