Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Si a los dirigentes, militantes y simpatizantes del PRI, PAN y PRD les hubieran dicho, digamos, hace 20 años, que en el 2024 habrían de cerrar sus oficinas en algunos estados y que se concretaba su extinción a nivel nacional les habrían tachado de locos. Si bien desde entonces a esos partidos ya les estaban cavando su tumba, faltaba todavía que les hicieran mucho daño a esos institutos políticos para hacer realidad su desaparición de la escena política.
En sus últimos años, sus líderes estuvieron sobrados de arrogancia. Hacían gala de prepotencia, de corrupción e influyentismo, olvidaban sus principios y razón de ser, se ausentaron de sus bases, ignoraron las críticas y consejos, atendieron más a sus intereses personales y obedecieron más a las presiones de grupos y personajes siniestros que a cumplir su función y obligaciones de fortalecer la democracia, de convertirse en contrapeso y opción de desarrollo.
El caso del PRI es patético, vergonzoso, denigrante y cruel. Su historia está basada en traiciones, muerte, corrupciones e impunidades. A los mexicanos nos causó asco el desfile de gobernadores y ex gobernadores señalados como delincuentes, perseguidos por la justicia nacional e internacional, juzgados, sentenciados y presos o cuando menos acusados de delincuencia organizada, de enriquecimiento ilícito, de desvío de recursos o de uso indebido del servicio público.
Si bien su fundación surgió como consecuencia de las luchas por la justicia y en la búsqueda de la igualdad y de los mexicanos que exigían y merecían la distribución equitativa de la riqueza, al final el PRI se pudrió. En sus estertores impulsó y empoderó a lo peor de la política y de los políticos, creó y se alió con la mafia, fabricó cárteles y se enriqueció con el delito y el robo.
El PRI se quedó sin propuestas, sin discurso, sin credibilidad, sin militantes y cayó en una profunda crisis que le impidió contar con personajes dignos de confianza, trayectoria, experiencia y respeto como para ser candidatos a cualquier puesto de elección popular. El último clavo de su ataúd se llamó Xóchitl Gálvez. Fue una candidata presidencial enviada a la guerra para perder, una mujer que denigró al género y que cumplió su papel de conducir al tricolor a su final…
Al PRI no le fue suficiente con echar a la basura toda su historia que, es innegable, está escrita con logros trascendentales para los mexicanos. Puede ser que por los 80 años en el poder sea poco, que pudieron y debieron hacer mucho más, pero, no era necesario que terminara sus días en el basurero y en la ignominia.
Alejandro Moreno “Alito” es la versión absurda, patética, humillante y suicida del otrora súper partido. El dirigente nacional del PRI perdió el sentido de la realidad, está en otro mundo, vive otra realidad, se encuentra muy lejos y confrontado con su ya diezmada militancia. Parece una burla cruel del destino y de la política nacional y hasta mundial, su loca aventura de perpetuarse en el poder como líder sin liderazgo y dirigente de nadie. No entendió nada de la enseñanza que le dio MORENA en el pasado proceso electoral.
Carente de autocrítica, sobrado de arrogancia e ignorancia, perdido en su planeta, Alejandro Moreno representa lo que en política y en oposición, no se debe hacer. En vez de refundar su partido, de crear las condiciones para su sobrevivencia lastimosa, de unir a sus seguidores, de favorecer la operación cicatriz y de replantear la filosofía de la derecha, se monta en la estúpida idea de eternizarse en su partido y en concentrar todo el rechazo y desprecio de los ya últimos priistas.
¿Qué necesidad y necedad de terminar así con un instituto político que tanto le dio a México, ya sea bueno, regular o malo?
La política nacional se queda sin oposición gracias a la cerrazón, ceguera, terquedad y arrogancia de los dirigentes del PRI, PAN y PRD. Y sin oposición no hay democracia. Su unión en un frente o alianza o coalición fue siempre una aberración y los llevó en bola al despeñadero. Si no, pregúntenle al partido del sol azteca que simplemente desapareció, se esfumó… ya no hay izquierda en el país y sin oponentes no hay juego.
El PAN, partido de élites, perteneciente a unos cuantos iluminados, propiedad de quien se pudo o se quiso vender al mejor postor, plataforma de los dirigentes que nada tontos, siempre se encumbraron gracias a sus colores y siglas, también tiene como destino el bote de la basura política pues al igual que los otros, no fue capaz de aprender de sus errores y se negó a la crítica interna. También se formó con los malos y convirtió a sus dirigentes y gobernantes en lo indeseable y nada aceptable.
Lo cierto es que resulta trágico para nuestro país el escenario partidista que como nunca antes y como en ninguna otra nación de tiempos actuales, está sumido en una profunda y peligrosa crisis.
Ni siquiera la presencia ignominiosa de los priistas, perredistas y panistas en MORENA, refugio de los traidores de su ideología, los pueden salvar o conducir a su renacimiento. Por ellos, por la oposición, por los principios ideológicos derecha, centro e izquierda nada se puede hacer en esta nueva etapa de la vida política nacional.