No estamos preparados para lo peor

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

La crisis sanitaria mundial es mucho más que un virus real o supuesto, natural o inventado, asesino o intrascendente… las circunstancias en que aparece, la sicosis que desata, los daños que causa en la economía global, la cifra de desempleos que provoca y los presuntas cifras de contagios y muertes que desata, además de los padecimientos mentales que evidencia, deben tener una explicación o interpretación diferente a la que tratan de difundir los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud.

Para los estudiosos o dirigentes del tema COVID-19, el virus es altamente contagioso y letal. Para confrontarlo y disminuir su impacto había que aislarse, someterse a un encierro prolongado y total, adoptar medidas sanitarias extremas a grado tal de modificar costumbres y modales. Una respetable cantidad de mexicanos adoptaron el temor extremo y cedieron su suerte y salud a las autoridades del ramo y a los gobernantes. Mas los ciudadanos debieron considerarse siempre y en todo lugar posibles víctimas. Nunca debimos poner en duda el llamado alarmante de cuidado exagerado.

Pero en cambio, antes, durante y después de la pandemia, si es que hay un después, la gente hizo mofa del corona virus y mediante memes rechazó la exigencia gubernamental. Por venir de China primero pareció improbable su existencia, luego, cuando llegó a México, el reto fue desafiarlo y hasta provocar su contagio. El llamado al confinamiento fue entendido como la oportunidad para el paseo en familia y la abierta exposición al virus que para entonces, ya era grave asunto de Estado.

La aplicación de gel antibacterial para todo y en todos lados, el molesto e indeseable uso de cubrebocas, la ubicación de personas a dos metros de distancia y otras exigidas y obligatorias medidas simplemente fueron ignoradas, rechazadas, desoídas y burladas. Tal vez porque la gente o al menos la mayoría, ya se encuentra predispuesta a negarle atención y respeto a las órdenes, sugerencias y súplicas del poder, los temerarios o ignorantes ciudadanos no hicieron caso y se opusieron a las disposiciones oficiales de forma contundente.

Y quienes creen que lo saben todo pues eso es lo que dicen, aseguran que el tal virus no es real o no tanto como los intereses económicos que le preceden y rodean. Y dan eco a versiones tan variadas como absurdas o ingeniosas al decir que el COVID-19 fue fabricado en estados unidos y esparcido en China por problemas y venganzas económicas y militares, que fue rociado en todo el mundo por aviones con el fin de matar a enfermos y mayores de 60 años de edad, que es regado mediante fumigaciones nocturnas en todos los estados de la república, que todo aquel que ingresa a un hospital es inoculado con el corona y así haya entrado por empacho sale muerto por el virus y un largo etcétera que da risa, vergüenza y coraje.

Otras versiones señalan que el hombre desde su nacimiento viene dotado de un chip que lo alerta de los peligros así estén ocultos y que ante la pandemia no escucha la señal de peligro, de ocúltate del mal, de aléjate, enciérrate, no salgas, cuídate protégete y cuéntale a quien más confianza le tengas, el sentido de supervivencia y de lucha por la vida no se activa y por lo tanto, ese tal virus no es un riesgo y es sorteable.

Y como el mexicano es un ser de respuestas inmediatas, también cree que puede evadir el mal yendo a misa todos los domingos y confesarse y comulgar lo necesite o no. Estando en manos de Dios no importa caminar entre lobos o entre miles de infectados de lo que sea, y más protegido se está si se hacen encomiendas religiosas en forma de mayordomías, devotadías, cargos y mandas, peregrinaciones y procesiones y se guarda ayuno y abstinencia de la carne humana y animal en semana mayor. Cumpliendo estos preceptos terrenales no hace falta el aislamiento social, ni el tapabocas, ni el gel antibacterial ni la sana distancia ni escuchar las conferencias mañaneras y mucho menos al doctor Gatell.

Tal vez haya algo diferente a un contagio detrás de la sicosis mundial, cabe el beneficio de la duda pues como se ve, van a salir más caras las medidas que el mal mismo. La pobreza y miseria que generará será mil veces más grave que el contagio. El daño sicológico individual y colectivo va a ser más devastados a mediano y largo plazo que una infección de las proporciones que se quiera. Matar la economía de un pueblo resultará más grave que matar a determinada cifra de ciudadanos por la enfermedad.

El virus condenaría a muerte a unos cuantos, a algunas decenas de seres predispuestos y hasta algunos tercos, obstinados, necios o ignorantes, pero la parálisis industrial, comercial, laboral y social va a ocasionar más víctimas que todos los virus juntos. Los peores momentos no fueron la aparición del COVID-19, ni su expansión a todo el mundo ni el número final de muertos e infectados, los peores momentos, los más terribles y terroríficos, esos, todavía van a tardar en llegar y como siempre, no estamos preparados.

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4 Comentarios

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