La realidad de la violencia

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

La inseguridad, la violencia y la presencia de la delincuencia organizada en el estado de Tlaxcala son temas ineludibles en cualquier conversación de café, son una realidad indiscutible y un tema que sigue siendo negado por el poder. La imagen traducida en puro deseo de que esta era la entidad más segura del país poco a poco se va diluyendo y de ello sólo va quedando el recuerdo y el discurso necio de paz y dulzura social.

Los recientes descubrimientos de cuerpos en cualquier parte de la geografía tlaxcalteca ponen en su sitio el idealismo institucional y nos abre los ojos respecto al grado de descomposición social en que nos encontramos y que este fenómeno es acorde con la situación de inseguridad en todo el país. Ya no hay forma de negar ni de ocultar que en Tlaxcala, como en el resto de nuestra patria, el mínimo desacuerdo entre la mafia se cobra con balas y sangre. Ajustes de cuentas y cobro de deudas se van convirtiendo en normalidad.

Duele, en verdad, que esas víctimas sean muchachos de entre 20 y 34 años de edad. Son gente en plena vida, con un horizonte diferente y lleno de oportunidades, son jóvenes deslumbrados por la falsa riqueza que da la vida fácil… son chicos engañados por reclutadores que les prometen la vida que observan en los corridos y series televisivas en donde el dinero, las mujeres, las camionetas de lujo y el poder son la adjetivo y un mundo posible. He escuchado estudiantes de secundaria y de preparatoria decir que prefieren una vida en la opulencia y no una vida en la miseria; saben, creen que van a morir o a caer en la cárcel pero aun así aspiran a ser glorificados e inmortalizados en canciones norteñas o en programas de la Televisión. A eso juega y le apuestan a poco.

Los chicos, en algún momento de su adolescencia y juventud, ven escuro, incierto, improbable y hasta imposible un futuro dentro de los negocios o la profesión. Se les cierran las puertas, se les obstruye el avance, se les niegan las oportunidades y son objeto de burla por parte de los adultos. La ausencia de valores y opciones les abren el camino hacia el dinero fácil. Encuentran en los grupos delincuenciales la alternativa para figurar, para tener dinero, fama y representar el miedo, los lujos y el poder. Se deslumbran y terminan muy pronto, muchas veces en fosas clandestinas, otras ocasiones en la cárcel y las menos, en el hospital.

Los muchachos de Tlaxcala están en los mismos niveles de riesgo que los del norte de la república o de la entidad que usted quiera. Tienen las mismas inquietudes y por lo que se ve, caen de la misma forma en las garras de la delincuencia. Basta con entablar una charla informal con cualquier estudiante para conocer su verdadera forma de pensar y esta, se basa, en la mayoría de los casos, en la obtención del dinero fácil. Les parece imposible terminar mal. Incluso sueñan con innovar, mejorar y superar los métodos de enriquecimiento y de burlar la ley. Puede ser que en una plática no se pueda obtener toda la realidad del entrevistado, pero da una idea de lo que hoy está en la mente de la juventud.

Así, en los últimos días muchos hombres y mujeres de la otrora entidad más segura del país y sucursal del mismísimo paraíso, se han dejado deslumbrar por la aberrante oferta de riqueza fácil, se han pasado del lado de los malos y ahora son noticia por pasar a formar parte de las estadísticas de ejecutados con saña y cuyos cuerpos han sido arrojados cual objetos sin valor en cualquier baldío y para ejemplo de los futuros ambiciosos e inexpertos.

Lo peor es que se nos está haciendo costumbre el hallazgo de cuerpos mutilados, quemados, destazados, ejecutados con el tiro de gracia y sepultados de forma clandestina. En terrible que ya no nos sorprenda el clima de violencia ya instalado en la entidad y que sigamos creyendo que eso les pasa a otros, que nosotros somos inmunes sin entender que nosotros somos los otros y que estamos en el mismo riesgo pues se quiera o no, en esta sociedad todos somos una posibilidad.

El gobierno, en vez de estar presentando cuentas alegres e imposibles, debería dirigir los esfuerzos a la prevención de la violencia desde la escuela, pero con la programas reales y viables, avanzar sobre los valores humanos, educar al mismo tiempo que enseñar y fomentar el respeto, la tolerancia y la igualdad entre otras muchas. De no ser así, sólo estaría soñando imposibles.

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