No eres tan grande si tienes que decirlo

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Para eso de los informes de cierre de administración, los gobiernos despliegan el ingenio y se surten de palabras domingueras para construir discursos con frases que hasta ellos mismos se creen. Rodeados de incondicionales, de personajes afines o beneficiarios con su amistad y sus contratos, de acarreados y familiares, los informantes alaban su obra y pensamiento, exaltan sus virtudes y exageran en sus logros pues en su mensaje no hay cabida para la autocrítica, no hay espacio para la disculpa y mucho menos para reconocer los errores y las deficiencias.

El informe final sirve para dar por hecho lo que sólo es dicho; lo que es percibido por el gobernante pero invisible al gobernado; es la oportunidad para darse por satisfecho y declararse sordo a la crítica cierta o malsana de amigos y enemigos; es la ocasión perfecta para auto convencerse de que todo lo soñado, imaginado, propuesto y prometido se ha hecho realidad y que si la gente no lo aprecia es porque no sabe agradecer nada y se niega al aplauso por tener las manos ocupadas.

Lo cierto es que si un gobierno, de cualquier nivel, al concluir su administración tiene que gritar lo que hizo o imagina que logró, entonces no es cierto su dicho ni convincente su mensaje pues, como dice el sabio, no eres lo que dices si tienes que decirlo. “Trabaja en silencio, y deja que la fama haga todo el ruido que quiera”, dice alguien seguramente sobrado de razón.

Lo bueno o lo malo que es un gobernante lo dice la mayoría y lo comparte; un legado positivo, una administración honrada y honesta, un gobierno de resultados que hasta haya modificado en entorno y el pensamiento y actitud del ciudadano no requiere de aspavientos, le estorba la parafernalia del discurso demagógico, le asquea el besamanos, le incomoda el desfile de lambiscones… si hay un gobierno que dé cabida este tipo de shows entonces que deje de hacerse tonto: nada de lo que dice y que hace en verdad.

Lo que deben entender los políticos y los servidores públicos es que la sociedad en su inmensa mayoría simplemente ya no le cree ese discurso gastado, añejo, tan simple y sin sentido, que no le importa escucharlo, que le ha hastiado ese sentido vacío y sin rumbo de las palabras, pero que no por ello deja de tener el sentido de la autocomplacencia, del auto halago, de las cuentas alegres y de los resultados a modo.

El ciudadano común no se siente parte de ese supuesto triunfo, de esos alegres resultados, de esas inmensas fortunas invertidas en una ciudad o un estado que sigue casi igual que hace tres o seis años. Así como el pueblo no se siente representado en ninguna forma por sus diputados estatales y federales ni por sus senadores, así esos informes de gobierno le parecen al pueblo totalmente ajenos, lejanos, ausentes de sentido y verdad…

El “informe ciudadano” del gobierno saliente es el espejo adulador y el eco en el silencio. No hubo en él la nota discordante, el mensaje contradictorio, la versión opuesta o diferente ni siquiera diferida, no hubo la presencia del ciudadano común como yo, que me fue negado el ingreso por no contar con una invitación y por no figurar como ciudadano común en el gobierno de cuentas alegres; la gente que piensa con cerebro propio es peligrosa, siempre he dicho.

Pero en fin, qué se puede hacer si esa enorme mayoría que se queja y mienta madres al gobierno en las redes sociales nada dice y menos hace, si mientras acusa a los gobernantes de saqueadores y corruptos e impunes se la pasa idiotizado en las telenovelas y en el Facebook y en esas épicas batallas de clásico del fut bol mexicano… hasta la suerte persigue a los que tienen la conciencia limpia y los bolsillos llenos de billetes.

Los que se despiden se van con sentimientos encontrados pero con el sabor amargo de una experiencia que les juraron, era dulce como la miel. Los que llegan, vienen cargados de buenas intenciones y seguros de que van a cambiar su entorno, a modificar el rumbo de la historia y a intervenir en el futuro de la humanidad. Los que estuvieron tres años en el poder no lo hicieron; los que se van a hartar de gobierno no lo van a lograr ni siquiera porque habrán de estar cuatro años y ocho meses…

También es cierto que no todo lo que se dice de los gobernantes que se van es cierto. Sus amigos exageran; sus enemigos también. Lo que sí debe quedarnos perfectamente claro que quienes se despiden no cumplieron las expectativas que nos generaron; simplemente, no tienen la aprobación de todo el pueblo…

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