Tres escenarios

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Imagine usted, amable lector, el escenario con el que terminemos el día uno de julio, a las ocho de la noche, después de la jornada electoral, cuando los medios de comunicación estén dando a conocer los conteos de salida, los programas de resultados preliminares y las encuestas de salida de los partidos políticos que propusieron candidato a la presidencia de la república.

Así, imagine usted que ese día o mejor dicho, esa noche histórica, fecha fatal, que todos los indicios señalan que es el candidato encabezado por el Partido Revolucionario Institucional, José Antonio Meade Kuribreña, quien se perfila como el ganador contundente de las elecciones presidenciales y que las cifras sugieren un margen muy amplio con relación a sus contrincantes. Sólo faltaría el paso de las horas para consolidar la victoria inobjetable.

No se trata de deseos, de filias o fobias políticas, sino de un resultado electoral producto de unas elecciones limpias, transparentes, sin sospecha ni duda. A como van las cosas en este momento, la incredulidad y rechazo de unos y otros sugieren una expresión violenta o cuando menos una reacción airada de quienes suponían otros resultados; de cualquier forma, este escenario sería por demás increíble y crearía inestabilidad y una reacción no deseada ni imaginada.

Ahora que, otro escenario, sería que el abanderado del Partido Acción Nacional y Partido de la Revolución Democrática, Ricardo Anaya, se alzara con la victoria ese inicio de julio. En este caso la reacción social sería aún más álgida pues si bien en las encuestas del momento se ubica en el segundo lugar, nunca esa posición lo sugería como garantía de triunfo en las urnas. Para la mayoría de la población este candidato nunca estuvo en posibilidades reales de ganar y saberlo triunfador en las preferencias electorales causaría enojo y una reacción de evitar que asuma el poder. La política está muy polarizada, la gente está con los ánimos muy difíciles y cualquier escenario podría motivar actos diversos.

Si ese uno de julio Andrés Manuel López Obrador fuera quien se levante con la victoria y esta fuera con un margen muy amplio como lo prevén analistas destacados, entonces habría menos reacciones de rechazo no tanto porque este candidato sea el mejor ni el peor, sino porque en ese caso serían las mayorías quienes lo habrían llevado al poder por medio del voto y porque de esa forma se habría justificado la animadversión y rechazo, real o supuesto, por los candidatos encabezados por el PRI y el PAN-PRD.

Algunos analistas internacionales destacan que para algunas democracias de América Latina, el triunfo del candidato de MORENA no es sólo posible, sino necesaria y hasta obligada, debido a que el encono social hacia el régimen actual y lo que representa hace posible una reacción violenta o cuando menos agresiva por una importante mayoría. No prevén crisis económica, no vislumbran devaluaciones, ni huida de capitales o catástrofes de ninguna índole; en realidad creen que todos esos males o augurios ya están presentes. La violencia, la presencia y poder de los grupos delincuenciales, el aumento de los precios y las variaciones en el comercio y balanzas internacionales ya existen y son tangibles, por lo que la victoria de la izquierda no va a modificar la realidad nacional.

Cualquier escenario que vea usted, amable lector, vendrá a sacudir de cualquier forma la vida productiva, la política y vida social, la economía, las relaciones internacionales, las relaciones entre los poderes, pero México goza de instituciones sólidas y ellas sostendrán el cambio de régimen y de rumbo. No habrá fin del mundo, no se desatarán las plagas apocalípticas, no se registrarán terremotos ni se abatirán tormentas sobre el país. Quien sea que gane en las urnas encontrará después de las votaciones una sociedad madura, inteligente y consciente que deberá sumarse en su esfuerzo y propuesta el nuevo gobierno.

Cualquier escenario con que amanezcamos el dos de julio debe ser, tiene que ser, el de una sociedad orgullosa de sus instituciones y madura en sus determinaciones al hacer realidad la democracia y o por haber llevado al poder al mejor hombre de México para encabezar los esfuerzos de los mexicanos.

Los partidos políticos, los candidatos, las autoridades en turno y los medios de comunicación, en este momento crucial dentro del proceso electoral, deben llamar a la cordura a todos los actores políticos a la calma, a la acción y reacción madura e inteligente pero sobre todo, a la aceptación de los resultados. Nada, absolutamente nada vale más que la estabilidad social de México. Todos tenemos mucho que hacer y ver en esta situación.

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