Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
El reloj nuclear que marca el fin de la humanidad a causa de un conflicto global está a cinco minutos de la hora cero. Nunca estuvo tan cerca de llegar al final de los tiempos pues nunca los seres humanos habían creado las condiciones para su autodestrucción. La amenaza de una guerra nuclear es real y el riesgo de que desaparezca esta “civilización” está muy cerca.
Desde el descubrimiento de la reacción nuclear y desde su uso para la fabricación de armas de exterminio total se creó este reloj hipotético cuyas agujas se acercan las 00.00 horas, que representa el lanzamiento masivo de misiles con ojivas nucleares hacia territorios enemigos que, a estas horas, son las potencias mundiales que se odian.
Para entender un poco sobre el riesgo inminente de una guerra total y definitiva habremos de decir que todo empieza cuando Rusia decidió invadir a Ucrania, territorio antes perteneciente a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y que determinó su independencia para declararse república libre y adherirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) enemiga de Vladimir Putin.
Para Rusia, la separación de Ucrania representa un grave riesgo a sus intereses económicos pues ese territorio es estratégicamente importante para su comercio y su defensa. Cuando Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, anunció al mundo su definitiva oposición a anexarse a Rusia como incluso lo piden algunos pro rusos, prácticamente firmó su sentencia ante el poderío militar del Kremlin.
La invasión Rusa a Ucrania y la anexión unilateral de varios territorios jamás fue aceptada por Occidente y en todo momento reprochó a Vladimir Putin su aventura. Estados Unidos y los aliados han impuesto diversas sanciones a Rusia, pero nada le ha afectado.
Y Rusia fue muy clara al decir que nadie habría de apoyar a Ucrania en su guerra pues eso, dijo, significaría involucrarse en el conflicto, con todo lo que ello implica. Se refería a que nadie debería atreverse a financiar la guerra y mucho menos venderle armas a Ucrania, lo que finalmente ha ocurrido. Los países de la OTAN aportaron millones de dólares a Kiev y eso no le gustó a Putin.
Lo que faltaría para agravar el conflicto y lo que lo volvería mundial era la entrega de armamento a Ucrania, lo que finalmente ocurrió. Estados Unidos, Reino Unido y Francia entregaron a Volodímir Zelenski tecnología bélica, misiles y tropas, lo que fue tomado por Rusia como declaración de guerra y ha actuado en consecuencia.
Cuando Ucrania hizo uso de los misiles gringos, Rusia respondió con misiles no convencionales y de alta tecnología y de más capacidad de destrucción. Y en su mensaje, el líder del Kremlin fue claro: no debieron intervenir, no debieron dar armas a mi enemigo; ahora el conflicto es global y haremos uso de armamento nuclear para defender nuestro territorio.
Claro, Rusia tiene sus aliados, lo mismo que Estados Unidos. Y los amigos de Vladimir Putin también, como los países de la OTAN, tienen misiles intercontinentales, de largo alcanza, proyectiles que superan la velocidad del sonido y lo peor: todos poseen ojivas nucleares. Ambas partes se han amenazado y todo se resume en que en esta tercera guerra mundial no habrá vencedores, nadie, absolutamente nadie, podrá ganar: el resultado será la destrucción del planeta, el fin de la humanidad, la extinción de esta civilización. Y no es exagerado esto. Este escenario, no es deseable, pero totalmente posible.
De acuerdo a un documental de National Geographic y de organismos internacionales que luchan contra la proliferación de armas nucleares, el material atómico existente podría acabar hasta diez veces con un planeta como la tierra y aseguran que después de 100 días después de disparado el último misil, nuestro planeta entraría en un invierno nuclear que acabaría con toda forma de vida, aquella que hubiera escapado de las explosiones y de la radiación.
El también llamado Reloj del apocalipsis sigue su marcha. Con el mismo ímpetu con el que trabajan los países involucrados en la creación de sus estrategias de ataque y defensa. Lo cierto es que, en caso de que Rusia lance un misil, nuclear o no, hacia Estados Unidos o hacia cualquiera de los países aliados, la OTAN hará lo propio. Y si la Unión Americana atacara a Rusia o a uno de sus aliados, simplemente iniciaría el intercambio de proyectiles y eso, es una enorme posibilidad, dadas las condiciones actuales del conflicto.
El mundo está en riesgo y eso, sin hablar del otro frente de guerra que se desata en Medio Oriente. Israel no se anda con tibiezas. Tras casi borrar del mapa a Palestina, ahora bombardea a Líbano y a Irán, otro país árabe que cuenta con arsenal nuclear.
Y tan se acerca el fin de la humanidad y tan es real el peligro o la inminencia de una guerra final, que algunas naciones del área oriental han iniciado con los preparativos para enfrentar un ataque nuclear. Sus gobiernos están dotando a sus ciudadanos de máscaras antigás y los orientan respecto al uso de refugios anti misiles y la forma de sobrevivir… no, en esta guerra no hay forma de sobrevivir.
Las advertencias de los dirigentes religiosos de todo el mundo no son alarmistas. No hay ninguna exageración en las declaraciones de los líderes mundiales y no hay intereses de ninguna índole al hablar de una catástrofe global, sobre el fin de la raza humana: después del primer disparo letal, ya no hay intereses, no hay mañana, no hay ya vida.
Y en este huracán categoría 5, de vientos superiores a 300 kilómetros por hora, alguien en nuestro planeta pone en marcha una compresora de aire para apagar velitas. En este caso, la esperanza muere antes.