Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Lo ocurrido ayer domingo 22 de mayo en Santo Toribio Xicohtzinco era una tragedia anunciada, era un resultado o consecuencia esperada y hasta deseada por algunos de los grupos involucrados en la inestabilidad y desgobierno de ese municipio. Nadie tiene duda de eso. El problema aquí es a quien se le ocurrió la brillante idea de juntar en el mismo lugar, a la misma hora y con el mismo odio a quienes estaban dispuestos a agredirse con todo. E incluso matarse, como ya ocurrió.
Juntar a los grupos antagónicos, por el motivo o con el pretexto que usted quiera, nunca debió hacerse posible o una opción, no sin prever consecuencias trágicas. En el gobierno del estado y entre las autoridades municipales hubo alguien o algunos lo suficientemente inocentes o ignorantes como para confiar en la cordura y voluntad de quienes llevan meses amenazándose y agrediéndose por cuestiones políticas y de intereses personales.
En Xicohtzinco los odios y resentimientos han venido acumulándose, la tensión ha ido en aumento conforme pasan los días y los puntos de vista respecto al gobierno municipal han ido dividendo más y más a los vecinos a grado tal que ya es imposible una conciliación de buena fe. Hay grandes intereses y hay personajes a los que no les conviene, nunca les ha convenido, un arreglo pacífico y constructivo para ese municipio del sur tlaxcalteca.
Lo ocurrido en la avenida principal de Santo Toribio en donde ante cientos de personas pierde la vida un hombre, solamente se posponía, solamente se retardaba, únicamente esperaba el momento ideal que llegó ante el enorme error de quien tuvo una brillante idea juntar a quienes se odian. Faltó oficio político, sensibilidad gubernamental, conocimiento real del problema, hubo ausencia de diálogo, de acercamiento, de negociación y de información hacia las partes. Lo que pasó fue el resultado de una serie de errores gubernamentales y de un acciones y omisiones característicos de la complicidad institucional para proteger y favorecer a unos.
Ese terrible acontecimiento deja un mensaje que podría no ser advertido por quien toma decisiones desde el gobierno y, por lo tanto, se puede repetir en cualquier parte de la geografía tlaxcalteca pues en varios ayuntamientos la situación de ingobernabilidad o de conflictos internos y externos es cada vez más delicada y podría desbordarse en días. Hay nepotismo, corrupción, falta de respuestas a las demandas sociales, inseguridad y trato déspota en ayuntamientos que supuestamente no iban a robar, ni a mentir ni a traicionar al pueblo.
La intromisión de personajes de la política estatal y nacional, caciques o títeres de políticos encumbrados han tomado el control de algunos municipios en donde han enquistado gente indeseable o incompetente que se han convertido en el dolor de cabeza de los alcaldes. Son gente intocable por llegar recomendados de gente de otras administraciones gubernamentales que obstruyen el trabajo y ponen a la sociedad en contra de la autoridad. Chiautempan en un claro ejemplo, pero son muchos municipios con ese problema.
Todo esto es una olla de presión que tiene que encontrar alguna válvula de escape. La expectativa social se opone al interés personal de unos cuantos que no quieren dejar de vivir del dinero del pueblo y que no saben hacer otra cosa y por lo tanto están dispuestos a matar o morir con tal de seguir dentro del sistema o incluso dejar recomendados. La violencia en Tlaxcala es una amenaza persistente, ominosa, posible en todo momento.
Así es que mientras se cocinan escenarios como el del domingo en Xicohtzinco, en los altos niveles de gobierno no hay estrategia o “protocolos” como ahora le llaman a todo. El gobierno estatal no tiene negociadores, no tiene capacidad de acercamiento y al parecer, ni autoridad para llamar a la calma a los grupos o personajes que le están poniendo piedras a la presente administración estatal. No se ve que haya conocimiento suficiente de la problemática municipal pues el hecho de retirar a la policía del foco rojo y dejar frente a frente a los grupos que ya se estaban amenazando, agrediendo, ofendiendo, fue un grave error, una tontería.
En ese escenario se están fraguando otras situaciones que podrían tornarse igualmente violentas y predicen iguales o peores resultados, ya sea por falta de gobernabilidad y resultados o por la reacción inconsciente y violenta de grupos que reaccionan de forma agresiva ante la seguridad que ofrece la impunidad por atacar en masa. Algo grave está pasando en Tlaxcala y creo que todavía es tiempo de atender este fenómeno.