Sobre los que se van, sobre los ausentes. Migración en Tlaxcala

Hablemos de la decisión de migrar que conlleva una serie de negociaciones y re-ajustes familiares, que produce a su vez, re-ajustes internos (subjetivos).

Texto y fotografía: Guadalupe Moreno

Promotora Comunitaria

Colectivo Por una Migración sin Fronteras

La migración mexicana hacia el exterior es predominantemente rural. Los factores que desde los lugares de origen la incentivan son principalmente económicos. Entre ellos se encuentran la falta de empleo, la escolaridad, los ingresos, la marginación y la pobreza.

Desde que inician su trayecto migratorio comienza su peregrinar e incertidumbre, acoso y riesgo en el cruce de la frontera México-EU, bajo condiciones de tensión e inseguridad.  En primer lugar, esperar de 15 a 30 a días para recibir una llamada confirmando que el familiar llegó sano y salvo a su destino, para luego instalarse con familiares o a través de redes que conocen llegando a EU. Entonces, encontrar un trabajo es esencial para pagar sus deudas y enviar dinero a su familia.  Así pasan los días, semanas, meses; luego los meses se convierten en años. La espera continúa. Salen gastos. El regresar a casa se calcula a través de objetivos planteados y metas cumplidas. Y el único objeto que tienes para recordar es una fotografía impresa, ropa y algunos perfumes que evocan pensamientos de momentos que compartiste con esa persona.

¿Cómo construir un vínculo afectivo a la distancia en el que una difusa imagen paterna emerge de algún álbum familiar?

Construimos la imagen a través de la narración. El cariño coexiste con la soledad. La temporalidad diferida en la que se construye una presencia imaginaria que preserva la imagen de alguien que no está. Recreamos el sentido de presencia del padre ausente hablando sobre él (anécdotas, comida favorita, canciones, fechas de cumpleaños).

Si bien, existe la posibilidad de las llamadas telefónicas, videollamadas, chats, pero el vínculo de la proximidad se rompe. Así como pasan los años, cada quien lleva una dinámica de vida diferente desde la lejanía.

La migración como un acontecimiento de la vida posee una serie de ventajas, de beneficios: como el acceso a nuevas oportunidades vitales; pero de igual forma, un conjunto de dificultades y tensiones tanto para los que se quedan como para los que se van.

Para ellos, abandonar los orígenes y adaptarse a vivir en una sociedad nueva. Una vez que se establecen aflora la nostalgia y el anhelo de cumplir las promesas. Los recuerdos bombardean una tras otro (pareja, familia, amigos, costumbres, valores, religión, el paisaje, colores, comida, olores).

La decisión de migrar conlleva una serie de negociaciones y re-ajustes familiares, que producen a su vez, re-ajustes internos (subjetivos). La incertidumbre, el duelo de la separación, los cambios de roles y el aislamiento social son parte de las vivencias cotidianas de las mujeres que viven la experiencia de la migración.  La experiencia está atravesada por emociones, partidas, esperas, reencuentros, retornos imposibles y despedidas. Las emociones permean, las promesas hechas al partir, las esperas eternas y prolongadas, la comunicación a distancia, las expectativas de construir un patrimonio y mejorar la calidad de vida para todos.

Los años transcurren. Como si el tiempo se atorara con el único propósito de meternos en la encrucijada de ser lo que ya no podemos ser y estar. La vida en la comunidad de origen transcurre. Inician ciclos de siembra y cosecha. Celebraciones. Fiestas de cumpleaños de familiares. Graduaciones. Uniones. Nacimientos. Muerte de familiares. Fiestas religiosas. Fiestas patronales. Cargos comunitarios. Juventud. Duelos. Todo lo anterior, se vive desde la distancia, la ausencia y melancolía. Vaya encrucijada de la vida, someterse al quiero y no puedo ir.

Vaya plan perderse en el laberinto del tiempo sin poder salir de él sin sufrir, añorando un regreso posible.  La decisión de regresar involucra consultar con los miembros del hogar, puesto que el regreso implicaría quizá otra forma de vida.

Regresar es volver a migrar, volver a tomar la decisión, volver a cuestionarse, reflexionar, recoger información y valor para enfrentar de nuevo las condiciones de vida que una o más veces les empujaron a partir.

Concebir y dar forma a la decisión de regresar al lugar de origen, buscar los medios, comparar entre salir y quedarse, preguntar a los que tienen experiencia es asunto distinto al de emprender la marcha sin un posible regreso. Las diferencias de salario entre ambos países les permiten solventar gastos en la construcción del hogar, educación, salud, alimentación y una vida digna para ellos y sus familiares, pero que al regresar la situación complicaría el ingreso familiar.

Si bien, existe una mejora en la economía familiar. Pero, la ausencia de la persona que se va implica este otro vacío en los vínculos afectivos. Lo ausente es aquello en lo que se piensa, pero que no se percibe; es una herida abierta que perdura muchos años, hasta que se logra la reunificación familiar. La migración tiene un impacto provocado por la ausencia en quienes esperan y deciden partir. Partir del lugar de origen renunciando, aunque sea de forma temporaria, a los vínculos afectivos, sociales, dejas atrás los paisajes naturales, materiales y simbólicos.

La nostalgia por la ausencia, la motivación central es la espera, la cual matiza las diferentes formas como opera la nostalgia en la cotidianidad condicionando aspectos fundamentales de las relaciones de pareja como la comunicación, el amor, la lealtad, la sexualidad.

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