Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
El año que recién termina pasa a la historia como el de los intentos, las provocaciones, las búsquedas, las posibilidades, las intuiciones y las propuestas. Se quiso, se propuso, se gritó, se hizo acto de presencia, se buscaron alternativas, se alzó la voz y se exhibió la intolerancia a la que se disfrazó de derecho y lucha. Pero todo argumento, agresión, alboroto, acusación, prohibición, alarido, exigencia y presencia no abrieron siquiera la posibilidad de un cambio de mentalidad y mucho menos la intención de resolver las inconformidades o los pedidos de paz y justicia, de igualdad y tolerancia.
Así es que el año 2019 pasa a la historia como el año en que los políticos, antes en la abundancia y el poder y ahora en la oposición, expulsaron con vehemencia y ardor cuánta acusación y crítica tuvieron a la mano y en la boca y desearon fervientemente el fracaso del nuevo régimen de gobierno sólo para demostrar que tenían presunta razón. Recordaremos este año como el que fue motivo y pretexto para que las mujeres alzaran la voz y de forma equivocada exigieran un lugar que no se exige sino que se gana y que se encuentra en la consciencia y la tolerancia y no en la violencia.
Como quiera que sea, es bueno que las mujeres busquen su supervivencia y griten en libertad, aunque en la práctica su discurso no sea más que un catalogo de incongruencias y buenas intenciones, que haya dentro de su movimiento y lucha quienes sólo busquen notoriedad y reflectores, que en su vida personal también sean las que violan los derechos que dicen defender y sean capaces de vender los ideales.
2019 sirvió para hacer un balance de cuánto nos hace falta, de lo que merecemos y pedimos, de lo que podría ser y debería ser. Así es que levantamos la voz y nos manifestamos, bloqueamos calles, hicimos mítines, tomamos oficinas, realizamos plantones, nos enfrentamos y nos gritamos, demostramos que podemos pues vamos en bola, propusimos a gritos y con violencia y con injurias expusimos nuestro punto de vista, opinamos con insultos y denostamos lo que se opone a nuestro punto de vista e intereses pues creímos y creemos que así se nos va a dar, se nos va a hacer caso, se nos va a tener miedo, se nos va a obedecer y a conceder la razón.
A la hora del balance nos damos cuenta de que muy poco o nada se consiguió pues hace falta entender, entes de exigir, que estos son otros y muy diferentes tiempos, que las inercias y usos y costumbres, complicidades y compadrazgos terminaron, que hay mayorías agraviadas y anhelantes de justicia, que el chantaje y el favoritismo no son ya la opción, que poner fin a la corrupción era preponderante y que el diálogo, la comunicación y la conciliación ya tienen un espacio y una oportunidad.
El año que se fue nos dejó la posibilidad de entender las cosas desde otro ángulo, de aceptar otros puntos de vista, de dar la posibilidad a otros pensamientos y formas de hacer las cosas. Quienes ahora están no son mejores, ni peores, ni son magos con trucos e ilusiones, ni benefactores ni dueños de la verdad absoluta, ni victimarios ni ogros… son simplemente diferentes, con otro lenguaje, con otras estrategias, con distintas formas de darse a entender. No buscan ni esperan aprobaciones, sino confianza, sólo quieren tiempo, comprensión y apoyo.
El año que se fue, pese al resumen, para algunos de resultados negativos, trágicos, oscuros, pese a malas experiencias y retos inimaginables, no obstante de malos augurios y hasta deseos catastróficos, fue bueno, excelente, en todos los órdenes. Simplemente porque no fue la tragedia pronosticada y hasta deseada por algunos, porque la nación y la familia se mantienen íntegros, porque hay esperanzas y posibilidades, porque hay anhelos y opciones, porque hay rumbo y alternativas, porque se mantiene intacto el amor por la patria y por quienes son la familia y porque la libertad no ha sufrido un rasguño y porque se mantiene sin alteraciones el anhelo particular y común.
2020 será también de oportunidades y posibilidades, de libertades y sueños, y será, como el año anterior, el tiempo para los logros y los avances. Sin embargo, no es el tiempo medido en años ni el cambio de gobierno ni los rezos ni las buenas intenciones los que harán realidad las cosas, sino el impulso colectivo e individual; cuando este año termine, a la hora del balance, sabremos de qué estamos hechos y si valió la pena vivir.