Yo te digo por quien votar
Quien lo ha esclavizado con programas asistencialistas, quien lo mantiene conforme con limosnas demagógicas y populistas
Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista
Por extraño que parezca, los mexicanos no votamos por el mejor candidato en términos de proyecto de nación, sino por aquel que nos prometa más y que nos en ofrezca más ayuda. Los gobiernos no están para socorrer ni para dar limosnas sino para crear las condiciones para que el individuo se desarrolle en lo personal y en lo colectivo, a los gobernantes los elegimos para que su proyecto cree las condiciones en materia de salud, empleo, seguridad, educación y respeto a los derechos humanos.
El compromiso y obligación ineludible e irrenunciable de los empleados del pueblo, elegidos mediante el voto universal y secreto en una jornada cívica y democrática, es facilitar a los ciudadanos todas estas oportunidades para que, como resultado de su esfuerzo y su trabajo, puedan tener acceso libre e incluyente a todos esos beneficios y derechos, sin necesidad de que el gobierno acuda a la demagogia, al populismo y al engaño.
No puede haber un buen gobernante ni puede ser un buen régimen ni sistema de gobierno, si al pueblo se le asiste y copta con programas asistencialistas y generadores de pobres, pues es ya comprobado que la sociedad a la que se le cumplen sus necesidades desde el poder sin obligarla a participar o involucrarse en su desarrollo, sólo se limita a pedir sin comprometerse y al final entiende que ser pobre es negocio, lo mismo que el poder y que los partidos, que saben muy bien que entre los voluntariamente y eternamente pobres, está la mina de oro de los votos cautivos. La ayuda como demagogia y populismo desde el poder es una forma de esclavitud y de humillación aceptada por las partes.
El político y el gobernante que de verdad quiere ayudarte sin cooptarte es aquel que crea las condiciones de trabajo, de inclusión, de educación y salud para que el pueblo todo tenga las mismas oportunidades de crecimiento y progreso que él. Eso es igualdad de oportunidades, eso es justicia, eso es un derecho. Lo demás es el juego perverso del poder y de la política; lo demás es una estrategia perversa sin madre.
Lo demás es un juego creado con el fin de impedir que el pobre o el pueblo o las mayorías dejen de necesitar del político y del gobernante y para ello, crean instituciones deformes o inoperantes o fallidas mismas que les son ofrecidas como logros y conquistas, o como pago o resultado de su adhesión al partido o a cierta ideología pero que jamás van a ser empleadas o utilizadas por sus gestores y creadores habida cuenta de que no sirven. Por eso, amigo lector, usted nunca va a ver a un presidente de la república atenderse en el ISSSTE o en el IMSS ni afiliado a PROSPERA ni a inscribirse en el INSEN; sus ojos jamás verán a un gobernador utilizando el transporte público ni formarse en las dependencias, ni sus hijos van a acudir a las escuelas que presumen de primer mundo con planes de estudio envidia de los países ricos.
El elector aún no adquiere la conciencia ni el nivel de entendimiento para diferenciar el país que crea la gente del poder para sí mismo, y ver el otro país creado para el pueblo que lo elige. México es un país de castas y la del poder es la que está encima y la de los jornaleros es la última en todos los sentidos. Los poderosos, que lo son por voluntad del pueblo, tienen que saber que el patrón, el jefe, el que manda y el que merece es el pueblo y que este tiene derecho a expresar su descontento y a quitar y poner la forma de gobierno que desee.
El poder, que son los menos, tiene que saber que el pueblo tiene derecho y hasta obligación de expresarse, de manifestarse, de exponer sus inconformidades, de criticar y de hacer uso de su derecho constitucional de hablar. El gobierno no le hace ningún favor ni le otorga ninguna gracia a la sociedad por cumplir sus obligaciones ni por cederla le palabra y el derecho a inconformarse.
En los días recientes, en todo lo ancho y largo de la república mexicana, se ha estado dando una expresión crítica a los gobiernos y la gente se ha tomado la libertad de señalar los errores y omisiones de todos los candidatos de todos los frentes y partidos, fenómeno sano en una sociedad civilizada y democrática, sin que esto represente una concesión o un regalo del poder. El pueblo de México está adquiriendo conciencia y buscará su lugar en el concierto nacional. Los que votamos lo hicimos para ser servidos no serviles; todo es derecho del pueblo, no gracia del poder; lo logrado y lo que se exige no es voluntad del gobernante sino derecho irrenunciable de la sociedad. No hay cabida a la palabra gracias en donde se exige cumplimiento.
Así es que, amigo lector, no vote por quien lo mantiene cautivo de las dadivas, quien lo ha esclavizado con programas asistencialistas, quien lo mantiene conforme con limosnas demagógicas y populistas, sino por quien le brinde la posibilidad de tener las mismas oportunidades que tiene el político y el gobernante. Eso es justicia y democracia; lo demás, lo demás es basura.