¿Viva México? 

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Llega septiembre, como siempre, con buenas intenciones y discursos nacionalistas que hasta parecen sentimientos verdaderos. El origen del choro proviene, generalmente, de los políticos y funcionarios que a veces hasta nos convencen de que aman a México y que se ocupan de él. En serio que con tanto adjetivo incrustado en el rollo hasta se nos enchina la piel; y cómo no, si su chamba es esa: echar lengua y desplegar el ingenio.

Llega septiembre y como de costumbre, hay que poner a los héroes de la independencia como ejemplo y pretexto. Hay que ser como ellos, dicen. Debemos honrar su sacrificio, exigen; su obra y pensamiento inspiran nuestro trabajo, aseguran. Y juran ser herederos universales y únicos de su pensamiento, filosofía, modos y formas; se han adueñado del nombre de los próceres benefactores y una que otra vez presumen ser descendientes directos. Abusadillos desde chiquillos.

¡Viva México! Gritan, gritamos, llenos de júbilo; somos mexicanos, somos orgullosamente mexicanos y lo demostramos tomando tequila, comiendo chalupas, consumiendo tamales y buñuelos, lanzando cohetes al aire y pintándonos las mejillas con los colores nacionales. Nos apasionamos con los encuentros de la selección de fut bol que siempre pierde y nos peleamos por defender a la mujer, a la religión, a nuestro partido político y a nuestro gobernante. Si nos dejaran por ellos nos matan o matamos; somos mexicanos.

Somos los que en este mes prometemos defenderte, México, pues piensa, oh patria, que, si osare un extraño enemigo, profanar con sus plantas tu suelo, un soldado en cada hijo te dio; patria, patria, tus hijos te juran exhalar en tus aras su aliento si el clarín con su bélico acento nos convoca a lidiar con valor, porque, en serio, le partimos la madre al que se pase de lanza con nuestro terruño. Mi México lindo y querido: nomás dices, juntamos la banda y tiramos paro; somos mexicanos.

Somos los mexicanos que nos prohibimos chistes que hagan mofa de los defectos de los demás, es condena generalizada la burla al prójimo en desgracia, pero nos reímos hasta las lágrimas de los gallegos y de los argentinos, somos los que llamamos deshonestos a los otros, pero glorificamos nuestros defectos negados, somos los que nos encantaría un trabajo donde ganemos mucho pero donde no hagamos nada. Somos los que aspiramos a trabajar en el gobierno porque creemos que ahí se gana mucho y se trabaja nada.

Viva México porque somos residuos de un machismo en agonía, porque nos decimos incluyentes hasta las cachas, pero nos estacionamos en las rampas para discapacitados y no tenemos ni la mínima idea del lenguaje de señas, de la escritura y lectura en Braille ni adaptamos espacios para ciegos y gente en silla de ruedas. Somos los que tiramos la basura en la calle de forma impune, los que no pagamos el agua potable, los que nos robamos la luz, los que ofrecemos mordida al policía, los que aceptamos moches y los que mentamos madres, pero no aceptamos que nos la mienten.

Llega el mes de septiembre y nos recibe igual o peor que el septiembre del año pasado. Y al llegar lo recibimos en las mismas condiciones y circunstancias que el anterior y hasta es posible o seguro que así le estaremos dando la bienvenida a los septiembres que vengan. Ya chole: nada cambia, dice el mes patrio. La misma corrupción, la misma impunidad, la misma inseguridad y violencia en todo el país, incluso en Tlaxcala, sucursal del edén. Como en el septiembre del 2021, este encuentra las calles llenas de baches, colonias sin alumbrado público, sensación de desamparo y agresión creciente y permanente a la mujer.

Igual que antes y seguramente que después, los meses, patrios o no, guadalupanos o de otras madres, vienen y encuentran a los mismos sujetos incrustados en la burocracia, con diferente camiseta y con otros colores en la jeta, pero los mismos, siempre los mismos; los meses se preguntan por qué los seres humanos todavía no nos hartamos y nos asqueamos de tanta podredumbre.

Y mientras las cosas siguen igual o empeoran, mientras se van unos malos y llegan otros pésimos, unos mentirosos y otros, delincuentes, llenemos nuestro pecho de orgulloso aire mexicano, demos un trago al tequila y gritemos: ¡Viva México, cabrones!

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