Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista
Expertos y especialistas en materia de comportamiento humano de todo el mundo, pero principalmente de América Latina, coinciden en que lo que está ocurriendo actualmente con nuestra juventud es extremadamente grave pues la modernidad, la tecnología, la perdida de los valores, la falta de un futuro posible y positivo o los nuevos tiempos los tiene prácticamente en peligro de exterminio y todo, ante la complaciente mirada y permisibilidad de los adultos que les han dejado este escenario y esta realidad cruel e inaceptable.
Todos los días en México y Tlaxcala amanecemos y anochecemos con noticias en las que un joven, incluso un adolescente o un niño, se ven involucrados en hechos delictuosos siendo ellos victimarios y víctimas, seres que a su corta edad han sido atrapados y devorados por la delincuencia, las adicciones, la violencia y la muerte.
Cada vez una mayor cantidad de muchachos y chicas se suman a los grupos violentos del país y del estado y todos terminan a los pocos de días de iniciada su aventura, muertos a balazos, detenidos y marcados por la sociedad, enterrados en fosas clandestinas, desaparecidos para siempre o inmersos en las drogas, el alcohol y la vagancia.
Actualmente en la mente de muchos jóvenes vive la idea del dinero fácil, del temor que da poseer y utilizar armas de fuego, del poder que otorga el dinero y de las satisfacciones que brindan las drogas, las mujeres voluptuosas, las influencias presuntamente ilimitadas y la impunidad garantizada por estar cerca de los gobernantes, políticos y empresarios. Su lema es “mejor vivir diez años en la opulencia que toda la vida en la miseria” condenándose así a una existencia efímera con antecedentes de muerte, sangre, tragedia, dolor y descomposición social.
El camino está marcado; la ruta ha sido señalada; el olor del dinero y la falsa idea de alcanzar el triunfo mediante el dinero ensangrentado y el dolor ajeno son su imán e ideal. Los muchachos han perdido el sentido de la realidad y han dejado de entender el concepto de respeto, de prudencia y la tolerancia, del amor, del servicio y la solidaridad. Desde el hogar, y eso es lo verdadera y realmente grave, desconocen de normas, reglas y leyes; retan la autoridad paterna o materna o ambas, imponen su criterio y desde la familia se han vuelto violentos, agresivos, irresponsables, intolerables e intolerantes.
Los padres de familia han perdido el valioso equilibrio que representaba el principio de autoridad y se han convertido en ejemplo de desprecio hacia la ley y las instituciones, hacia las religiones y a toda norma o precepto y se han convertido en jueces implacables de las iglesias, los credos y gobiernos, fomentando, permitiendo y alentando la violencia hacia la otredad y creando con ello feminicidas, secuestradores, asesinos, grupos de choque, estafadores y toda clase de seres incapaces de hacer el bien
Para ese pequeño sector de intelectuales, librepensadores y estudiosos del comportamiento humano, la actual actitud e idea de la juventud no es normal, como no lo es el que un niño de 16 años termine abatido por las fuerzas armadas con la cabeza despedazada a tiros, no les parece común que en Tlaxcala una niña termine asesinada por otros igualmente jóvenes, que en las escuelas muchos estudiantes aprendan a consumir bebidas alcohólicas, a fumar, a drogarse y a conocer de la trata de personas, del tráfico de drogas, del enriquecimiento ilegal y del supuesto poder que da la violencia, siempre irracional y estúpida.
Del otro lado está la autoridad omisa, corrupta, incompetente, insensible, inútil… del otro lado también está la complacencia de los padres de familia que en un momento de la vida decidieron que los valores humanos son un estorbo y que este país y este estado sirven para aplicar la ley del más fuerte y la ley de la selva. Ahí estamos quienes nos estacionaos en doble fila, los que arrojamos una o muchas basuras a la calle de forma impune, los que no corregimos a los hijos, los que permitimos que varones y niñas anden hasta la madrugada por las calles y dentro de los antros y que utilicen un lenguaje soez y de desprecio hacia el otro.
Ver el cadáver de un niño, de un adolescente o de un joven a consecuencia de la violencia es muy común y es una escena de todos los días, pero jamás debe ser normal. Explicar el grado de violencia e inconsciencia en las actuales generaciones se explica, pero de ninguna forma se justifica; saber que nuestros hijos pueden ser las siguientes víctimas o los seguros futuros victimarios no pueden ni deben ser las expectativas.
Y todavía nos preguntamos como queriendo evadir nuestra responsabilidad individual y colectiva ¿qué demonios nos está pasando como sociedad y raza?