Realidad política actual

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

En términos generales, los partidos políticos en Tlaxcala están muy lejos de cumplir las expectativas sociales y por lo que respecta al PAN, PRD y PRI prácticamente están desaparecidos y lo que de ellos queda cuenta con la animadversión del electorado. En resumen, los partidos están muy lejos de contar con la confianza y el respeto general.

Esos tres partidos, ahora de oposición, no tienen la suficiente humildad para aceptar sus errores y reconocer sus fallas, mismas que los llevaron a perder elecciones, a contar con el desprecio social, a ser señalados y acusados, juzgados y sentenciados y a ser referente de corrupción, impunidad, abuso de poder, de enriquecer a sus dirigentes y gobernantes y de empobrecer a los mexicanos.

En Tlaxcala, PRI, PAN y PRD no son institutos políticos de gratos recuerdos. Reales o supuestos delitos o fallas, o faltas o errores los tienen en el rechazo de la gente y no parece que tengan la mínima idea de cómo volver al escenario electoral o a recuperar, aunque sea muy poco, la confianza. No saben ya cómo acercarse a sus bases ni hablan el mismo lenguaje de sus militantes y simpatizantes.

A pesar de las derrotas vergonzosas y del oprobioso lugar en que se encuentran, no han tenido la humildad para reconocer su falta de aceptación ni saben cómo reinventarse, refundarse, modificar sus estatutos, colores y siglas. Volver o intentar regresar a la arena política le va a costar mucho y tal ni siquiera lo loguen. No con la actitud negativa, prepotente, arrogante e ignorante de sus dirigentes que sólo buscan protagonismo y dinero.

Partidos así no sirven a la democracia, no representan alternativas políticas, no son opción a la hora de elegir gobernantes. Los tiempos actuales necesitan partidos opositores fuertes, que sean factor de decisión y de oportunidades diversas. Cualquier partido sin oposición se vuelve dictadura. Cualquier nación sin política de oposición o sin alternativas ideológicas no se puede decir democrática. Pero eso en México y en Tlaxcala no se entiende ni se tiene por la ceguera de los líderes a quienes les interesa todo, menos el pueblo.

MORENA es un partido que abrió muchas expectativas pero que no las cumple en la realidad. Cierto, a su favor tiene el argumento de que es un partido relativamente nuevo y al menos, su existencia nada tiene que ver con la longeva vida del PAN o el PRI. Se puede alegar hasta con cierta razón, que los cambios que propone a través de la 4T no son inmediatos, que para alcanzar el ideal se requiere de décadas. El problema es que su oferta también habló de milagros, promesas como las de todos.

Si se tuviera que hacer un juicio inmediato a los resultados de MORENA se concluiría que no está dando los resultados ofrecidos por sus febriles candidatos, gobernantes y líderes que en su discurso parecían profetas y pastores más que seres humanos y conscientes de la realidad política, económica y social de México.

La sociedad está aún esperando, atenta, ilusionada. Con sentido de responsabilidad y en actitud de colaborar, que los gobiernos emanados de MORENA ofrezcan opciones de gobierno o que marquen de forma clara y contundente el rumbo a seguir. Pero no hay señales definidas, no se nota el cambio, no se percibe una modificación en los modos y las formas con relación a los modos y formas de los priistas, panistas y perredista. Simple y sencillamente no se percibe el cambio tal vez porque no lo hay…

En términos generales, la sociedad tlaxcalteca sigue esperando, aunque ya no con lucha paciencia, que los gobiernos emanados de esa nueva ideología política den un giro total a la forma de gobernar tal y como lo idealizaron los electores, tal y como lo merecen y como lo requieren los nuevos tiempos.

No hay cambio visible, no se vislumbran diferentes modos y formas, al menos a corto plazo, con los actuales gobiernos de cualquier partido político. Claro, hay excepciones, y claro que hay esperanza, que hay posibilidades. Lo que pasa es que la urgencia de resultados y la crítica no permiten esperar mucho, pero, digamos que el pueblo otorga el beneficio de la duda.

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