Los próximos tendrán que venir a enmendar las aberraciones, por ejemplo quitarles el voto a los presidentes de comunidad en las sesiones de los cabildos
Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista
La legislatura que viene, tanto en lo federal como estatal, tendrá mucho qué hacer para desenredar las marañas que crearon los actuales diputados y que terminaron por marcarlos como los peores diputados de los tiempos recientes. Los actuales saben que no cumplieron las expectativas de la sociedad y les queda perfectamente claro que la sociedad se considera defraudada y hasta ofendida por la acción y omisión en que incurrieron.
A nivel nacional, nuestros carísimos parlamentarios aprobaron leyes que a la postre vinieron a afectar los intereses de la inmensa mayoría nacional. Si bien las ofensas mayores se las lleva el presidente de la república por ser él quien dirige los destinos de la patria, son los diputados quienes con su voto en lo individual y partidista le aprueban lo que va a ser un acierto o una aberración y eso los hace partícipes de aquello que llevó a la vergonzosa derrota electoral del PRI, PAN PRD.
En Tlaxcala hay la sospecha, por no decir la certeza, de que el legislativo jamás gozó de independencia y que por el contrario, ese poder siempre estuvo a las órdenes del titular del poder ejecutivo y que los diputados locales jamás pudieron rechazar alguna propuesta de reforma a la ley ni se atrevieron a ignorar o desobedecer alguna indicación venida del gobierno. Incluso hay diputados y diputadas que abiertamente reconocen haber estado atentos a las indicaciones del que manda y paga. Así lo dijeron y lo sostienen.
Los próximos legisladores tendrán que venir a enmendar las aberraciones aquellas de quitarle el voto a los presidentes de comunidad en las sesiones de los cabildos municipales, lo que evidenció un total desprecio a la vida administrativa de las localidades. Tal desacierto tuvo mucho que ver en el desprecio del electorado hacia el PRI, PAN Y PRD en las urnas. Pero más allá de que tuvieran que pagar en las elecciones sus tonterías, el daño que ha causado a las poblaciones del estado esta absurdez se ha traducido en un aumento al atraso en su desarrollo y en un abuso de los presidentes municipales y algunos regidores al negarse incluso a atender las peticiones de los presidentes auxiliares.
La actual legislatura, toda, habrá de irse con la vergüenza acumulada y las ofensas de la sociedad por el trato que dieron al pueblo en el ejercicio de sus funciones. Perdido el sentido de la realidad hasta llegar a creerse propietarios del palacio de Allende, los diputados dispusieron de mecanismos para separarse del pueblo del que comieron, y bien, por un año y ocho meses. Con total desprecio a los medios de comunicación y sus representantes, se atrevieron a impedirles la entrada y obstruyeron su labor alcanzando con ello el bochornoso rechazo al malogrado premio estatal de periodismo Miguel N. Lira.
Mucha gente siente una especie de rencor o desprecio por la figura del político en general y ante la evidente ausencia de contacto y comunicación y diálogo con la sociedad, los legisladores actuales dejan una enrarecida situación a los próximos diputados. No bastarán los siguientes tres años de ejercicio para borrar esa imagen negativa, no habrá atención eficiente y respetuosa que venga a eliminar el concepto que se tiene del parlamentario y no va a haber esfuerzo que tenga como resultado recuperar la confianza hacia ese poder.
Si de hacer un resumen se tratara o de emitir una calificación del cero al diez al actuar de la actual y de la pasada legislatura, seguramente quedaría descalificada. Está en la idea e imagen del tlaxcalteca avezado en materia política o no, la figura de los diputados conocidos más por sus pleitos internos y por su ineptitud e incompetencia que por sus aportaciones al desarrollo de nuestra entidad. Al legislador que termina se le identifica y marca como un ser con una desmedida ambición de poder al querer reelegirse y hasta de negar que su suplente asumiera su lugar por no perder su sueldo. Todo se paga y el electorado castigó la codicia de quienes no entienden que es el pueblo el patrón y que es empleado el servidor público.
La sociedad mexicana espera ya no reyezuelos ni ridículos en el poder, sino seres pensantes, reflexivos, responsables, respetuosos y dispuestos a servir y servirse del cargo que les da en préstamo el elector.
Los futuros legisladores tienen una tarea muy difícil y al menos en el discurso, tienen idea de cómo solucionar los problemas del país y qué leguaje y acción esperan los ciudadanos. La lección ya está dictada, habremos de ver si es aprendida.