Política y políticos de vergüenza

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Como nunca antes, a nivel nacional y estatal, las campañas electorales nos dejan una pésima experiencia en lo individual y en lo colectivo. Porque como nunca antes tratar de ser o ser candidatos representó un riesgo y una posibilidad de muerte y hoy, como jamás anteriormente, esta vez se vio tanta guerra y suciedad para desprestigiar al contrario desde la cobardía del anonimato que permiten las redes sociales.

Y también en este proceso electoral, como en ningún otro del pasado, hemos sido testigos de tan bajo y ruin nivel de traición y deslealtad de la que pueda ser capaz el ser humano. Ya no hay identidad partidista, ya no hay fidelidad de nadie para ningún color, siglas o ideología; nadie ya defiende un proyecto de gobierno o pertenece a nada: el objetivo es estar, figurar, no quedar fuera, seguir adentro a toda costa, al precio que sea, por encima de quien sea, para lo que sea… toda la mediocridad del mundo reunida en la política.

Ya no tiene caso contar con muchos partidos políticos. Ya no nos sirven para nada. Ya no son opciones diversas con ofertas diferentes. No son una visión o un rumbo contraria ni una alternativa o diferente proyecto de gobierno. El pensamiento, filosofía, estatutos u objetivo de un partido se corrompió, se pudrió, se envileció y se prostituyó por la ambición de los dirigentes y los militantes se dejaron encantar por la posibilidad del enriquecimiento fácil e inmoral desde el gobierno.

En la política actual ya no se confrontan las ideologías ni hay forma ni motivo para elegir: todos los partidos y los políticos resultan lo mismo: todos se rigen bajo su principio de la lucha sangrienta y estúpida por el poder. Partidos y políticos tienen precio… muy mediocre, por cierto. Todos van hacia donde están los que tienen el dinero, hacia donde no cuesta mucho llegar o ganar dinero o hacer negocio. Basta con ser zalamero, arrastrado o ambiciosos para ser considerado parte del clan. Y al final se reúnen todos en donde los junta su naturaleza.

No importa que ayer hayan sido nuestros peores enemigos o nos hayan inspirado los más encendidos discursos para denostarlos, denigrarlos, para acusarlos de corruptos, de traidores a la patria, de rateros, de infieles y satánicos, si nos permiten estar a su lado y para que nos compartan el poder, el dinero y los negocios, entonces ya son los buenos, ya somos los buenos, ya recapacitamos, abrimos los ojos, caímos en la cuenta, fuimos iluminados por la gracia divina y por eso los perdonamos y nos unimos en uno sólo y cómo no, si lo somos, lo hemos sido y lo seremos. Asco de política.

Llegar, estar adentro, figurar, ser parte, incluso matando, muriendo, agrediendo, ofendiendo, humillando o agraviando a quien sea; no importa que sea mujer y que nos declaremos sacratísimos o adalides en la defensa de las damas que, por otro lado, nada importa si son mujeres, si son familia, si son indígenas o con capacidades diferentes. Hay que ponerles el pie, inventarles actos o un pasado abominable, hay que colocarlas en situaciones vergonzosas para que la gente las desprecie y no las acepte como candidatas o como ganadoras.

Le llaman GUERRA SICIA… como si hubiera alguna guerra limpia… todas, absolutamente todas las guerras son absurdas, estúpidas y todas acarrean muerte, dolor, desprestigio y ubican al ser humano en su realidad de seres incivilizados, ignorantes, incultos. En eso nos han dejado la política; en guerra, en vergüenza, en crimen, en negocio y ambición.

El proceso electoral del 2024 ya tiene ríos de sangre que lo manchan, lo arrastran y lo colocan en la página más negra de la historia. Son muchos, desgraciadamente muchos los candidatos asesinados, heridos, y son muchos los militantes o simpatizantes que han perdido la vida o que han sido lesionados por estar con un candidato o por identificarse con algunos colores o siglas. La muerte es el precio en este año.

La política, de esta forma, no le da sentido ni identidad a la democracia. El gobierno, en sus diversos niveles, está coludido con la mafia que ya impone candidatos, que controla ayuntamientos, que maneja los presupuestos en los municipios, que paga a las policías locales, que simplemente logra que se haga su voluntad. El poder está rebasado o simplemente está al servicio de otros intereses, pero no del pueblo.

Por otro lado, al poder no van a llegar los mejores, sino los que más dinero van a repartir. Porque finalmente, para llegar no importan los que tienen más experiencia o trayectoria, ni los más limpios en su pasado personal o profesional, ni los que tengan las mejores propuestas o posibilidades, sino aquellos que pueden comprar conciencias, voluntades y dignidades.

Tlaxcala, el estado más seguro del país, del planeta y del sistema solar, así como lo ven de pequeño, es espejo y realidad de toda la podredumbre que representa la política. PRI, PAN, PRD, PVEM, PT, PANAL, PFXM, MORENA, PAC y los que usted recuerde son lo mismo. Si acaso le salvan su dignidad uno que otro candidato cándido, inocente, bien intencionado y honrado.

De cualquier forma, no es esta la política ni los políticos que merecemos y eso, nos obliga a no repetir los errores en futuras contiendas electorales. El cambio en los modos y formas es urgente pues no es lo que merecemos como mexicanos y como Tlaxcaltecas.

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