Relativa tranquilidad. Basta de buenas intenciones

Una normalidad relativa postelectoral es la que viven los ciudadanos, tras los resultados del domingo. Los que tienen el triunfo en sus manos, solo esperan el cómputo definitivo que haga el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) este miércoles para confirmarlo y ahora sí, respirar profundamente.

Como ya veíamos, en la región prácticamente se modificará el mapa electoral porque administraciones que hoy son perredistas pasarán a ser priistas, las panistas a perredistas y hasta el PT y un independiente se hicieron presentes con victoria. El de este este último, histórico por lo que representa en Santa Cruz Tlaxcala, tradicionalista hasta hace no mucho con su famoso rol de comunidades.

Aunque en las calles las cosas parecen tranquilas, lo cierto es que se detecta un sentimiento de confusión, de crispación, de incredulidad y de heridas que no sanarán rápido. La razón: que prácticamente ninguno de los que hoy se dicen ganadores está totalmente legitimado por los electores, debido a que hubo muchos candidatos y eso dispersó el voto, que a su vez propició que nadie obtuviera una mayoría absoluta o ni siquiera la mitad de quienes acudieron a sufragar.

Además, las de este 2016 fueron las elecciones más observadas – redes sociales, donde se dieron con todo –, pero también muy sucias. Nadie en su sano juicio puede asegurar que venció totalmente a la buena, lo cual es un reflejo del hartazgo político de la población, que prefiere la fácil de que todo se arregle con dinero y no con democracia.

Aun con eso y no obstante que es una falacia que los ganadores convoquen a sus adversarios a colaborar por “el bien del municipio” y las diferencias se superen de un día para otro, los ganadores estarán obligados a demostrar civilidad al evitar revanchismos y cacerías de brujas, aun durante el proceso de transición que será bastante largo, seis meses, tiempo suficiente para que cuando lleguen a la administración no empiecen a improvisar, sino a ejecutar acciones de un plan de desarrollo que, se supone, ya lo tienen claro.

El deseo es que los próximos gobernantes y representantes populares – aunque parezca trillado – demuestren capacidad en favor de sus gobernados, que llegarán a los cargos para trabajar y no para burlarse de la gente, de ganar no para ejercer el poder solo por el poder. Ya no podemos decir que si no lo hacen la ciudadanía se los reclamará, pues la apatía es un sello muy marcado en estos tiempos “globalizados”. Basta de buenas intenciones, se necesitan verdaderos líderes que guíen a la sociedad hacia buen puerto y a partir de 2017 tendrán la enorme oportunidad de pasar a la historia o ser en la historia nada.

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