Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
No hay sorpresas, sino sorprendidos, al momento de repartir el pastel. Los compromisos y ofrecimientos durante la campaña fueron muchos; a muchos se les prometió un espacio en la administración en caso de ganar, y se ganó, pero ahora ya no alcanza para todos, o de plano ya no habrá para la mayoría. Ni modo que estiremos la pieza o que nos sirvamos trozos más pequeños. No se puede y por lo tanto, no hay forma de cumplir con lo que juramos que daríamos de ganar la elección el pasado seis de junio.
Y es que resulta que ahora se presentan los acreedores y que se creen merecedores de una dirección, de una secretaría o cuando menos, de un puesto como segundo al mando en cualquier área de las muchas que existen en el ayuntamiento y si acaso no existiera, pues que se invente, si para eso ganamos, dicen. No importa que no se cubra el perfil ni que se tenga la preparación académica, si para eso apoyamos al candidato y aportamos miles de votos al triunfo del que ahora tenemos derecho a explotar.
Llegan ahora hasta el ganador, aquellos que declinaron a su favor a cambio de una dirección con sus respectivos espacios para los allegados o familiares. Ese fue el acuerdo cuando de lo que se trataba era de ganar, al precio que fuera, de la forma que fuera, con quien y quienes fueran. Entonces no se cuidaron los modos y las formas. Y se prometió hasta de más. Se ofertó la misma posición administrativa en cada pueblo, barrio y sección, a los compadres, a los amigos, a los parientes. Mismos que ahora ya no vienen a pedir, sino a exigir, a presionar, a amenazar.
Vienen y no aspirando a un puesto de asistente, de auxiliar, en el servicio de limpia, de apoyo en servicios públicos, de secretaria o en atención a los baños o cobrador en el área de mercados, no, vienen por un hueso bastante jugoso, por un puesto que los saque de pobres y en el cual puedan cobrar bastante bien, aunque, insisto, no cubran el perfil ni tengan experiencia, ni tengan voluntad de servir, ni tengan trayectoria y mucho menos ganas.
Porque, aunque parezca absurdo en estos tiempos, hay quienes pretenden estar en la nómina del ayuntamiento sólo por su belleza y simpatía. Aunque usted no lo crea, hay quienes piden un lugar como aviadores y pilotos con el fin de aterrizar en tesorería sólo en día de quincena si al fin y al cabo pasamos fríos y hambres para ganar, si por eso reunimos a cientos de obedientes electores en maratónicas reuniones familiares y por eso el día de las elecciones acarreamos gente, si por eso somos líderes y se nos debe agradecer la victoria y el correcto transcurrir del tiempo y del universo.
No me lo va usted a creer, pero hasta en los triunfos de aquellos que juraron no robar, no mentir ni traicionar, aquellos fieles del milagro que representa la cuarta transformación denominada 4t, hay quienes se han olvidado de que votar por esa filosofía o ideología no implicaba estar en el poder ni enriquecerse de él, sino un sacrificio por el cambio de consciencia en el mexicano y que su pasión y muerte se debía al inmenso amor por la patria pero resulta que ahora dicen que ni madres: quieren hueso.
Los ganadores están en aprietos. No hay forma de calmar a los ansiosos que incluso quisieran cobrar, si se pudiera, antes de empezar. Cómo decirles que no hay para todos, que el pastel se encogió, que hay prioridades, que su apoyo e intervención no les da para lo que espiran y exigen, que finalmente, apoyaron porque quisieron, pero eso no quiso decir nunca que tenían derechos. En fin, que el hambre es mucha, la presión también y no hay forma de cumplir las promesas que también fueron excesivamente muchas.
Ahora que, como una forma de dar malas ideas, recomiendo a los presidentes municipales electos hacer lo mismo que hizo un alcalde en una administración no muy lejana. A todos les cumplió, a todos los que les dijo que serían directores o secretarios o jefes no les falló; eso sí, al menos por unos días. Así es que hizo llamar a algunos y los ungió de poder y los beneficiados se subieron hasta los cuernos de la luna. Al cumplirse un mes de estar en el cargo los volvió a llamar para hacerles saber su cambio y ante la inconformidad, el rechazo y las mentadas, el presidente les dijo: te prometí que serían director, más no te dije por cuánto tiempo.
Hay que cumplirles a todos, todos tienen derechos y se lo ganaron, hay que hacerlos jefes, así sea por unas horas. La palabra se honra.