Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
En Tlaxcala se está experimentando una forma de descomposición social que va más allá de la apreciación, preocupación o acción gubernamental. Para los gobiernos estatales el discurso es más que suficiente para conjurar el mal que representa la pérdida de valores, la ausencia de honradez, el nulo respeto por la vida, la falta de amor por la mujer y por los niños y la preservación de la dignidad y el honor.
La corrupción en el aparato de justicia es la peor versión de la humanidad y es la más cruel y clara muestra de que todo tiene un precio, que el valor de la libertad de inocentes y culpables lo determina el dinero de quien puede comprar la ley. En la administración pública, la corrupción es un monstruo que devora todo lo que se pueda y deja enseñanza y herencia que será continuada en las administraciones siguientes.
Las injusticias siguen siendo la vergüenza de cualquier sociedad y cultura. No hay forma de decirnos civilizados ni evolucionados si como nación o como estado seguimos sufriendo la ineptitud, incompetencia, arrogancia, soberbia y podredumbre de quienes se supone, pagamos para defendernos o para garantizar la convivencia pacífica y armoniosa de la sociedad.
La complicidad sospechada, encubierta o abiertamente conocida de la autoridad con la delincuencia, es algo que debe llenarnos de vergüenza, coraje y determinación. No es posible entender que los delincuentes lleven la ventaja sobre el Estado y que las instituciones se pongan al servicio de la mafia o de los malos servidores públicos. Cada vez es más visible, dañino y absurdo el poder que la maldad ejerce sobre el gobierno pues en algunos casos los cárteles y grupos de la delincuencia organizada ponen gobiernos a su modo e interés y matan a quien se atreve a combatirlos.
En el Arco Norte, en su tramo que pasa por Tlaxcala, más de 35 automovilistas fueron asaltados en fila, sin posibilidades de escapar; fueron llegando como al matadero, como si hubieran ido por su cuota de agravio y fueron amenazados por delincuentes quienes les quitaron sus pertenencias y, lo peor, lo hicieron con la seguridad y garantía de que nadie, absolutamente nadie, podría hacerles algo. Impunidad total.
Pero no actuaron solos, no ellos ni muchos otros grupos que se han asumido el control de algunas regiones de Tlaxcala… contaron con la complicidad de malos y traidores funcionarios a quienes los ciudadanos también les pagamos su salario. No se puede entender el robo de vehículos, el asalto al transporte de pasajeros, el robo a los camiones con mercancía ni otras formas de delincuencia sin la participación pasiva y activa de las autoridades.
Los errores, en materia de seguridad pública, no se deben permitir. Nadie puede aceptar o entender que en Tlaxcala haya sido impuesto un director de la policía estatal, acusado de delitos graves. La prensa lo señaló antes. La cabeza de la corporación estaba siendo buscando o por la ley o por la mafia, pero jamás, por ningún motivo, debió hacer sido nombrado jefe en nuestra entidad y mucho menos dejarle en sus manos la seguridad de los tlaxcaltecas y la confianza social. Alguien mece la cuna, a alguien le conviene que las cosas vayan de mal en peor.
Si bien la violencia es generalizada, la que se presenta de forma fortuita puede entenderse, más no justificarse, por la falta de educación, valores y respeto, o hasta por la falta de trabajo si se quiere. Pero la violencia que puede y debe ser prevenida, combatida y erradicada desde el estado no tiene forma de ser explicada o pretextada. El gobierno, en cualquiera de sus niveles, no está haciendo su trabajo, o lo está haciendo mal, o lo está haciendo, pero no para defender al pueblo, o se está beneficiando de él.
La violencia e impunidad con la que la delincuencia agravia a la sociedad es inaceptable. Y no podemos ni debemos normalizar cualquier forma de violencia por la supervivencia misma de esta y futuras generaciones.
Preocupa y ocupa el saber que para el combate a este cáncer se hace poco, o se hace mal. Y mientras la corrupción y la impunidad avanzan, la gente se siente vulnerable, indefensa, carne de cañón ¿Qué demonios nos está pasando como sociedad?