Desde el prisma privilegiado del poder

La responsabilidad del ciudadano no debe terminar con depositar su sufragio, sino empezar a formar parte de un gobierno mediante la propuesta y la suma de esfuerzos

Bernardino Vazquez Mazatzi

En realidad, en México no a todos nos preocupa lo mismo. Los partidos políticos están dentro de su propia lucha por permanecer o por no desaparecer, pero siempre, se ubican lejos, infinitamente lejos de la sociedad que los mantiene y a la que debieran servir.

Los políticos también están en su mundo, alejados de la sociedad que los ha hecho, apartados del pueblo que sólo les sirve para votar y para mantenerlos en el poder que los mantiene en una de las castas superiores de este país.

Los gobernantes también habitan otras dimensiones, se han concentrado en creer que es realidad el mundo que han creado en su mente y se mantienen en la creencia de que la gente los ama, que sus obras son de a de veras, que su gestión en verdad transformó su entorno, la historia del país y del mundo y que incluso modificó las normas del universo.

El panorama que observan los elegidos por el destino o por el pueblo es diferente, infinitamente distinto a la realidad cotidiana, agresiva, violenta, cruda, que perciben los gobernados, quienes cada vez más y con mayor intensidad no se sienten representados ni atendidos ni comprendidos por los gobernantes, y tampoco por los partidos políticos ni por quienes de ellos viven.

La realidad que percibimos desde el pueblo, desde la base social mayoritaria, desde la perspectiva de esa realidad lacerante y dura, nada tiene que ver con el discurso triunfalista, con las frases hechas y vanas de los tecnócratas, con las estadísticas y las gráficas a modo o con la desinformación de los medios de comunicación al servicio del poder.

Si bien México no es la tragedia que antecede al final de catástrofe pues es una nación mucho más que gobiernos y políticos corruptos, más que ineptitud e incompetencia, más que la traición a la confianza de policías de todos los niveles, sí hay una parte del poder que necesariamente habrá o debería ser extirpado de la sociedad si es que en verdad hay el anhelo, la necesidad y la urgencia de que algo cambie en este país.

Los gobiernos, de todos los niveles, de todos los partidos y sobre todo de los tiempos más recientes, han permitido el nacimiento, han tolerado el crecimiento y han alentado el fortalecimiento y la existencia de la delincuencia organizada institucional o del narcotráfico, de la corrupción a niveles escandalosos y de la impunidad en todos los ámbitos del poder. Esto debe ser, primero, aceptado con vergüenza y humildad y luego, erradicarlo.

La sociedad mexicana, inmersa en la incertidumbre económica del entorno global, horrorizada por el poder del narcotráfico, por la violencia irracional del crimen organizado, por la impunidad con la se desenvuelve el poder, por la pobreza extrema de millones de compatriotas sólo favorecidas por los buenos deseos del discurso, no aceptamos el país de fantasía que nos ofrecen ni queremos seguir con esos partidos y esos políticos que están a años luz del pueblo.

En las elecciones de este año, nuevamente habrán de llegar algunos gobernantes creyendo que la luna es de queso y que van a cumplir todas sus promesas sólo con el poder de su discurso, habrán de privilegiar el enriquecimiento personal como pago a su sacrificio y a colocarse como muchos muy lejos de la realidad que lacera a los ciudadanos y que no van a poder ver porque desde su fortuna no se alcanza a ver.

No debemos caer en la utopía. No tiene caso esperar mucho de los partidos ni de los políticos que están entretenidos tratando de negar que conocen y la amistad de dirigentes nacionales saqueadores, gobernadores delincuentes y alcaldes corruptos y senadores y diputados en las filas de la delincuencia. El cambio no es de partidos ni de candidatos: está en el compromiso social que debe tener conciencia plena del poder que representa su voto y no elegir sólo por prebendas, sino por un proyecto y un compromiso.

La responsabilidad del ciudadano no debe terminar con depositar su sufragio, sino empezar a formar parte de un gobierno mediante la propuesta y la suma de esfuerzos, proyectos y responsabilidades. Los gobiernos deben sentir todo el tiempo y en todas sus acciones y omisiones y sin miramientos la mirada del pueblo que simplemente no ve lo mismo que ven los gobernantes desde el prisma privilegiado del poder.

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