SOCIOLOGANTE

LO PROHIBIDO ES Y SERÁ TENTADOR

M.C.S Elsa Martínez Flores

La mayoría de los adultos de hoy crecimos con cierta libertad en consumir todo tipo de alimentos, de niños pudimos disfrutar de todo un poco, desde antojitos mexicanos, hasta golosinas con alto contenido en azúcares y sodio, de alguna forma, tuvimos la oportunidad de continuar con esa alimentación o bien, cambiar conforme pasaba el tiempo los hábitos alimenticios, basados en los gustos, las condiciones de salud, ingresos, etc.

Con la llegada del Covid-19, el mundo se percató que su sistema inmunológico era el resultado de lo que comió y bebió anteriormente, de sus buenas o malas costumbres en materia de salud preventiva. En México, el gobierno federal se dio a la tarea de cuidar a los niños, la nueva generación no debería tener obesidad ni generar desde temprano problemas de salud por comer “chatarra”, ni los adultos agravar sus enfermedades con productos cuyos ingredientes resultan nocivos y engañosos.

Sin embargo, a las personas se les podrá sugerir, prohibir, se antoja difícil, siempre encontrarán un “pero” para poder darse permiso de consumir o beber lo que siempre les ha gustado, a lo que su paladar ha acostumbrado. Asimismo, para nuestros sentidos y para el placer degustativo no existe una Norma Oficial Mexicana (NOM), lo que verdaderamente es real será siempre el sabor y el confort a nuestros sentidos.

Otros factores son tiempo y el dinero que se tiene para preparar algún alimento que sea saludable y no se detendrán a observar y calcular cuánto sodio contiene esa bolsa de papas o el queso que nuevamente está en el mercado, lo que importa es abreviar, más si el producto está al alcance del bolsillo.

¿De qué manera el gobierno federal puede crear una verdadera conciencia de que los productos que son en su mayoría afectan a la salud?

Es difícil responder, porque estamos ante una nueva cadena alimenticia-consumista, difícil de romper, los emprendedores venden el producto y ellos contratan a personas para elaborarlo, estas personas sostienen a una familia, después viene la colocación de las papas, pan, refresco en alguna tienda cuyos dueños tienen una necesidad económica, por ello el producto nunca dejará de ser consumido por más alertas sanitarias coloquen.

La conciencia saldría de cada individuo, de que poco a poco incorpore a su dieta diaria algo nutritivo, de que acerque a sus hijos a comida sana con creatividad, pero no por imposición, que comience a despertar en el infante la necesidad y el gusto por algo de mejor calidad, aunque sea pequeña la porción, dependiendo de su condición económica o tiempo.

Es bueno saber que el gobierno se preocupa por la salud de sus habitantes, pero es mejor “llevarnos a beber” agua al río con mejores campañas y con estrategias que definitivamente comienzan desde el hogar, por cuestión de educación familiar.

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