Advertencia

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista 

 

Hace algunos años las familias tlaxcaltecas tenían la costumbre de “pueblear” en día domingo. Se trataba de ir a desayunar o comer a cualquier comunidad del estado. Por la mañana o al mediodía se trasladaban al pueblo elegido durante la semana y al llegar compraban alimentos que los lugareños ofrecían y luego se visitaba el templo del lugar, oraban un poco, se tomaban fotos y se entablaba conversación con los lugareños. 

Desde hace algunos años esa costumbre de turismo local se perdió. Se volvió un hábito muy peligroso: mortal. Quedar como desconocido en pueblo ajeno, ahora, implica ser sospechoso de algo, representa un riesgo de linchamiento no tener un motivo más válido e importante que el simple hecho de ir a conocer el pueblo. Estar en un lugar ajeno y lejano es quedar a merced de la interpretación o ánimo de los habitantes; es prácticamente quedar desnudo e indefenso… 

Los linchamientos en Puebla e Hidalgo de gente inocente a manos de estúpidos e iracundos vecinos nos dejan la enseñanza de nunca estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Las masas no escuchan, no entienden, no dialogan, no tienen razón, no tienen paciencia, no ven. Las masas son bestias sedientas de sangre, son muchedumbres ansiosas de venganza y frustración acumulada, son el pretexto para el ataque cobarde y la agresión anónima. 

Sólo basta el grito alarmista, la acusación infundada, la mínima sombra de sospecha, el no ser conocido por alguien del pueblo, el señalamiento asesino, para ser rodeado por decenas de personas que una vez convertidas en juez de sentencia determinan la muerte de la forma más cruel e injusta. La brutalidad alcanza niveles de barbarie y se llega al asesinato sin motivo aún en la comunidad más religiosa o católica o cristiana que olvida poner la otra mejilla y se adueña de la vida de su prójimo olvidando cualquier enseñanza de perdón y piedad hasta quedar en lo individual y colectivo como los peores criminales. 

Estar en un lugar equivocado, aún con motivos, es ya muy peligroso, es estar al filo de la navaja, es jugarse la vida en un volado, es prácticamente un suicidio. De cualquier parte puede salir cualquier persona atiborrada de odio, de infortunio e ignorancia; uno que otro sujeto puede vaciar todo su rencor hacia la raza humana y acusar de lo que su calenturienta y podrida mente le dicte provocando la violencia hacia seres indefensos y en algunas veces, inocentes. 

Desde hace ya algunos meses ha desparecido el turismo local; los paseos familiares por los pueblos son ya cosa del pasado, las intenciones de tomar el automóvil y viajar hacia alguna de las más de 400 poblaciones del estado se han olvidado, buscar dónde echar taco placero o qué templo visitar y conocer va quedando en el olvido. 

La psicosis sembrada por ignorantes y profesionales del rumor ha surtido efecto pues pocos o nadie ha notado la ausencia de visitantes a las comunidades. Estar cerca de una escuela, y más si es un jardín de niños o primaria, si se está dentro de un templo y se toman fotografías como cualquier visitante es prácticamente una sentencia de muerte. En una situación así los minutos se tienen contados. No es una exageración. Las cifras hablan por sí solas. 

Tlaxcala es uno de los estados en donde más actos de linchamiento e intentos de justicia por propia mano se registran. Nuestra entidad sobrepasa la media nacional en la que las turbas ciegas y enardecidas atacan con rabia y odio a culpables e inocentes. Quiérase o no, nuestro estado es en donde la policía y las instituciones de justicia se han visto rebasadas y en donde más se carece de acciones efectivas para impedir este tipo de hechos vergonzosos y sangrientos. Ya nos estamos acostumbrando a las noticias que hablan de masas asesinas volcadas sobre individuos que terminan convertidos en despojos humanos. 

En Tlaxcala es donde un policía da el mismo temor que un delincuente pues si bien el segundo impone desconfianza por su decisión de robar o lesionar, el primero somete e intimida por el uniforme y el arma y por los pretextos que da para infraccionar, detener, intimidar y amenazar. En Tlaxcala la autoridad está rebasada desde hace algún tiempo y las personas están en permanente riesgo estando donde no deben a la hora que no debieran. 

La advertencia está planteada: todos estamos propensos a ser linchados primero, por la psicosis imperante en el estado y segundo, por el nivel de violencia e intolerancia de las masas sedientas de sangre y ávidas de violencia; todos los lugares de Tlaxcala, en todo momento, cualquier día y por cualquier excusa, son muy peligrosos.

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