Reconocimiento a Protección Civil

Después de la tormenta a veces viene la calma pero siempre, el recuento de los daños.

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Enfrentarse a las violentas manifestaciones de la naturaleza, como ocurrió en la semana, es también la oportunidad para hacer un balance respecto a qué tanto estamos preparados, gobernantes y gobernados, para enfrentar, soportar y sobrevivir a una situación adversa gestionada y operada por situaciones ajenas al control de las personas.

Los fuertes vientos, lluvia intermitente, frío intenso y hasta granizadas mínimas y e inestabilidad atmosférica que trajeron consigo los frentes gélidos y la tormenta invernal en realidad fueron una prueba de fuego para los sistemas municipales y estatal de Protección Civil que más bien que mal, supieron sortear la situación de alerta que se declaró principalmente miércoles y jueves en todo el territorio tlaxcalteca.

Habrá que reconocer los enormes esfuerzos que tuvieron que hacer los directores y demás empleados de esas áreas de la administración municipal que, en términos generales, trabajan apenas con lo indispensable pues no hay que negar que para la mayoría de los ayuntamientos, el área de Protección Civil no representa una prioridad por lo que el cabildo y los alcaldes les niegan el equipo, los recursos materiales, el personal y hasta un número telefónico para atender los llamados de emergencia que como en la presente semana, fue tan elevada cantidad de pedidos de auxilio que la situación pudo salirse de control.

Lo cierto es que los ventarrones que se presentaron sobre la mayor parte del país y especialmente en Tlaxcala vinieron a poner en evidencia que hay muchos elementos en el entorno que ponen en peligro la vida y los bienes de las personas y que no existe, como en el caso de los sismos, una cultura de prevención o de reacción por parte de la sociedad. En realidad nadie ha pensado en efectuar simulacros para atender situaciones adversas en esta materia, al menos no como en lo relacionado a los terremotos.

Tras los hechos del fin de semana, que ya pasarán a la historia, urge que las autoridades de Protección Civil estatal y municipal realicen una revisión exhaustiva de todo cuanto sea proclive a venirse abajo y dañar cosas y personas pues no hay que dudar que tras los fuertes vientos, con rachas superiores a los 60 kilómetros por hora, tiraron lo que debería caerse, pero aflojaron o han dejado en tales condiciones a muchos objetos, árboles y construcciones que no soportarán otras condiciones tan adversas similares.

Con lo visto y experimentado en estos días especialmente difíciles por cuestiones climatológicas, urge que a las direcciones municipales de protección civil se les preste mucha atención pues no hay que dudar que si las cosas no provocaron mayores males, fue por la oportuna y responsable atención de su personal que en muchos casos fue el único que se presentó a las emergencias y para atender las emergencias casi sólo con manos.

Es necesario que el gobierno, a través del Instituto Estatal de Protección Civil, se dé una vuelta por las áreas de los municipios y detecte las carencias que enfrentan pues, aunque usted no lo crea, hay ayuntamientos en los que esas direcciones no tienen siquiera las herramientas indispensables o con unidades vehiculares o con teléfono de emergencias, o simplemente gasolina. Porque deben trabajar coordinados y conociendo los puntos débiles de esas oficinas podría apoyar o sugerir a los presidentes mayor atención para mayor eficiencia.

En términos generales, la sociedad siente que los comités municipales de protección civil de la mayoría de los municipios y el IEPC, actuaron con prontitud, responsabilidad y sentido del deber en los momentos más intensos de la semana pasada, pero también esa misma sociedad notó las carencias que tienen y percibió la poca o nula atención de los ediles y los cabildos.

Siendo un área importante, vital, indispensable para servir al pueblo, esas direcciones municipales deben fortalecerse dotándolas de todo, absolutamente todo lo necesario para el desempeño de sus funciones que la gente conoce y reconoce. No es necesario que muera el niño para tener entonces que tapar el pozo.

 

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