Pinches escaleras…

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Justo cuando requeríamos del coraje e indignación de las mayorías o de al menos una parte de la sociedad para protestar por los injustos hechos aislados que asuelan en estado, cuando requeríamos el rechazo generalizado al alarmante incremento de los delitos atípicos, vienen unas pinches escaleras eléctricas patéticas y estéticas a distraer al pueblo.

No enoja tanto que estos tan mentados artefactos, señal de modernidad, progreso y tecnología hayan llegado a nuestra entidad casi 150 años después de su invención, ni que existan en todas partes del mundo y hasta en la ciudad más pequeña del país, ni que de mala fe algunos culpen al PRI del atraso tecnológico de Tlaxcala, sino que la inconformidad por la existencia de malos gobiernos saqueadores o por la improductividad e incompetencia de nuestros diputados se distraiga en asuntos banales…

Muchos creen que hay o debería haber asuntos más importantes por lo que se debe demostrar enojo, ira y coraje a grado tal de mentar madres y padres como lo han hecho ciertos personajes indignados por el Bullyng nacional e internacional. Su furia ha sido tal que hasta pretenden crucificar a un periodista y expulsar en calidad de extraditado a Estados Unidos a todo aquel que se atreva a expresar así sea una mínima mofa a las escalas electrificadas instaladas en Apizaco bajo el riesgo de ser negado tlaxcalteca y excomulgado o ser objeto de un exorcismo.

Para ese enojo muy individualizado es más importante el arribo tardío, tempranero o justo de Tlaxcala a las comodidades del primer mundo que, por ejemplo, la imagen que a nivel mundial tiene nuestro estado en materia de trata de personas. O tiene mayor relevancia la percepción hilarantemente de unos escaloncitos automáticos que por ejemplo, la inmovilidad o falta de resultados de algunos sectores del poder que ven como sentencia a muerte sus primeros cien días de gobierno y observan cómo la gente ve perdidas sus expectativas.

La violencia cada vez más democratizada o generalizada, la existencia de delitos de muy alto impacto, el robo con violencia, los asaltos en carretera, las desapariciones definitivas o temporales de jovencitas en nuestro estado, los hechos de sangre y muerte dentro y fuera de los planteles educativos de casi todos los niveles de enseñanza, todo, puede esperar y no amerita tanta indignación ni señalamientos ni rechazo como esa cadena de burlas internas y externas por la puesta en operación de una pinches escaleras eléctricas en una tienda en donde no se puede ir a comprar como en la tiendita de doña Lupe o en el más cercano mercado municipal.

La casi generalizada arrogancia del sistema de justicia, la incompetencia e ineptitud de los gobiernos municipales, la indolencia y excesiva regulación y hasta ofensiva desatención de la burocracia, el despotismo y nepotismo en el sector salud, la falta de justicia y exceso de leyes obsoletas y el atraso en todo el territorio no son al parecer, argumentos suficientes ni elementos bastantes para externar una inconformidad o rechazo.

El deficiente y peligroso transporte público, las calles llenas de cráteres, la corrupción en casi todos los niveles de casi todo el gobierno, las cuentas alegres en la visión de un estado de fantasía, la falta de apoyo a los sectores importantes, la fallida reconstrucción del tejido social, el saqueo a las presidencias municipales y la falta de empleo y de oportunidades no merecen tanta ira ni descalificaciones ni mentadas como la aparición en mala hora de unas pinches escaleras eléctricas a las que sólo se puede acceder, al menos en Tlaxcala, si se cuenta con una o más tarjetas de crédito con suficiente saldo.

A los Tlaxcaltecas, además de carecer de una modernidad en tiempo y forma pues aunque nuestro arribo casi 150 años tarde no sea mucho, nos falta sentido del humor. El estallido de las gaseras en San Juan Ixhuatepec, en 1984, las explosiones en el sector Reforma de Guadalajara o el terremoto de 1985 merecieron bromas pesadas o el llamado humor negro a falta de memes. Y nadie se cortó las venas ni ofendió a la madre de nadie ni se buscó lapidar a periodista alguno. Simplemente se tomó con madurez, con fino irrespeto, con inteligencia; porque esos que en este caso se sienten agraviados como si fuera asuntos de muerte, debieran tener mayor inteligencia y viajar más.

Y habría de indignarles más los asuntos que por aislados y atípicos nos afectan cada vez más a cada vez muchos que la aparición de esas pinches escaleras eléctricas que quizá no tenga ni el tiempo, ni el dinero ni las ganas de ir a conocer.

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