Adiós, amigo, fue un honor conocerte

Bernardino Vazquez Mazatzi

Efrén recibió la llamada a las diez de la mañana. Al ver la pantalla de su teléfono celular supo que era su “camarada” del estado de México, compañero de trabajo en el negocio de la venta de ropa en los tianguis. Se le iluminó el rostro pues estima mucho a su amigo y compañero de ventas y hasta de tragos.

¿Qué te pasa, camarada? ¿Dónde andas?

_Hermano, estoy muy mal… Su voz era débil _ ¡Acaba de morir mi mamá! ¡Mi papá está muy mal!; creo que también va a morir.

Efrén no supo que decir… balbuceo. Quiso decir palabras de aliento a su amigo pero no puedo.

_Hermano, yo también estoy enfermo: fuimos contagiados del maldito virus.

El chico, con el rostro pálido, trató de calmar al amigo de muchos años de compañerismo, de aventuras en los mercados sobre ruedas, en las largas horas de desveladas al lado de una botella de torres diez, de coqueteos con las clientas.

“No te preocupes… con lo de tu jefa ya nada se puede hacer… pero tu papá y tú la van a librar, no pienses cosas. No manches, todavía tenemos mucho que hacer; ya habíamos quedado en que nomás pasaba este desmadre del virus y regresaríamos al jale… no te agüites…”

_No, camarada, esto es serio, neta, estoy seguro que no la vamos a librar. No podemos hacernos ilusiones. Te hablé para despedirme de ti, para decirte que eres a toda madre, que no he conocido a nadie tan buena onda como tú.

“No chingues, no te va a pasar nada…”

_Sigue así, cabrón, así de a toda madre, alegre, chambeador. Cuídate mucho, por favor. Cuida a tus jefes. Cásate y ten muchos chavos.

“¿En serio estás así de mal? Algo se tiene que hacer… ¿Qué te han dicho los doctores? ¡Si quieres vemos médicos particulares; si es por varo no hay bronca! No mames, no te puedes morir. Yo también te considero a toda madre, uno de mis mejores amigos…”

La voz del otro lado de la línea se interrumpía de vez en cuando.

_No te preocupes, camarada, esta vez nos tocó perder, ya no hay otra oportunidad; se acabó, hermano, se acabó.

“Dame tu dirección para ir a visitarte, para apoyarte, para llevarte algo…”

_No mi hermano, te hablé para despedirme de ti y hacerte saber lo mucho que vales, lo que representaste para mí, para desearte éxito, para pedirte que le eches ganas, para que te cuides; no salgas de tu casa, por favor. Fuiste a toda madre; estoy orgulloso de ti.

Efrén llora frente a otros de sus amigos que no alcanzan a entender qué pasa. Se derrumba sobre un sillón y se le cortan las palabras…

Del otro lado de la línea, apenas audible y entre una tos persistente se escucha la voz de su camarada:

_Adiós, amigo… fue un honor conocerte…

Luego silencio.

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3 Comentarios

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