SOCIOLOGANTE

Mtra. Elsa Martínez Flores/Columnista

Refieren los investigadores de historia que, cuando los españoles llegaron a las costas de Veracruz, de inmediato dieron aviso a Moctezuma II quien en aquellos días se encontraba triste, su estado de ánimo estaba por los suelos, ya que sus consejeros y quienes le auguraban el futuro, vaticinaron el fin de su imperio.

El soberano quiso alejar a Cortés de México al darse cuenta de que el hombre rubio no era Quetzalcóatl, por ello trató de que desistiera por medio de regalos, entre ellos estaba una singular pieza, de “plumaje de colores que se pone en la cabeza y que hay alrededor de ella 68 piezas de oro…” así lo relata Hernán Cortés en su primera carta de relación, describiendo al penacho que había dado a Moctezuma II.

Tan singular obsequio probablemente sí se lo dio al español, pero no lo usaba el tlatoani, sin embargo, llevaba oro como adorno, queremos pensar que él quiso ser espléndido con un extranjero cuyas pretensiones se adivinaron oscuras, por ello le otorgó algo que sólo los sacerdotes usaban y pensó que con ese regalo entre otros que le había ofrecido eran suficiente para que el conquistador se fuera y lograr la permanencia de su imperio.

El penacho fue trasladado a España, y se presume que estuvo en otros lugares antes de llegar a Viena. Existen todo tipo de relatos y mitos de cómo fue que terminó en ese país. Se sabe que Fernando del Tirol, Archiduque de Austria coleccionista de arte finalmente lo adquirió.

Considerado como un símbolo de jerarquía en la época prehispánica, los vieneses resguardaron a esta joya de guerras y pese a los diferentes traslados, prevaleció su cuidado, hasta llegar al Museo del Mundo en Viena, bajo estrictas medidas de seguridad que a la fecha han observado, los flashes de cámara o algún movimiento brusco sin duda, afectaría profundamente al objeto milenario en cuestión.

Esta artesanía fue olvidada por muchos años de las autoridades mexicanas; se convirtió en tendencia desde que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador lo solicitara con motivo de los festejos del Bicentenario de la Consumación de Independencia para ser exhibido en nuestro país.

Sin embargo, esta petición contrasta con lo siguiente:

Existen muchas piezas milenarias del periodo prehispánico en diversos países de Europa las cuales se mantienen en exhibición, por ejemplo, en Alemania en el Museo Regional de Stuttgart lugar donde muestran dos escudos de mosaico de plumas sin aplicaciones de oro y que no poseen la magnificencia de la pieza que México reclama, pero nadie ha dicho “esto también pertenece a los mexicanos”.

El penacho es una pieza frágil que se asume como un regalo de Moctezuma para un español pero que no usaba el emperador, solo la obsequió para que ellos regresaran a su terruño y que la gran Tenochtitlán siguiera su vida normal, nadie podría afirmar que era de Moctezuma II, por la forma de escribir de Hernán Cortés jamás precisa en sus cartas si perteneció al dirigente de los mexicas.

¿Por qué se reclama? Cuestión de autoridad, la representación histórica y social que simboliza para los mexicanos, haya pertenecido a Moctezuma II o no, el país que lo mantenga bajo resguardo de ninguna manera es observado como una nación que realizado algo ilegal, pero la manufactura fue hecha en el antiguo México la lógica nos conduciría a que deberían de regresarlo, sólo se observan dos detalles:

El penacho es un tesoro para la nación que posea por lo que representa, que deriva en visitas al museo, ganancia e historia, pero también pensemos en el hecho de que no lo deseen mover por la debilidad en la estructura de esta pieza que ha estado en Viena por muchísimos años y que han resguardado de forma espectacular,.

Quien acuda al museo sabe que fue una obra de arte realizada por los ancestros mexicanos y que tal vez en el afán de que abandonaran nuestro territorio bien pudo decir Moctezuma II a algún sacerdote: “obsequialo para que se vayan de aquí”…la historia es así, recapitular, no todo es como nos lo cuentan, pero es sin duda el penacho es nuestro y eso nadie nos lo quita.

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