¿Servirá de algo un día sin mujeres?

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

¿Servirá de algo el movimiento social “un día sin mujeres” convocado para el nueve de marzo? Al menos para hacer visible el fenómeno de la violencia hacia el sector femenino, sí, pero para frenar la agresión diversa, los asesinatos y la violencia que desde el hogar y desde cualquier nivel institucional sufren, definitivamente no.

Creer que la movilización social va a reducir, frenar o poner fin a la violencia hacia la mujer, es muy inocente y es desconocer lo que origina o motiva la agresión hacia el sector femenino. El día señalado, los hombres se sentirán en el centro de la atención nacional y hasta si se quiere, cargarán por esa única fecha un ligero sentimiento de culpabilidad por lo hecho o dejado de hacer pero, ¿y al día siguiente…?

La violencia no conoce nivel social o cultural, no es privativo de determinadas zonas geográficas o rangos de edad, no tiene que ver con religiones o ideologías políticas… no tiene que ver con el grado de estudios de unas o de otros. En ese sentido, el uso de la fuerza hacia la mujer, la agresión verbal y física, la humillación y hasta el desprecio hacia ellas, por desgracia, va a continuar porque no es un tema de movilizaciones o de leyes, sino de consciencia, respeto, dignidad, honor, educación, amor y valores humanos de los varones ¡Y es precisamente lo que no se está atacando!

Para disminuir y hasta erradicar de la mente del hombre el instinto primitivo de dominio y la absurda idea de propiedad que tiene sobre la mujer se necesita conocer mucho sobre las emociones, sentimientos, ignorancias, impulsos, pasado infantil, medio en el que se desenvuelve… conocer lo que entiende por respeto o lo que ha aprendido y entendido respecto a ellas; primero hay que identificar qué le fue enseñado desde el hogar, por padre y madre, por hermanas y hermanos, por tíos y tías y por una cultura machista y misógina.

A los hombres, a muchos, casi a la mayoría, un movimiento social del tamaño que usted guste, una amenaza de paralización mundial femenil, marchas, manifestaciones y mítines, endurecimiento de las penas a feminicidas, la condena nacional e internacional a los agresores y hasta el destierro para quienes ejercen violencia, los tiene sin cuidado. Los agresores de mujeres tienen otros parámetros o valores para entender las cosas; a un enorme sector masculino no le va ni le viene ni le va a modificar la actitud un movimiento feminista.

La violencia hacia la mujer es más común de lo que se cree. Paredes adentro del hogar se vive un infierno de múltiples formas. Señoras, muchachas y niñas son vejadas y minimizadas, golpeadas, explotadas y violadas y ellas no lo reconocen y menos tienen el valor para denunciarlo o hacerlo visible y, por otro lado, el hombre ejerce todo ese tipo de violencia y no lo expone, ni lo exhibe y menos lo acepta y en todo ese concierto de complicidades y aberraciones todo parece normal; se da la imagen de una pareja medianamente feliz o de una relación ausente de violencia.

Por un lado, ante la sociedad o su entorno la mujer no puede aceptar una vida llena de agresiones pues eso implica un fracaso sentimental y, por el otro, el grado de violencia que sufre le ha cortado la voluntad de denunciar o reconocer que su pareja la domina por la fuerza a grado tal de anularla e impedirle la capacidad de rebelión o defensa. Muchas damas que luchan en contra de la violencia de género son víctimas y no lo van a reconocer; muchas señoras de la alta sociedad, de la política y arte padecen ese fenómeno y este, no precisamente es visible y mucho menos va a llegar a su fin por un movimiento social.

Ahora bien, las mujeres saben que deben sacudirse de ese cáncer. Y su movimiento tendrá un efecto, claro que sí. Se hará visible y quiérase o no, permeará en el sector masculino. Expondrá al menos los derechos de las mujeres y será un grito que se va a escuchar, claro que sí. Los efectos de una inmovilidad femenina se van a sentir y habrá una ligera modificación del comportamiento humano. En ese sentido, muy bien por ellas.

Pero ¿y al día siguiente? La violencia hacia la mujer encuentra su mejor aliado en la impunidad, en la indolencia y desinterés de las autoridades y en general del aparato de justicia en México. Cualquier acción u omisión va a fracasar porque las instituciones en nuestro país son cómplices y con ello promotores de esa forma de comportamiento. No se trata de crear más leyes para castigar ese fenómeno que tiene a la mujer en etapa de exterminio, sino cumplir las que tenemos. Hacerlas efectivas en bien de la raza humana.

No se trata de crear días sin mujeres o sin hombres, sino educar las mentes, crear consciencia, inducir al respeto, promover la igualdad, invertir en programas y acciones de convivencia de familia, fomentar la idea de que los niños y las mujeres son lo más preciado de la humanidad, educar a los pequeños desde el hogar respecto a la importancia del género y la condición infantil… debemos dejar en claro a los varones que a los niños y a las mujeres se les defiende y protege y que no hay argumento o pretexto que valga la más mínima agresión.

Cierto, el gobierno desde cualquier nivel hace poco, demasiado poco o nada, pero es urgente que la mujer adquiera consciencia y que actué. No que se defienda pues eso podría implicar hacer uso de la violencia, sino que cambie su actitud y modifique su entorno para alcanzar la igualdad y el estatus que le corresponde. La violencia, mujeres, no es normal. El hombre llegará hasta donde ustedes lo permitan; él las dañará sólo si ustedes no lo impiden.