Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Toda forma de violencia, venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza, es estúpida y es además absurda, cuando es la ignorancia, el poder de la turba enajenada, la sed de venganza en contra de todos y nadie y el odio irracional quienes la patrocinan, la promueven y la ejecutan.
Lo ocurrido en San Juan Huactzinco representa lo que será una escena cada vez más continua y en un futuro más cotidiana y más violenta e insensata; es una clara muestra de que la sociedad sólo busca un pretexto para estallar, sólo necesita la mínima provocación para golpear, insultar y buscar herir en un festín de muerte y sangre aunque no haya motivo o éste sea mínimo. También es una señal inequívoca e irrefutable de que hay predisposición por rechazar todo lo que representa el poder y que todo lo que venga del gobierno debe ser odiado y de ser posible, destruido.
Para llegar a los extremos de estupidez y sinrazón a que llegaron los habitantes del pueblo de panaderos, debieron pasar muchas cosas como por ejemplo, sufrir el desprecio y abusos de sus autoridades, tuvieron que sufrir el maltrato de los funcionarios y la burla de los burócratas y sin duda padecieron la injusticia de un poder judicial o un sistema de justicia caduco, ajeno, lejano, corrupto y peor aún, impune.
Esa gente, cegada por el desprecio hacia lo establecido y desconocido, predispuesta a vengarse o desquitarse de agravios propios o generales reales o imaginarios, molesta hasta el hartazgo, sólo necesitó una señal, un pretexto, el grito acusador venido del anonimato, el dedo indicador e infamante hacia la figura de un inocente para estallar en posibilidades de matar, de denigrar, de golpear hasta herir, de abrir las carnes para lastimar, de gozar en un circo de sangre y dolor en medio de la burla propia de hordas de caníbales e ignorantes.
La violencia no la pueden explicar ni justificar quienes “confundieron” a un soldado vestido de civil en trabajos de inteligencia, con un delincuente. Así, católicos y piadosos y hermanos sólo por momentos y únicamente en misa, los habitantes de San Juan Huactzinco se creyeron jueces, verdugos y dioses miserables y escudados en la cobardía de la turba se lanzaron contra su semejante cerrando sus oídos a su religión que les ordena no matarás y amarás a tu prójimo como a ti mismo y cerraron sus ojos a la razón, al respeto y a la verdad.
Las “confusiones” son mortales. Ya han cobrado muchas vidas. Seres inocentes han sido asesinados de la forma más vil y cobarde por turbas de enajenados idiotas que no pueden satisfacer su morbo e ignorancia de otra forma que no sea viendo sufrir a su hermano de raza, no de otra forma que no sea golpeando, hiriendo, arrancando alaridos de dolor y manchándose con sangre sin culpa. Qué tristeza que eso ocurra en Tlaxcala; no debería pasar en ningún lado del mundo. Y pensar que cualquiera de nosotros, incluso esos asesinos frustrados, corremos el riesgo de ser confundidos en cualquier momento en cualquier pueblo a donde tengamos que ir a trabajar y ser atacados por enardecidos seres irracionales.
¿Culpables? Son tantos… todos, creo. Unos más y otros menos pero en el reparto de las culpas nuestros gobiernos de todos los niveles se quedan con la mayor parte. La desconfianza es el combustible que incendia las multitudes, la que “obliga” a la gente a hacerse “justicia” por mano propia y a “justificar” con pretextos la indefensión en la que vivimos; los policías en general usan el uniforme como escudo y pretexto para portarse agresivos, arrogantes y prepotentes e infundir más temor que protección.
Más arriba y conforme se va en ascenso en los cargos burocráticos, salvo muy contadas y dignas excepciones, la arrogancia y el desprecio hacia el pueblo es mayor. La sociedad se siente agraviada: está ofendida. El pueblo no ve satisfechas sus exigencias ni expectativas y se siente ajena a su gobierno. El pueblo está cansado de los partidos políticos, de los gobiernos rateros, de los jueces, magistrados y ministerios públicos sinónimo e imagen y rostro de la corrupción y la impunidad.
Así explico, que no justifico, el actuar estúpido de la gente de Huactzinco y de esta forma se hace el pronóstico asegurado de que como esa situación, habrá muchas más en todo el territorio tlaxcalteca pues siempre se van a juntar la ignorancia y el tumulto con la incompetencia e ineptitud de las policías y la arrogancia del poder.
Para el diablo ya está lista la mesa, y tiene mucha hambre…