Bernardino Vázquez Mazatzi
Escritor y Periodista
El uno de enero representó una fecha simbólica para los ayuntamientos de Tlaxcala, pero especialmente para los presidentes municipales pues, por un lado, se les terminaron los argumentos o excusas para explicar la ausencia de resultados o los mínimos logros y, por otro, comenzó el fin de la luna de miel con el pueblo.
La mayoría de los alcaldes culpaban o se escudaban en las reales o presuntas condiciones precarias o de saqueo en que encontraron la alcaldía. Ese argumento fue válido y validado, pero tuvo, siempre, fecha de caducidad.
Nadie, medianamente conocedor de estos asuntos, pudo negar la posibilidad de que la inmovilidad administrativa se debía al caos financiero heredado. Hubo alcaldías de las que las anteriores autoridades se llevaron lo que pudieron y quisieron comportándose como viles delincuentes. Eso nadie lo niega.
La sociedad le dio a los nuevos integrantes del cabildo el beneficio de la duda y hasta hubo expresiones de consideración y tolerancia. El pueblo tuvo paciencia, el pueblo entendió que habría que darle tiempo al poder, habría que esperar a que le agarraran el modo al trabajo de gobernar y administrar.
Pero el tiempo de gracia se terminó y el uno de enero marcó el inicio de una nueva temporada de trabajo y de relación y comunicación con la sociedad en la que ya no habrá pretextos ni forma de explicar la ausencia de resultados por culpa de los antecesores.
Lo cierto es que muchos ayuntamientos, en este momento, enfrentan serias dificultades políticas, administrativas, financieras, de comunicación social, de credibilidad y hasta desconfianza casi generalizada. Esto nos da un panorama de la situación en el estado de Tlaxcala y nos orienta del rumbo futuro de los municipios y sus autoridades.
La luna de miel concluye de manera poco agradable o aceptable o deseable. El idilio pueblo-candidato, sociedad-partido se cierra y ahora se esperan y se exigen resultados, se reclama la falta de proyecto, de rumbo, de estrategia, de discurso. Pocos presidentes municipales pueden darse el lujo de presumir buena conducción del barco y destino seguro.
A partir del uno de enero los gobernantes emanados de MORENA empiezan a ser sujetos de crítica, de juicio y sentencia. Y es que los meses que los ayuntamientos explicaron como de entrenamiento enviaron un mensaje muy negativo que exhibió desconocimiento de la administración pública y más de lo mismo.
Las administraciones municipales morenistas también están plagadas de recomendados, de cuotas de poder y familiares sin perfil que hacen posible un gobierno inoperante, burocrático y la mayoría de las veces incompetente.
Los alcaldes y su cabildo, el ayuntamiento en general, los directores y demás empleados, ya no tienen pretextos: o trabajan o se van. Por eso es que en este mes habremos de ver continuos cambios de funcionarios pues la liga ya no se puede estirar más.
Si tuviéramos que hacer un balance de los resultados de las actuales administraciones municipales, sin duda el resultado sería negativo para los alcaldes. Y el panorama que se observa es malo, sugiere que algunos, simplemente,
no van a terminar.