Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Las recientes muertes de niños, asesinados a golpes por adultos, la violencia generalizada y permanente en contra de la mujer y las agresiones absurdas e innecesarias entre estudiantes, hombres y mujeres de cualquier lugar del estado, debieran encender los focos rojos y despertar mayor interés y acción de absolutamente todos.
La violencia extrema de la que hemos sido testigos con la muerte de un bebé en el municipio de Contla y el crimen aborrecible del asesinato de un niño en el municipio del Carmen Tequexquitla, nos hablan de una descomposición social e individual que ha llegado a niveles inauditos e inaceptables. Más que explicaciones técnicas y científicas, más que discursos triunfalistas y presupuestos inútiles, debemos hacer un alto y tratar de comprender y aceptar qué demonios nos está pasando y tratar de rectificar.
A nadie con la mínima educación, con poca consciencia, con mínimo sentido común, podría siquiera imaginar quitarle la vida a una criatura. La mayor muestra de brutalidad, ignorancia, estupidez y falta de humanismo se muestra ante nuestros ojos al conocer noticias tan terribles como saber que seres bestiales le quitan la existencia a un inocente, cuánta cobardía, odio y desprecio por la vida puede existir en un individuo para apagar los latidos de un pequeño.
Muertes injustas, innecesarias, absurdas, producto de una sociedad podrida y desorientada que sacia su sed de sangre en indefensos, en seres que debieran encontrar en los adultos la protección y calor, vida y esperanza. No hay forma de explicar, justificar o pretextar la violencia hacia un ser tierno y con la vida iniciando. No cabe en una mente sana y apenas culta o inteligente encontrar un motivo para asesinar a sangre fría y con violencia extrema a un niño.
Pero la violencia no sólo se ejerce en contra de seres que apenas descubre el mundo y la vida, sino en contra de mujeres que día con día encuentran en su círculo cercano a sus verdugos. La mujer igualmente encuentra en su pareja a su victimario cuando debiera hallar cobijo, comprensión, apoyo, amor, ternura… golpear a una mujer es el acto más cobarde y ruin de alguien, sea hombre o mujer. Ejercer violencia en contra del ser más bello, perfecto, humano y tibio debe considerarse el acto más condenable y sin posibilidad de perdón.
La violencia nuestra de cada día la encontramos en todos lados, a todas horas, en todos los niveles económicos, sociales y culturales; la violencia hacia la mujer es el delito que se cuenta se cuenta por docenas cada minuto y sus consecuencias no son siquiera posibles de contabilizar e imaginar. Una mujer violentada no sólo termina con las huellas de los golpes, sino con el corazón herido, con la desesperanza a flor de piel, con el temor y la duda de ser agredida por ser mujer y muchas veces, por desgracia, termina muerta…
Hay hombres violentos que agreden a la mujer. Pero también hay mujeres que igualmente ejercen violencia irracional contra seres de su propio género. La golpiza que recibió una alumna del CBTA 134 de Tetlanohcan no provino de alguien del sexo opuesto, sino de otras mujeres igualmente cegadas por el odio, la sinrazón, la estupidez y la ignorancia. Nada, absolutamente nada justifica una acción de esa naturaleza, nadie puede aceptar que haya seres con ese nivel de brutalidad y animalismo.
La violencia nos está rebasando, en algunos rubros ya nos lleva la delantera. Y nosotros, todos, no tenemos el antídoto, no sabemos cómo sacudirnos ese fantasma, ese engendro, ese cáncer, esa mal que nos está eliminando y que nos lleva al canibalismo, a la autodestrucción. Estamos indefensos ante nosotros mismos, de nosotros mismos.
Algo, algo debemos hacer, algo tenemos que hacer, y no precisamente o no sólo desde el gobierno y las instituciones, sino desde nuestra consciencia y nuestro sentido común; algo tenemos que hacer pues por cada hora que pasa, por cada día que transcurrimos, se va haciendo demasiado tarde.