Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Por primera vez en la historia reciente, en México y en Tlaxcala las contiendas políticas se van a llevar a cabo en el terreno de lo digital. Hasta este momento nadie puede prever con certeza cuáles serían los beneficios o perjuicios de un discurso u oferta fría, impersonal, lejana, ausente del saludo, del gesto y las miradas.
El mensaje a través de las redes sociales deberá cambiar drásticamente pues la capacidad de convencimiento de los candidatos estará permanentemente a prueba. La propuesta tendrá que ser muy diferente y los contenidos tienen que ser escuetos, objetivos, precisos, ya que el destinatario difícilmente va a soportar siquiera cinco minutos de un mensaje.
Ante la pandemia todavía vigente en algunos lugares y momentos, las campañas habrán de realizarse a distancia y las reuniones domiciliarias no podrán llevarse a cabo. Ya ni hablar de los mítines de apoyo el día de la designación del candidato, la fecha del registro ante la autoridad electoral y la mega concentración del cierre de campaña que en ocasiones, se repite por distrito o por población dependiendo la candidatura.
Ni los electores ni los líderes políticos ni los candidatos tienen hasta este momento una estrategia definida y mucho menos infalible para comunicarse con los electores. En la mayoría de los casos la presencia del aspirante en las redes va a servir para el ataque, el descrédito, la agresión y la descalificación anónima o no. Porque los contrarios ahora sí tendrán la posibilidad de regar toda su frustración por medio de calumnias sabiéndose no identificables.
Por el momento, tampoco la autoridad electoral ha hecho pronunciamiento alguno respecto a los alcances permisibles a las redes sociales en materia de promoción electoral y de descalificaciones que se habrán de dar tanto hacia los candidatos como hacia los partidos. Si ya anteriormente la política electoral se ha sumido en un mar de violencia verbal y en un lodazal de improperios, imaginemos ahora que el atacante no va a tener rostro ni domicilio localizable.
En tiempos pasados, para impedir o evitar un clima de agresiones entre candidatos o cuando menos para aminorarla, autoridades electorales y dirigentes de los partidos políticos contendientes firmaban un documento que llamaban pacto de civilidad, dando a entender que los civilizados necesitaban de la firma de pactos para respetarse. Claro que ese acto era puro show, puro control mediático porque las campañas se volvían un todos contra todos; de civilizados nada.
Claro que por el momento, tantos partidos políticos como futuros candidatos esperan que para junio, mes de la elección, ya haya pasado la pandemia, que ya la exigencia del uso obligatorio del cubrebocas haya pasado a la historia y que ya se permitan las concentraciones masivas, o cuando menos que ya se permitan las reuniones familiares pues estos encuentros siempre han permitido el acercamiento entre aspirantes y posibles votantes a favor. Lo ideal sería una campaña cara a cara, con refresco y galletas por parte del anfitrión y una cubetita por parte del visitante.
De cualquier forma, y dado que la pandemia covid-19 no tiene palabra e incluso le puede dar por permanecer o regresar en tiempos de campañas, los aspirantes a ganar un cargo de elección popular, las autoridades réferi de la contienda y los dueños de los partidos políticos idealizan un método infalible de acercamiento con el respetable votante a través de las redes sociales. No tienen idea de cómo podría ser esa forma novedosa de hacer campaña y muchos ni siquiera podrán encontrar la fórmula para hacer proselitismo de esa forma.
Son tiempos nuevos que exigen el uso de la imaginación más que de los regalitos o la presión del voto a favor. Ahora como nunca antes, los candidatos sí van a tener que hablar claro, directo, objetivamente, y dejarán a un lado la demagogia. Eso esperamos.