Linchamientos, impunidad e ineptitud 

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista 

Me cuentan que, en algún estado de la república mexicana, en cualquier año, en el momento menos esperado, ciertas personas decidieron hacerse justicia por propia mano. Un sujeto, poderoso económicamente, amigo de políticos importantes y en un tiempo funcionario de primer nivel, cuando perdió el sentido de la realidad y la dignidad y la vergüenza, cometió el grave error de abusar sexualmente de una niña de 12 años. Lo hizo seguro de la impunidad con que actúan y de la que gozan los delincuentes, seguro de la ineptitud e incompetencia de las autoridades y de que la víctima y sus familiares se iban a quedar con su rabia, sabedores de la injusticia normal en nuestro país. 

Pero no fue así. Los familiares de la pequeña decidieron no perder el tiempo en denunciar penalmente al agresor. Sabían que nadie les iba a hacer caso en el Ministerio Público, que los jueces y los abogados y los familiares del agresor se iban a burlar de ellos y hasta estaban seguros de que, con el dinero y las influencias, el verdugo habría de contrademandar y encarcelar a las víctimas. Tenían todas las de perder después de haber sufrido el cobarde ataque de un degenerado. 

Así es que con rabia e impotencia soportaron la burla del individuo cuando le fueron a reclamar su proceder. Háganle como quieran, pero aténganse a las consecuencias, los amenazó. Y pareció que iban a quedarse con la afrenta. Así lo creyó el sujeto aquel que al pasar frente al domicilio de la niña hacía sonar su claxon como burla. 

Los hermanos, papás y tíos de la niña parecieron quedarse conformes con su desgracia, pero no fue así. Así es que un día el poderoso ex funcionario público y amigo de influyentes apareció muerto. Lo ejecutó un solitario individuo con cuatro tiros. Sobre su cadáver apareció una cartulina con las iniciales de una pequeña que fue ultrajada de forma cobarde por un tipo que creyó que podía quedar sin castigo. 

Me comentaron que la familia, no tanto carente de recursos económicos, reunió el dinero suficiente para hacerse justicia por mano propia. Nunca confiaron en las autoridades encargadas de procurar la justicia. Dicen que el dinero y las influencias lo pueden todo, que están por encima de la ley y la justicia. Creen que la impunidad está entre los delincuentes y entre las malas autoridades; no creyeron más que en la justicia que pudieron ver, que les constó, que pagaron. Eso dicen. 

Lo digo porque al iniciar el año, antes de que se cumpliera la primera semana del 2022, en Tlaxcala se registró el intento de tres linchamientos, dos casos en el municipio de Chiautempan y eso, no habla más que de la falta de confianza en las autoridades, del hartazgo por la impunidad de los delincuentes, de la indefensión en que se siente la sociedad y de la seguridad que da la defensa o venganza del pueblo que se une y desde la muchedumbre y el anonimato actúa en defensa propia. 

La violencia, venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza, en inaceptable. Pero para ciertos sectores es la única opción ante el abandono del Estado, la sociedad la justifica y la explica ante el poderío de la delincuencia y la inacción de la policía, ante la sospecha de complicidad de jueces y ministerios públicos y magistrados, ante el dolor y la indefensión de las víctimas. No, la violencia no se puede combatir con más violencia, no se puede ni se debe apagar el fuego con gasolina. 

Lo cierto es que la delincuencia en algunos casos y lugares ha rebasado la capacidad, voluntad, poder y habilidad de las autoridades y de esa forma permiten y hasta facilitan actos terribles como la violencia y la muerte de quienes caen en manos de una turba sedienta de justicia a modo y cansada de ser la parte que siempre pierde mientras el poder de la ley y la justicia se conforma con ofrecer cuentas alegres, estadística y cifras que sólo ellos se creen y festejan. 

La justicia por propia mano no debiera ser siquiera una posibilidad, pero ante la inoperancia de las autoridades, para algunos sectores de la sociedad es la única forma de imponer correctivos y de gritar basta. Los que han tenido la desgracia de caer en las manos de la turba y salir vivos juran que jamás volverán a delinquir… o al menos no en donde recibieron un castigo.  

La justicia por propia mano no es de sociedades civilizadas, cultas e inteligentes, pero para quienes sufren la violencia y la agresión es el único remedio. La justicia por propia mano es para sociedades y culturas con un deficiente aparato de justicia, con autoridades corruptas e ineptas y con la corrupción como sinónimo, identidad y sello. 

Relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button
WP Twitter Auto Publish Powered By : XYZScripts.com