Usted, ciudadano, tiene la palabra

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

 

Ningún gobierno, en ninguna parte del mundo, de ningún partido y por ninguna ideología o creencia, ha podido, ni tendrá éxito en sus proyectos y ofrecimientos y jamás podrá cumplir con sus promesas, ni hará realidad los anhelos del pueblo si es precisamente el pueblo quien no coopera, ni aporta, ni se involucra, en el quehacer de servir para todos y por lo tanto, el fracaso de un régimen no es sólo de quien lo ostenta sino de todos aquellos que prefirieron la anarquía y el conformismo como estilo de vida… y de muerte.

La descomposición de una sociedad, la pérdida de valores en una cultura y la ausencia de respeto y compromiso de un pueblo son los elementos, pretextos y argumentos para que reine el caos y para que la violencia, la inseguridad y la delincuencia ocupen el lugar de la ley. Un país sumido en la ingobernabilidad, bajo la incompetencia e ineptitud de sus autoridades y con un muy pobre sistema educativo socaba las instituciones que terminan convirtiéndose en estorbo y lastre. En todos los casos, es la gente la que sufre y, principalmente, la pobre.

La puesta en marcha de la Guardia Nacional, el día 30 de junio del 2017, será sólo un proyecto construido de buenas intenciones y destinado al fracaso si usted, mexicano, si todos nosotros como parte importante de esta sociedad, no colaboramos de forma decidida y fuerte para que esta naciente institución cumpla su objetivo de pacificar el país y termine con el cáncer de la violencia absurda y la delincuencia organizada o no. No se trata de sumarse a las instituciones ya existentes o por nacer, sino desde el ámbito de nuestras posibilidades crear los entornos y las condiciones para lograr una sociedad en paz.

Se trata de que si usted sabe que su hijo, sobrino, vecino o compañero tiene actividades ilícitas lo haga saber a la autoridad por cualquier medio o si conoce a un funcionario o miembro de alguna policía, que se dedica a delinquir, lo denuncie de forma anónima e impida que siga bañando de sangre a nuestra nación y así continué aprovechándose de los bienes y recursos de los buenos mexicanos, que sin duda, somos más.

Proteger a delincuentes, cualquiera que sea nuestra relación con ellos, alcahuetear a nuestros familiares por miedo o por conveniencia, hacernos de la vista gorda ante las atrocidades de nuestros empleados colocados en las dependencias que están para servirnos, garantiza la continuación de la violencia y el triunfo de la inseguridad. Los malos deben salir de circulación, deben ser apartados de la comunidad, tienen que pagar sus culpas.

El fracaso de cualquier plan que busque llevar paz y armonía a la sociedad pasa por el desinterés de los padres de familia en cuanto a la educación de sus hijos. La familia es la célula más importante, es el eslabón más fuerte y es el vínculo más sólido de unidad y, al mismo tiempo, el hogar es el único sitio en donde se fortalece y consolida la paz, la estabilidad y se forjan los más nobles sentimientos como la bondad, el servicio, la tolerancia y muchos más.

La inseguridad y la violencia que asolan a México, el dolor de mujeres y niños, la muerte injusta de víctimas inocentes y la desesperanza de ya miles de compatriotas, tiene mucho que ver con la desidia de los padres que se exceden en los permisos a sus hijos y en su consentimiento hacia el desorden en el que viven. El abandono, la permisibilidad llevada hasta el abuso, la carencia de buenos ejemplos y consejos, el rechazo a aplicarles un correctivo o negarles una salida, instruirlos respecto al daño del alcohol y las drogas e inducirlos hacia la desobediencia a la autoridad y las leyes, han sido el caldo en el que se ha cultivado esta generación de desadaptados que matan por 20 pesos o arrasan con comunidades enteras por drogas y otros delitos mayores.

También es cierto que el poder, el régimen, el gobierno en turno, los políticos y los funcionarios han tenido mucho, pero mucho que ver, en la descomposición de nuestra sociedad. Hablamos de que quienes debieron cuidarnos se vendieron a la mafia, por miedo o por dinero; hablamos de que cualquier institución, pero principalmente las policiacas y las de procuración de justicia, han perdido totalmente la confianza social y son vistas ahora como sinónimo de corrupción, enriquecimiento vergonzoso, burocracia y desdén al pueblo.

Las cosas en México están mal, muy mal, y se pueden poner peor, pero aún hay una posibilidad de cambio, se ve un resquicio por donde se puede colar la paz, hay esperanzas… y todo esto no necesariamente o no solamente es responsabilidad ni obligación del gobierno: usted, yo, todos, como mexicanos, tenemos la palabra.

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