Señales de ingratitud

Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista

A casi una quincena de que concluyan las administraciones municipales en los ayuntamientos del estado de Tlaxcala, se empieza a calificar el desempeño de los funcionarios y a criticar, juzgar y sentenciar a aquellas autoridades que, de forma por demás indiscutible, le fallaron al pueblo. No hay que negar que hubo personajes que se olvidaron casi completamente de sus obligaciones y se entregaron al ocio, al dispendio, al saqueo y en términos generales, a traicionar la confianza de quienes los llevaron al poder.

También en el recuento de los daños o los beneficios, destaca la ingratitud de la sociedad en donde el presidente y su cabildo al final de su mandato ofrecen buenas cuentas porque, quiérase o no, de los 60 municipios que hay en el estado, al menos en 20, la gestión fue de buenos o excelentes resultados y no hay absolutamente nada que se les pueda reprochar o comprobar en cuanto al esfuerzo y la transparencia en la aplicación del dinero del pueblo.

En esos municipios no hubo prensa que exaltara o magnificara lo que hicieron los alcaldes por obligación. Solamente cumplieron su promesa de servir, únicamente no robaron porque sus principios, educación y dignidad se los impidieron y atendieron de forma diligente, las 24 horas los 365 días del año. Aunque usted no lo crea, hubo funcionarios que rechazaron la corrupción y caminan con la frente en alto porque nadie va a demostrarles ninguna forma de abuso de poder. Y esos pocos, muy pocos, no están buscando nuevos puestos, no tienen codicia, no se han enriquecido ni buscan otro lugar en donde seguir comiendo y viviendo del pueblo.

También los hay con claroscuros. Presidentes municipales, regidores, síndicos o presidentes de comunidad que lograron un cambio positivo en sus comunidades, pero al mismo tiempo se enfrentaron a las debilidades propias del ser humano, ya sea por abusar de los brindis o por caer en la tentación de Venus, haciendo que su imagen, su trayectoria y su familia sufriera las consecuencias y como daño principal, el presupuesto haya ido a parar a lugares no muy recomendables. En todos los casos, el que sale pagando es el pueblo.

En algunos municipios, los presidentes alegan ignorancia, falta de apoyo institucional, trampas de los contrarios, exceso de inocencia y muchos otros pretextos para explicar la casi total ausencia de obra, de atención, de resultados positivos. Sin embargo, sus abusos se observan hasta el espacio pues de ser simples chalanes ahora disfrutan de lujosas mansiones y de tener una carcacha ahora presumen autos de lujo. La codicia les gano, la corrupción los atrapó y ahora serán un recuerdo negativo, una vergüenza y el mal ejemplo.

Y como digo, hay presidentes municipales que de verdad trabajaron y la gente no se los reconoce. Hubo obra, hubo inversión, hubo respuesta en materia de servicios públicos como recolección de basura, alumbrado público y seguridad, pero la gente no lo va a aceptar. A muchos vecinos les consta el estado lamentable de su calle y de su barrio al inicio de esta administración de casi cinco meses, pero van a negar el cambio y el autor del mismo. Muchos recibieron respuesta a sus demandas y ahora se dicen ignorados, burlados y agreden o esparcen rumores negativos en una plena muestra de ingratitud e intolerancia.

Para algunos presidentes municipales o de comunidad un error, el más mínimo desacierto, los llevó a recibir el rechazo de la comunidad y los marcó de por vida, aunque ese error no haya sido importante y no haya causado daño patrimonial al pueblo o lesiones a alguien. A partir de un incidente, fueron víctimas de burlas, de apodos, de rechazo y hasta de agresiones.

Lo que menos perdona la gente es el éxito. La frustración es contagiosa e incita a otros igualmente débiles a criticar si conocer, a negar sin méritos, a ignorar lo bueno sin tener la capacidad de comprar. A esos presidentes municipales que al final de su esfuerzo y su mandato son atacados a pesar de haber dado todo de sí, que se sacrificaron y que invirtieron horas y días para atender a su pueblo, no olviden que el pueblo es ingrato por naturaleza y que la historia se escribe una sola vez y pone a cada cual en su lugar. El tiempo no se equivoca.

Por lo que respecta a los síndicos y regidores pues no hay mucho de qué hablar y de algo bueno, pues nada…

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