“Si no pueden, renuncien”

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista/Columna

El fin de semana anterior pasará a la historia como el las horas negras para Tlaxcala, esto, por la enorme cantidad de homicidios y delitos de diversa gravedad que violentan todo orden y ley y que se agravan por la desidia, incompetencia e ineptitud de las autoridades que tras un lapsus de mutismo, salieron con la estupidez de siempre, la de señalar a esta entidad como la más segura del país.

Desde el sábado 8 de junio de este trágico 2019, por la noche, nuestra entidad se empezó a teñir de sangre con el asesinato de un joven en Zacatelgo. Por la madrugada supimos de un asalto en Contla de Juan Cuamatzi con un herido de gravedad y las primeras horas del domingo 10 fueron también el inicio de una pesadilla con la ejecución de dos personas del sexo masculino en el tianguis dominical de Chiautempan, crimen cometido a la luz de la mañana, ante decenas de personas, con la mayor impunidad y ausencia de la ley.

El segundo domingo de junio llegó para poner en relieve la realidad de Tlaxcala en materia de violencia. Puso en evidencia la vulnerabilidad de toda la sociedad tlaxcalteca y como nunca antes, puso en claro la ineptitud de las autoridades que cobran un salario demasiado elevado con relación a los resultados que ofrecen. Al estupor por el asesinato de dos comerciantes de ropa americana le siguió el escándalo por la muerte de una mujer en Acuitlapílco, el hallazgo de un cuerpo en Tizatlán y el descubrimiento de un cadáver en Teolocholco. Un festín de sangre y muerte, una oleada de crímenes sin sentido, un temor generalizado, el inicio de una psicosis y la ausencia de respuestas y resultados de los burócratas.

Los tlaxcaltecas nos fuimos a dormir con el recuento de los muertos, con el dolor de quienes perdieron a un ser querido, con el olor a sangre esparcida por todo el territorio y con el enojo hacia las autoridades que hoy y de forma contundente, se han visto superadas en todos los sentidos. Nos fuimos a dormir con la pregunta que intenta explicar el nivel de inseguridad con que nos tienen viviendo nuestros caros funcionarios y con la frustración por saber que estamos en manos de la delincuencia y de quienes son más fuertes que las instituciones.

Este lunes 10 amanecimos con otra aberración igual o peor: la muerte de una mujer de 75 años de edad y la de un policía municipal de Tetla de la Solidaridad en un solo hecho. Total impunidad, inseguridad e impotencia en su máxima expresión, incompetencia de la ley, indolencia del poder. Esa es la realidad de Tlaxcala, una realidad que ha superado la imaginación y que ha rebasado las declaraciones, estadísticas, buenos deseos y mentiras de aquellos que estúpidamente insisten en señalar a este estado como una sucursal del edén y un lugar sagrado y bendecido que es sólo denostado por los que no aplauden.

Hay una percepción social de abandono y desamparo al mirar muy lejanas a las instituciones creadas para mantener el orden y para impartir la ley. Hay una sensación de inseguridad y de estar en la mira de la delincuencia lo mismo en la calle que en la casa. Hay una clara idea de que en Tlaxcala las autoridades han sido rebasadas y que no cumplen con las expectativas y necesidades de los ciudadanos. Cualquier hombre y mujer no confía en sus autoridades y rechaza terminantemente la necia versión oficial de paz y armonía en este estado.

Los proyectos, planes, presupuestos, declaraciones y buenos deseos oficiales no sirven. Así lo muestran los resultados de evidente fracaso. Los robos, asaltos, violaciones, agresiones físicas, asesinatos, ejecuciones, extorsiones, secuestros y lesiones van a la alza; todos los días, a todas horas, por todo Tlaxcala y de cualquier forma, se registran hechos delictivos y no hay detenciones ni sentencias ni actos de justicia que hagan creer a la sociedad que sus autoridades están a la altura de las circunstancias. Tlaxcala se encuentra en una situación grave de delincuencia y son las autoridades las únicas que lo niegan y que no hacen nada y si algo hacen, lo hacen mal y de forma insuficiente.

La sociedad exige acciones y no declaraciones. Urge que haya en la entidad instituciones y autoridades a la altura de las necesidades y de la problemática actual. A los tlaxcaltecas no nos interesan sus estadísticas ni sus cifras den consumo interno y de autocomplacencia sino acciones que pongan fin a la pesadilla inmerecida. El grito de reclamo y de exigencia está en el aire y si no pueden, como dijo don Fernando Martí, renuncien.

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