Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
El llamado es acudir a las urnas a votar sin miedo este uno de julio. Todos los mexicanos en edad de sufragar debemos acudir al llamado de nuestra patria más como un derecho irrenunciable que como una obligación impuesta por quienes creen que pueden disponer de tiempos y voluntades. Hay que acudir a los centros de votación convencidos de que todos y cada uno de nosotros somos factor de cambio, que está en nuestras manos el cambio o la permanencia del sistema o régimen de gobierno actual.
Hay que ejercer ese derecho como una forma civilizada y pacífica de cambiar lo que existe, de modificar lo establecido, de expresar el acuerdo o la inconformidad, de manifestar la aprobación de un proyecto de gobierno, de buscar y encontrar la fórmula para sacar adelante al país y de generar riqueza para la sociedad y para el entorno. Si se está en contra de algo, es en las urnas, con un voto, como se tiene que señalar y marcar la preferencia o el rechazo al discurso, al candidato, al partido, al proyecto.
La democracia no se trata de ofensas, de agresiones, de descalificaciones y mucho menos de violencia. En el presente proceso electoral, y eso no hay que negarlo ni tratar de ocultarlo, hay grupos y personas interesadas en desestabilizar y confrontar a la sociedad. Se mueven muchos e inmensos intereses a quienes les conviene que no haya un proceso electoral ordenado y pacífico. Se mueven grandes fortunas que buscan que la naciente y aun imperfecta democracia mexicana caiga primero en sospecha y luego en acusaciones y repudio. Y sólo el voto masivo, consciente y maduro traerá una transición acorde a las necesidades internas y externas.
No hay que negar que además hay apasionados o fanáticos militantes o simpatizantes de partidos políticos que por ignorancia y estupidez van a provocar situaciones de violencia, que se van a esparcir rumores, que se van a mantener las asquerosas acciones de compra, coacción y acarreo, que sectores del poder desde el gobierno y los sindicatos y como siempre, amenazarán y obligarán a votar por alguien en particular. Esa es lo que identifica a las mafias y grupos de poder y este uno de julio se van a hacer presentes, pero por encima de todo ello, está la responsabilidad, la libertad, el derecho, la obligación y la voluntad individual de sufragar para elegir, libremente, a quien se desea como gobierno, como servidor, como empleado, como representante de México y como administrador de los bienes, además de garante de las libertades.
Hay que ir a votar sin miedo, en libertad, con convicción, temprano, como un ejemplo de una sociedad civilizada y consciente, como individuos interesados en el futuro promisorio de las actuales y futuras generaciones. Hay que elegir al candidato que nos haya convencido, sin creer ni propagar la versión de que es el mejor y el contrario, el peor. No todo lo que se dijo de los aspirantes es cierto ni todo es mentira. Todo lo salva el sufragio, la participación personal y general, el conocer la propuesta, el proyecto y la promesa, el confiar en el candidato, la ideología y el partido o alianza… todo lo salva la ausencia de violencia.
El voto masivo, la participación generalizada de toda la sociedad, la concurrencia libre e informada de la gente, hará que quienes buscan oscurecer el camino de nuestra nación hacia la democracia anhelada se queden sin posibilidades ni argumentos. Millones de mexicanos expresando en las urnas su voluntad impedirán que quienes buscan descarrilar el proceso fracasen, que no haya fraude, que no se ensucie la voluntad popular, que se mantenga viva la esperanza de un México con futuro promisorio. Hay que ir a votar en bola, de a muchos, en montón, por voluntad propia, libres, sin temores, hagamos realidad el sueño y derecho de contar con una o muchas oportunidades de ser quienes decidamos quién, cómo y por qué le cedemos nuestra confianza para gobernarnos.
Es en las runas en donde tenemos la oportunidad de rechazar a aquellos que pretenden perpetuarse en el poder ya sea de una forma u otra, en un partido hoy y otro ayer, con nuevas o viejas promesas, es en el ejercicio del derecho supremo de votar en libertad en donde podemos decirle a los mismos que no los queremos, que no estamos de acuerdo con la forma en que nos tratan, es en la casilla en donde podemos quitarnos la bota del cuello si es que la tenemos, es tachando una boleta como vamos a decirle al poder que estamos hartos de la violencia, de la inseguridad, de la ineptitud, de la corrupción y la falta de oportunidades… vayamos a votar para dejar en claro que el poder emana de pueblo y que se va dictar sentencia y a decidir qué es lo que queremos.
La violencia, mexicanos, tlaxcaltecas, no es opción al momento de elegir. La violencia no puede ni debe ser un recurso ni propuesta; no hay que engancharnos en ella, no hay que hacer eco de quienes la sugieren para ganar o para expresar acuerdos o rechazos, no hay que participar en actos ajenos a la paz social; gritemos, sí; manifestémonos, sí; expresemos rechazó o afinidad sí; pongamos fin o demos continuidad, sí, pero en paz, civilizadamente, haciendo uso del derecho fundamental y constitucional de votar.
Vayamos a votar pues no hacerlo nos hace cómplices de lo que acusamos, nos hace responsables de los males de los que nos quejamos, nos hace victimarios de la sociedad agraviada por la violencia y la inseguridad, nos hace mudos y ciegos ante las injusticias de las que nos escandalizamos, nos limita como personas y nos ubica al lado de los malos mexicanos. Vayamos a votar sin hacer caso de los 200 pesos, de la despensa, de los tinacos y los calentadores, de las amenazas y exigencias de quienes temen perder sus privilegios, sufraguemos como una forma de rebeldía, como una forma de rechazar lo que no nos convence o nos agrede. Todos a votar por quien deseemos, pero votemos.