En el contexto actual de la educación ¿Se estudia igual en la pobreza?

Yorvelin Montalvo Solano

 

 

El lunes 24 de agosto, en el país, regresaron alrededor de 30 millones de estudiantes a clases, pero, esta vez, a través de canales de televisión (Televisa, TV Azteca, Imagen Televisión y Multimedios), quienes firmaron un convenio económico con el Presidente de la República, dejando de ser así los instrumentos mediáticos de la “mafia del poder”, para ser las loables instituciones que, ante esta crisis sanitaria, “guiarán” la formación de los estudiantes. Esto, como una medida para atender la formación académica de la misma cantidad de estudiantes arriba ya mencionada.

Medida que fue anunciada previamente por el Secretario de Educación Pública Federal, Esteban Moctezuma Barragán, quien, además, afirma que otros países se rindieron cancelando las clases, que quizá otros países no cuenten con el compromiso como el del magisterio mexicano, que quizás otros países no posean el tamaño del corazón de madres y padres como los nuestros, que quizá nuestras niñas, niños y y jóvenes desean aprender más que nadie en el mundo, que quizá otros países no posean un gobierno tan cercano con su pueblo, o que quizá se todo esto junto.

Sin embargo, no se dice claramente en qué condiciones esos millones de estudiantes van a regresar a clases. ¿Realmente todos cuentan con las condiciones tecnológicas, económicas y de infraestructura para responder a esta nueva modalidad educativa? No se estudia igual desde la pobreza. Es verdad que ningún país, ningún gobierno, estudió cómo responder ante diferentes problemas provocados por una pandemia, incluida este de la educación, pues aun los países en donde se invierte mayor presupuesto a la educación y con mejores resultados en la evaluación del conocimiento, los tomó de sorpresa, pero curiosamente no optaron por iniciar clases remotas. ¿realmente en esos países no habrá un compromiso con los estudiantes, ni el gobierno esté tan cercano con el pueblo, o las niñas, niños y jóvenes no desean estudiar?

Si bien es cierto que ningún país estaba preparado para esto, también es cierto que no se arriesgaron a experimentar con propuestas al azar que atenderá de manera desigual a la comunidad educativa, como si se hace en un país donde el Estado confía en una educación remota (con TV, Internet, celular y computadora) con un acceso desigual en el uso de las herramientas tecnológicas, pues solo el 5% de los estudiantes pobres tienen computadoras, y quienes cuentan con televisión, se llevaron la sorpresa con que algunos canales no transmiten lo dicho por la SEP y en algunos casos los horarios no coinciden.

En México, en promedio 80% de los estudiantes ricos y el 45% de los estudiantes de los estratos más bajos, en educación primaria, cuentan con computadora e internet en casa, de acuerdo a datos de la OCDE. Y de acuerdo a cifras del Programa de la ONU para el Desarrollo, solo el 44.3% de los hogares cuentan con computadora y 56.4% tienen conexión a internet, en las comunidades rurales disminuye hasta 20.6% y 23.4%; y Tlaxcala, según el Índice de Progreso Social 2019, que mide el desarrollo social de 149 países, se ubica en la posición 24, de las 32 entidades, con un 58.19%, pues sólo el 34.1% de sus hogares cuentan con conexión de internet, 39.20% con acceso a una computadora y 71.19% cuenta con teléfono celular.

Así, la realidad nos dice que, aunque la mayor parte de la población cuente con televisión, exceptuando a los que hasta ahora han tenido dificultad para sintonizar los diferentes canales o simplemente no cuentan con una televisión, puedan asistir puntualmente a sus clases, la ausencia de las herramientas tecnológicas, sumado a la poca habilidad de algunos padres de familia para utilizar la tecnología y ayudar a sus hijos, así como de los mismos docentes (consta

decir que hay docentes que se desesperan y toman una actitud insensible ante estas circunstancias), los estudiantes no podrán entregar las tareas que se les exigen, lo que evidentemente les afectará en los resultados de su “preparación académica” de manera desproporcionada, graves consecuencias para el país por la producción de una generación poco preparada.

No hace falta que el Foro Económico Mundial (FEM) nos diga que el coronavirus ha expuesto la fragilidad del sistema educativo, problema que ya se tenía antes de esta pandemia y ahora la hace más evidente, basta con ver el impacto que las clases en línea y por televisión ha generado, sobre todo, en las comunidades más vulnerables. Quienes no tengan acceso a una televisión, a internet, a una computadora y a un celular, estarán lejos de obtener una formación académica más sólida, de manera científica y humana. Esto solo ampliará la brecha de desigualdad en el aprendizaje entre estudiantes de familias pobres y quienes provienen de contextos económicos más favorables.

En este contexto, lo que es bueno para la clase dominante, debe ser bueno para la sociedad con la cual se identifica ella. Por ello, cuando más progresa la civilización, más obligada está de cubrir con el manto de la caridad los males que ha engendrado fatalmente, a pintarlos de color de rosa o a negarlos. Introduce una hipocresía convencional que muchos no advierten por temor o por falta de capacidad intelectual. Así, las autoridades educativas, respaldadas por el titular del poder ejecutivo, advierten que esta nueva modalidad educativa es única en el mundo y que resolverá en gran medida el problema que atraviesa el sistema educativo, so pretexto de que en la estrategia de Aprende en Casa I se obtuvieron resultados muy favorables y fue todo un éxito. ¿pero quién gana realmente con esto? ¿serán las madres y padres con gran corazón que viven desempleados o que sus ingresos son ínfimos y no cuenta con las herramientas tecnológicas, quienes, además, no pueden dar un acompañamiento puntual y constante en el aprendizaje de sus hijos? O ¿las grandes televisoras, los dueños de las compañías celulares, los dueños de la red de internet y empresas que esperan que los padres de familia se endeuden comprando una computadora o televisión?

El actuar de la 4T opera en una constante contradicción. Por primera vez en la historia de la humanidad, una generación de más de 600 millones de estudiantes, vieron cambiar el modo de aprendizaje, el cual exige otras condiciones que muchos países, como el nuestro, no cuenta pero que pudo atenderse si los gobiernos le pusieran mayor interés económico al sector educativo. Se debe actuar frente a esta urgencia educativa y no culpar a administraciones pasadas, justificando, en caso de nuestro país, el combate a la corrupción (que no es la causa real de todos los males) con el pretexto, primero, de limpiar de este virus al país y así, según ellos, generar mayores ingresos económicos para atender a los que menos tiene.

Hoy, la sociedad parece haber retrocedido más allá de su punto de partida; en realidad, lo que ocurre es que tiene que empezar por crearse el punto de partida revolucionario, uniéndose los más afectados de este y de los anteriores gobiernos. La realidad actual, lejos de debilitar al pueblo oprimido y refugiarse, como siempre, en la fe en el milagro (lo que tanto promueve el presidente de la república): creyendo vencer al enemigo con solo descartarlo mágicamente con la fantasía, perdiendo toda la comprensión del presente ante la glorificación pasiva del futuro que espera y de las hazañas que guarda in petto, pero que aún no considera oportuno revelar, debe actuar con prontitud, organizándose conscientemente hacia un fin común y erradicar por completo este sistema neoliberal, el cual no se eliminará de facto con el simple discurso de un presidente moralista, lo que afecta no solo en el terreno educativo, sino en lo económico, político y social.

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