¿Fin de la pandemia?

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Para la mayoría de los Tlaxcaltecas, la pandemia que tuvo en vilo a toda la humanidad ya pasó. Muchos consideran que lo peor de la crisis mundial de salud quedó en el pasado y que ya es tiempo de salir de las restricciones sanitarias que nos fueron impuestas y que nos salvaron la vida en el pasado cercano. Por eso es que una gran cantidad de personas ya no portan el cubre boca y en algunos lugares de reuniones masivas ya no aplican gel antibacterial, no desinfectan con aspersores y mucho menos solicitan el esquema completo de vacunación.

Para un sector de la sociedad han quedado atrás el miedo, la incertidumbre y la duda que representó el COVID 19 y sus consecuencias y por lo tanto, el regreso a la normalidad les representa o significa olvidar las prohibiciones y limitaciones de movilidad y eliminar de su rutina los objetos o actitudes y acciones que nos impuso ese virus mortal.

Somos los sobrevivientes de una de las peores crisis de salud que haya vivido la humanidad en su historia como pobladores del planeta tierra. Somos aquellos afortunados que podremos contar la historia a las futuras generaciones y somos los que vamos a rendirle homenaje o cuando menos un recuerdo, a aquellos que no la salvaron, que se fueron antes de que se inventaran las vacunas, cuando aún no había largas filas para inmunizarse y cuando todavía no abrían la boca los opositores a la aplicación del biológico quienes finalmente se vacunaron y los que no… se murieron.

Para muchos en Tlaxcala ya no es necesario utilizar la mascarilla; algunos ya ven ocioso ese tema de la sana distancia y el mantenerse alejados metro y medio en las filas del banco o de la leche. La aplicación del gel con alcohol ya pasó a mejor vida y viajar en el transporte público como sardinas ya es parte de la vida normal, la de antes de la pandemia. Más como deseo que como posibilidad los ciudadanos están urgidos de olvidar ese tema y de borrar de las paredes y de la memoria los mensajes e imágenes de recomendaciones sanitarias.

Si bien es cierto que para algunos pocos jamás existió la sana distancia, ni la obligación del uso de gel antibacterial, ni hubo limitaciones para reunirse con otras personas y muchos menos hablaron de la precaución personal y colectiva para no infectarse, esos pocos no escaparon al riesgo de morir y no se escondieron del miedo permanente de enfermar pues todos, absolutamente todos, fuimos esa posibilidad y supimos que el bicho estaba cercano, acechando, cazándonos y manteniéndonos en vela y sintiendo los pasos del COVID atrás.

El virus, necio, obstinado, se transformó, se dividió y con otro nombre o variante se volvió a hacer presente y obligo a los pueblos del mundo a refugiarse, a ocultarse de la muerte; si no de una forma, de otra, pero siempre fue amenaza y nos persiguió hasta nuestras pequeñas comunidades y aldeas siguiendo a ricos y pobres, guapos y feos, influyentes y anónimos para arrebatarles la vida y para dejar en claro que no somos nada y que esta pandemia fue la más democrática e incluyente y anti racista pues no distinguió de ninguna forma.

Así es que la crisis, dicen muchos ya pasó. Y eso amerita festejo. Por eso nos otorgamos el permiso para hacer bailes y asistir a cuanta pachanga se nos ponga enfrente. Y ya pudimos organizar o participar o asistir al carnaval ¡con la falta que nos hacía! Y ya podemos tener la oportunidad de celebrar la Semana Santa como debe ser, con procesión y sábado de gloria y playa y baño a cubetazos como dicta la costumbre y tradición.

Para el mundo, para los mexicanos y tlaxcaltecas era urgente regresar a la vida “normal” con todo lo que ello implica. Así es que dispongámonos al gentío de todas partes, a los encuentros deportivos de los domingos con sus respectivos borrachos uniformados, a las misas masivas y a las procesiones devotas. Volveremos a sufrir el endemoniado embotellamiento del medio día entre el infernal calor, nuevamente seremos testigos de marchas, manifestaciones, bloqueos. Dispongámonos a la normalidad de los tianguis y los bailes sonideros. La vida sigue para los que no fuimos descubiertos por el virus, por la muerte, por la tragedia.

Según que ya acabo la crisis, que ya todo está normal. No para las autoridades de salud ni para el gobierno que mantienen ciertas medidas preventivas, pero para la gente sí. ¿Será?

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