Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Siempre se ha dicho que la educación es un derecho y una responsabilidad de todos. O cuando menos del Estado, los maestros y los padres de familia; esto en el discurso suena bien y es un argumento que deja buenos dividendos a la gente del poder, a los políticos y a quienes se cuelgan del tema. En la realidad, los tutores desean que el gobierno lo haga todo, los maestros que los papás se involucren más y participen mucho y el poder, que mentores y sociedades de padres de familia solucionen los problemas en los planteles.
El regreso a clases en aula, luego de los estragos derivados de la pandemia del covid-19, representa para algunos un dilema que tiene cara de pretexto pues aseguran que no hay condiciones de salud suficientes para volver a dar clases frente a grupo. Quieren esos algunos que se garantice y se firme que no existirá el mínimo riesgo ni la más pequeña posibilidad de contagio para maestros y alumnos. Y tienen razón, pero hablan sólo del problema bastante conocido, pero no aportan soluciones ni sugerencias ni muestran interés por hacer algo. Las críticas y quejas no aportan nada.
Cuando la sociedad se preocupa y se ocupa de la instrucción académica de los niños, adolescentes y muchachos, no hay pretexto alguno para permitir que se reanuden las clases presenciales pues siempre busca y encuentra soluciones de participación general en beneficio de los estudiantes. Hay padres de familia que se suman al esfuerzo de los maestros y del gobierno, cuando estos tienen voluntad, para participar en la normalización de las clases.
Caso ejemplar es de los directivos y padres de familia del Jardín de Niños ESOPO ubicado en la primera sección del municipio de Contla de Juan Cuamatzi. El llamado de la directora a los papás de los pequeños fue obedecido sin reparos y todos, absolutamente todos los tutores cumplieron el día de la cita y barrieron el pequeño auditorio, cortaron el pasto de las áreas verdes, limpiaron con trapos húmedos cada una de las piezas de los rompecabezas y cualquier juguete grande o chico, limpiaron vidrios de las ventanas, barrieron los salones y trapearon de tal forma que dejaron el plantel listo para cuando los párvulos tuvieran que regresar a clases.
Nadie puso pretextos ni pidió explicaciones, nadie se negó a asistir pues todos los papás y abuelos de los niños sintieron la obligación de participar en la educación de sus hijos y nietos pues sabían y saben que nadie va a hacer por los pequeños lo que sus propios familiares fueran a hacer y tuvieron perfectamente claro que el interés e iniciativa de las maestras no merecía el desprecio o desatención de los adultos. Así es que el día señalado, en homenaje a los chiquillos, se hizo faena y se dejó el plantel reluciente. Así tenía que ser y así fue pues así se demuestra el amor por los hijos, el compromiso con la educación y la corresponsabilidad con el sector magisterial.
La directora y las maestras bajo su mando supieron conducir las acciones de limpieza y no tuvieron que batallar para dar a entender la importancia de la participación de los padres de familia en la educación de sus hijos y la necesidad urgente de que las instalaciones escolares estuvieran listas para sus pequeños. Si mañana fuera el regreso a clases presenciales, si mañana tuvieran que presentarse docentes y niños, todo estaría y está listo para recibirlos. Eso no es difícil de entender. No son necesarias las explicaciones para saber que con esas acciones todos salimos ganando, absolutamente todos. Atrás y sin efecto quedan las críticas, los pretextos, los temores y cerrazón.
Así es que si los padres de familia, el gobierno en todos sus niveles y los maestros quieren que inicien las clases, que los planteles estén en óptimas condiciones y que no haya riesgos ni posibilidades de contagio, es urgente que nos sumemos a las acciones que tienen como objetivo la educación, la formación y la preparación académica de los niños, adolescentes y jóvenes. No pongamos pretextos ni sumemos temores y quejas, los hijos merecen nuestra voluntad y esfuerzo.