Fin a los muros de la ignominia

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Cualquier forma de muro, barrera u obstáculo que pretenda impedir el libre paso o el acceso de un sector o grupo de personas hacia sitios privilegiados o a seres con cualquier tipo de representación popular, sin discusión alguna, es una aberración. Y quien haya ideado, ordenado, financiado y realizado la construcción de una valla, como grupo o como individuo, sin duda representa la ignorancia, la estupidez y la culminación de la pérdida del respeto y del sentido común.

Tratar de impedir el contacto de la sociedad con los diputados del congreso del estado de Tlaxcala, empleados del pueblo, siempre representó una ofensa general para la entidad. Sugerir que el patrón no debe vigilar ni estar cerca del trabajador y que el legislador debe estar a salvo del escrutinio popular es absurdo en todas sus formas de acepción y pensamiento.

Cuando legislatura local a través de sus ignorantes diputados determinaron construir un muro físico al interior del palacio legislativo de Allende, pretendieron alejar a quien los puso ahí e impedir su cercanía a la que consideraron molesta, buscaron evitar el contacto de la gente con sus representantes y trataron de enviar el mensaje en el sentido de que en Tlaxcala hay ciudadanos de primera, de segunda y tercer. Los diputados, entonces, se convirtieron en una casta superior, en los elegidos, los ungidos, los supremos que deberían, tenían que estar lejos de la gentuza.

La pasada legislatura, sin duda y por sentencia popular, los peores en la historia legislativa de Tlaxcala, prometieron derribar los muros de la ignominia y con esa promesa, refrendaron su falta de principios, la ausencia de compromisos y el nulo respeto a los tlaxcaltecas. Los muros representaron siempre una afrenta, un gesto humillante y un monumento a la estupidez que tenían que desaparecer para recuperar la dignidad y honor de gobernantes y gobernados.

Para limpiar la imagen del legislador tlaxcalteca y para devolver el sentido amplio de Honorable al Congreso de Estado se tenían que tomas decisiones lógicas y tangibles. Nunca hizo falta dinero ni tiempo para tirar las barricadas de la ignorancia, sino voluntad. Por ello, la actual legislatura local no debería dudar en derribar los muros. Era urgente. El mensaje a los tlaxcaltecas habría de ser congruente con el discurso político y la promesa de campaña. Ni siquiera se necesitaba valor o pedir permiso a alguien: simplemente dar al orden de eliminar todo signo de discriminación e ideas separatistas. Y se hizo.

Se vio al diputado Rubén Terán Águila junto con otros de sus compañeros preparar los trabajos y fue así como después de la sesión ordinaria, en medio de la expectación pues pocos creían que tirar los muros al fin se iba a hacer realidad, obreros de la construcción dieron inicio a la desaparición física de lo que por muchos años representó la vergüenza de los diputados y la ofensa para el pueblo.

Para muchos esta acción pudo ser intrascendente, pudo ser un acto indigno de atención e innecesario foco de atención de la prensa. Para quienes saben lo que representó el muro de Berlín, vergüenza del mundo desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989, comprenderán lo absurdo que representa separar a las personas. El muro que construye Israel para impedir el contacto con sus vecinos de Cisjordania es también el símbolo de la incapacidad del hombre para convivir y el ridículo muro fronterizo que quiso construir Donad Trump en la división de México con Estados Unidos significa la mente simiesca de unos cuantos que pretenden separa a unos de otros. En el mudo ya se han cometido muchas estupideces; Tlaxcala no necesitaba otra. En el mundo ya hay muchos imbéciles; Tlaxcala ya no necesitaba otros… qué necesidad…

Cualquier forma de muro que pretenda impedir el contacto de unos con otros será siempre un signo de ignorancia e intolerancia.

Los muros de tablarroca del congreso ya no existen y nunca debieron existir. La voluntad de los actuales legisladores está demostrada al menos en ese respecto. Falta que la ideología de transformación social sea haga realidad y para ello, también es necesaria la caída de otros muros al interior del congreso como la que mantienen quienes ahí trabajan como administrativos y que se sienten dueños del edificio y hasta de la silla en la que se sientan y que también el pueblo les ha comprado.

Ni en el congreso ni en ningún otro edificio público del estado de Tlaxcala deben existir barreras. Idear u ordenar crear murallas para impedir el paso del pueblo debe considerarse siempre un abuso de autoridad y una exhibición de ignorancia.

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