Inaceptable la violencia en las escuelas

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

La violencia en las escuelas es más frecuente de lo que se dice o se sabe y sus consecuencias son mucho peores. Las acciones agresivas, sean físicas o verbales entre alumnos, dejan cicatrices muy profundas y muchas veces ese comportamiento reprobable es la puerta a venganzas, a frustraciones y en algunas ocasiones, al suicidio.

La violencia es inaceptable, es reprobable, condenable, es estúpida. La violencia en cualquiera de sus formas y tiempos, entre quienes se ejerza y los pretextos que la traten de explicar, no debe ser siquiera una opción ni la ultima alternativa: simplemente no puede ni debe existir. La agresión entre muchachos no se justifica, no puede ser siquiera un argumento.

Lo ocurrido en San Francisco Tetlanohcan entre dos mujeres estudiantes del CBTA 134 no debió tener lugar. El hecho exhibe en toda su grotesca magnitud el nivel de descomposición social y la falta de valores entre los involucrados. El nivel de violencia exhibido por los agresores demuestra el tamaño de su ignorancia, brutalidad e instintos. Absolutamente nada justifica su actitud, no existe argumento que sirva. Simplemente fue un hecho absurdo, indignante.

La violencia en las escuelas secundarias y preparatorias del estado de Tlaxcala es común, continua, diversa, grave. Los hombres y mujeres estudiantes se pelean por todo y por nada. Generalmente al salir de clases se citan en un lugar apartado y se lían a golpes sin que pase a mayores: cada cual con sus moretones. Pero también ocurren batallas campales programadas o involuntarias. Ahí hay descalabrados y narices rotas, ropa desgarrada y sangre.

Explican sin justificar ese comportamiento violento por cuestiones sentimentales. Ellas o ellos se “quitan la pareja” Pero el pretexto puede ser también porque se deben dinero, o se caen mal, son origen o destino de chismes o simplemente quieren demostrar superioridad y medir sus fuerzas buscando el dominio y la intimidación. Nada de eso es válido para las consecuencias funestas de la agresión.

El “tiro” es de uno a uno, o más de uno, pero en número parejo. Nadie defiende ni ayuda a nadie y pierde el que dice “ya estuvo” o cuando es evidente la derrota de aquel o el triunfo de alguno. Esos son “entres” de iguales. Esos retos dejan satisfechos a los protagonistas y no hay más allá de un labio hinchado o manchas de sangre en la camisa; son enfrentamientos entre iguales y a algunos les sirve para mejorar sus técnicas o para convencerse de que eso no está bien y que no debe haber otra vez.

Lo condenable, aborrecible, absurdo y estúpido es cuando los adultos se involucran y en grupo buscan vengar la derrota de uno de los contendientes y lo es más cuando el ataque cobarde se lleva a cabo en tumulto dejando sin oportunidad de defenderse a la víctima y cuando se agrede a otros jóvenes que, de cualquier forma, jamás debieron dejarle abierta la posibilidad a la violencia. Toda forma de Agresión es muestra de una raza incivilizada e inculta.

La agresión de un grupo insensato de adultos a una chiquilla estudiante del CBTA 134 de Tetlanohcan ha traído consecuencias y estas deben terminar con la aplicación de la ley. Nadie puede ni debe hacerse justicia por propia mano y son las autoridades quienes deben deslindar responsabilidades y aplicar sanciones. Las venganzas no pueden ni deben tener cabida. El castigo a los culpables debe ser ejemplar y por ningún motivo se debe permitir la impunidad.

La violencia exhibida y ejercida el viernes 30 de septiembre de 2022 en el que resultara gravemente herida una muchacha de Tlaltelulco no puede repetirse en ningún lado y esta forma negativa del comportamiento debe ser condenable por toda la sociedad en la medida en que algunos adultos, con total irresponsabilidad y alevosía intervinieron y demostraron su estupidez y brutalidad, participaron hasta enviar al hospital a la agraviada.

Pero quiérase o no, la culpabilidad de la violencia que desató la venganza de una pelea previa igualmente condenable, es de todos, o de muchos. La sociedad de vuelve cada vez más intolerante y en el vocabulario de los jóvenes no existe ya la palabra respeto, igualdad, tolerancia, empatía, amistad. Los adultos no fortalecemos la personalidad de los jóvenes con valores humanos y les hemos enseñado que es con la violencia como se deben arreglar las cosas.

A la hora de repartir culpas vamos a señalar con índice de fuego a los directivos del plantel, a las autoridades municipales, a los maestros y todo el mundo, pero, sin eximirlos de alguna pena, son todos los menos responsables y culpables, o no lo son tanto como aquellos que debieron inculcar en los muchachos el respeto y los demás valores insustituibles y obligados en el comportamiento humano.

La educación y los valores se dan en casa y se inculcan por medio del ejemplo. En la escuela los chicos sólo reciben el conocimiento, la ciencia y la técnica.

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