Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Los hechos violentos ocurridos dentro de una escuela particular en Torreón, Coahuila, son una tragedia colectiva por la forma en que se dieron los hechos y por la injusta participación y muerte de un pequeño y su maestra. Pero sobre todo, nos muestra la delicada situación de abandono y de soledad en la que se encontraba un niño que se supone, a esa edad debería gozar de la protección, cuidado, amor, educación y atención.
A nivel nacional se multiplican los casos de pequeños dejados a su suerte por sus padres que por diversas causas, ya sea por trabajo, conflictos familiares, irresponsabilidad o desidia, se desatienden de sus hijos y los dejan en una total indefensión y a merced de todo tipo de peligros, ya sea dentro de la casa, en el entorno en que se desenvuelven, en la calle con los riesgos que existen o en su soledad que les permite imaginar y crear todos los escenarios para una tragedia.
Para facilitar el destino malogrado de un hijo basta también con cumplirle todos sus deseos, ceder a sus caprichos, impedir que le falte algo, así sea lo mínimo y darle la razón en todo. La nueva cultura social y familiar es evitar que carezcan de algo, impedir que se esfuercen, que tengan responsabilidades y obligaciones, que se sientan obligados a respetar, a ayudar, a solidarizarse con sus semejantes…
Los extremos siempre serán malos. La asistencia excesiva o el abandono parcial o definitivo de un niño, irremediablemente, terminarán en tragedia, o en ciudadanos propensos a ser víctimas de la violencia o las adicciones, y conceder absolutamente todo a los hijos los convierte en tiranos, en seres incapaces de desenvolverse por sí mismos, sin el sentido de la responsabilidad por su destino y por la obligación de servir y ayudar.
Para que se escribiera la desdicha de la escuela de Torreón tuvieron que pasar muchas cosas negativas en la vida del pequeño que finalmente, es la tragedia más injusta y dolorosa. Esta sociedad envilecida, esta situación cultural que marca el abandono de niños y ancianos, el acceso indiscriminado a las armas y a toda forma de violencia visual, verbal y física, la separación afectiva de los padres o abuelos y demás parientes hizo que en la mente que debiera permaneces inocente en el niño se sembraran ideas y se crearan determinaciones que llevaron al dolor, a la muerte y al juicio y condena de la gente que se cree con derechos.
Lo peor y como resultado de esta triste situación que fue noticia en todo el mundo, es que no hay, en este momento, ninguna posibilidad de revertir la realidad de miles de niños que ante el abandono físico y educativo de los adultos, buscan notoriedad, llamar la atención, integrarse a determinado grupo y ser alguien por cualquier forma y así transitan hacia su final entre drogas, grupos de la delincuencia organizada y muerte temprana e injusta.
A lo largo y ancho de nuestro territorio nacional, en este momento, la soledad de niños y jóvenes gesta otro tipo o iguales tragedias, otras formas de terminar con la vida propia y ajena, con la tentación de engrosar las filas de la delincuencia y pasar a formar parte de las estadísticas y los discursos de políticos y especialistas que del caso del niño de Coahuila sacaron raja y se exhibieron como conocedores y doctos y que finalmente no aportaron nada.
Y lo peor es que incluso las acciones que tratan de impedir la repetición de estos hechos aborrecibles son frenadas incluso por los propios padres de familia y grupos ociosos que dicen que es violatorio de los derechos humanos el operativo de mochila segura. Alguien tiene que hacer algo y por desgracia, no son los tutores quienes lo hacen. Mientras tanto seguiremos viendo iguales o peores situaciones dolorosas pues hoy algunos niños de primaria y segundaria siguen llevando algún tipo de arma a la escuela.
El caso de Coahuila se va a repetir porque poco o nada se hace para evitarlo y porque son más los que se oponen a impedir las tragedias. El tiempo nos impone la triste y dolorosa realidad.