Política cultural

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Si la política nacional en materia cultural no contempla la erradicación de los grupos de poder dentro de las instituciones y organismos en la materia, cualquier intento por lograr un cambio y lograr un avance está condenada al fracaso pues hay personas que en lo individual e integrados en asociaciones han vivido siempre de los presupuestos y no ofrecen resultados positivos y de beneficio social.

La política cultural del actual gobierno debe contemplar una auditoria al programa de becas pues estos apoyos no siempre llegan a los verdaderos artistas, sino que son cedidos y hasta ofrecidos a gente ajena al trabajo cultural y como pago de cuotas de poder, compromisos políticos, amiguismos, compadrazgos y actos de nepotismo. Se sabe de millones de pesos destinados a fomentar la creatividad y a patrocinar el trabajo cultural pero las personas verdaderamente dedicadas a esta tarea nunca ven un peso de esas cifras de envidia.

Quienes tienen como actividad la cercanía con el sistema educativo o permanentemente están en el aula y frente a grupo, saben que los apoyos a los escritores, por ejemplo, no se reflejan en la presencia de autores que compartan su obra con los estudiantes, y aunque el Estado haya destinado miles de pesos en la publicación de un libro que de todos modos, no se encuentra en las bibliotecas del plantel ni en las muy contadas librerías, no hay un beneficio social ni se justifica el gasto ni el reiterado apoyo a los mismos de siempre que se jactan de ser receptores de todas las becas y apoyos habidos y por haber.

La nueva política en materia cultural debe dar igualdad de oportunidades a todos los creadores del estado y el país, pero centrar su atención y apoyos a quienes desde hace tiempo han dado muestras de que lo suyo es una forma de vida y una manifestación continua y permanente de talento y creatividad y no un capricho o una circunstancia surgida de un arranque de inspiración producto de emociones o arranques súbitos.

Urge fomentar el arte, la cultura y la creatividad impulsando a los verdaderos artistas otorgándoles becas así sean mínimas en vez de invertir o gastar sólo por seguir un modelo educativo o cultural que ya ha demostrado fracaso contundente y reiterado. Se requiere de abrir foros y espacios en donde el artista promueva, difunda y venda su obra. Se necesita menos burocracia en los municipios para presentar el talento pues hasta ahora, las autoridades en turno consideran que los auditorios, galerías y espacios al aire libre les pertenecen.

Esas mismas autoridades deben entender que el arte y la cultura carecen de ideologías políticas y que sus siglas y colores o ambiciones nada tienen que ver que la voluntad y talento de los artistas. No hay que negar que los funcionarios del sector cultural también se dejan vencer por sus filias y fobias partidistas y que desde ese nivel conceden o niegan el apoyo a determinado creador. El arte es universal o no es arte.

Para hacer exitosa la nueva política cultural urge abrir una ruta por la cual transite la obra, el artista y el apoyo para hacer llegar al mayor número de personas eso que llamamos producto artístico. Actualmente se carece de mecanismos que permitan el acercamiento de los libros a las escuelas, que los estudiantes conozcan a los creadores, que se nutra el acervo pictórico o bibliográfico de las instituciones educativas y que se fomente el arte entre la sociedad en su conjunto.

También se hace necesario el intercambio cultural y artístico. No hay un presupuesto para apoyar a los artistas cuando deban o tengan que ir a otros estados o países a presentar su obra. Si existe un recurso para tal fin, este no se da a los creadores, sino a los consentidos del sistema o de las autoridades que erogan dinero a quien vaya en nombre de la entidad o dependencia, pero no necesariamente a promover el arte.

La nueva política nacional en materia cultural debería nutrirse con la sugerencia y propuesta de quienes llevan años produciendo arte y quienes ya se han cansado de tocas puertas institucionales sin que se les haga justicia; es tiempo de que los directores de cultura municipales cubran el perfil o cuando menos tengan una idea de qué es por lo que están cobrando.

Esa nueva política cultural debe tener más proyectos viables que puras buenas intenciones, como sucede ahora.

 

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